La Bienal de Arte de Pontevedra pasa revista a la figuración actual

La octava edición de la Bienal de Arte de Pontevedra, abierta durante este mes de agosto, incluye una aproximación a la figuración actual en España y una antológica del pintor gallego Laxeiro, además de los apartados dedicados a Picasso y la Escuela de París y a 68 pintores y 18 escultores presentados bajo el epígrafe nuevos valores. Junto a estas ofertas figuran tres obras que se definen por sí solas: dos de El Greco (San Francisco y San Lorenzo) y una de Goya (Retrato de Carlos IV). La muestra se exhibe en las salas de la Diputación Provincial pontevedresa, que financia esta bienal con 16 millones de pesetas.

El visitante se encuentra de golpe en el vestíbulo del palacio de la Diputación con obras de algunos artistas gallegos de la hornada de los ochenta. Esculturas de Francisco Leiro, pinturas de Manuel Moldes y Antón Patiño junto a obras del mallorquín Ferrán García Sevilla. Es un primer contacto con la figuración actual antes del acercamiento a las obras de Picasso y un destacado grupo de artistas españoles de la llamada Escuela de París. Una elección nada casual, según la directora de esta VIII Bienal Nacional de Arte, Aurora García. Nada casual porque ella misma subraya algunas afinidades formales entre esas obras y las que actualmente realizan nuestros jóvenes figurativos.Entre esos 15 artistas españoles de la Escuela de París se encuentran obras de los gallegos Arturo Souto, a quien el año pasado se le dedicó la antológica en la Bienal Internacional, y Manuel Colmeiro ambos, al igual que Laxeiro, becarios antaño de la Diputación. Hay, además, obras de Picasso, Manuel Ángeles Ortiz, María Blanchard, Francisco Bores, Pancho Cossío, Óscar Domínguez, Fenosa, Julio González, Juan Gris, Manolo Hugué, Joaquín Peinado, Ismael de la Serna y Hernando Viñes.

La subida de la escalera que conduce a la primera planta del edificio de la Diputación permite de inmediato el encuentro con las nuevas propuestas de la figuración actual, en la que brillan con luz propia algunos artistas gallegos, aglutinadores de lo que se ha denominado expresión atlántica. A los ya mencionados hay que añadir los nombres de Xosé Freixanes, Antón Lamazares, Menchu Lamas, Correa Corredoira, Ignacio Basallo, Amando González Carlos Crego, Xesús Vazquez Quintana Martelo, Paz Mouta, Martínez de la Colina, José Manuel Castro, Tolo Carbajo y Carlos Alcolea. Nombres y obras que se unen a los de Miquel Barceló, Evaristo Bellotti, Luis Gordillo, Andrés Nagel, Gloria García, Juan Luis Goenaga, Eva Lootz, Luis Claramunt, Victoria Civera, etcétera, hasta un total de 48 pintores y escultores que mueven la nave de la figuración actual en España.

Un contrapunto a todo esto lo constituye el acercamiento a la muestra antológica dedicada a Laxeiro, con 75 obras que se extienden desde 1934 hasta el momento actual, porque el pintor nacido hace 77 años en Lalín (Pontevedra) sigue, afortunadamente, en forma y en la brecha.

Su genio y su renovada capacidad de creación le convierten en figura cenital de la plástica gallega. "Laxeiro", afirma el crítico Xosé Antón Castro, "supo fundir, desde la lejanía de los años treinta, la pegada espiritual de la Galicia atlántica con su prodigiosa capacidad de fábula, en la línea de Valle-Inclán, y una espontaneidad para tocar nuevos lenguajes comparables a su admiración por Picasso".

Cuadro censurado

La polémica no estuvo ausente en esta VIII Bienal Nacional de Arte de Pontevedra. Una polémica que apenas trascendió días después del acto inaugural, presidido por el presidente de la Xunta de Galicia, Gerardo Fernández Albor. Antes de ese acto, el funcionario responsable de la sección de Cultura, Manuel Crespo, se puso en contacto telefónico con el pintor Manuel Moldes para plantearle la conveniencia de retirar uno de sus cuadros de gran formato, O Cristo das Rías Baixas (El Cristo de las Rías Bajas). Temía el funcionario que la figura absolutamente desnuda de Cristo pudiese dañar la sensibilidad de los visitantes, y muy especialmente del presidente de la Xunta. El cuadro fue descolgado inmediatamente y arrinconado lejos de la curiosidad pública.