No es deudor porque no le prestan
En los últimos meses las organizaciones internacionales y una variedad de entidades privadas se han volcado en la ayuda a Etiopía. Decir que se han volcado es especialmente apropiado porque el país es un pozo sin fondo de necesidades que se traga todo lo que le echen, por más que el régimen del coronel Mengistu garantice una utilización honrada y responsable de la ayuda recibida.Todos los funcionarios de Naciones Unidas que trabajan en los distintos planes de emergencia y rehabilitación coinciden en que la totalidad de la ayuda internacional llega hasta los destinatarios y que sus relaciones de trabajo con el régimen marxista-leninista de Addis Abeba son impecables. En el mercado de la capital etíope se encuentran productos procedentes de la ayuda internacional, pero una pesquisa razonablemente prolongada no pudo hallar mayores corpus delicti que bolsas de fabricación canadiense en las que un día se transportó uno u otro cereal para el necesitado.
Etiopía no es únicamente un país pobre, sino más bien un país de una existencia material más que dudosa. Aunque no falta una red fluvial de alguna importancia, el país carece de los medios técnicos, humanos o materiales para acometer supuesta en valor. La red de comunicaciones terrestres es probablemente la única del mundo en la que se hace camino al andar, reducida a un dedalillo de pistas dispuestas arriba y abajo de la meseta central.
Etiopía existe por una voluntad imperial centrada en el pueblo amhará, que se irradió desde el centro hacia la periferia cuando la mayoría de los pueblos europeos vivía la prerromanidad, pero poco más recuerda la existencia de una estatafidad viable. Con amargura decía el funcionario decano de la ONU en Addis Abeba: la buena noticia de Etiopía es la de que su deuda exterior es sólo de unos 1.000 millones de dólares; la mala, que es tan baja porque nadie quiere prestarle dinero al país.
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