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Craxi, criticado por su entrevista con Arafat en Túnez

Juan Arias

El encuentro en Túnez, el pasado jueves, del primer ministro italiano, el socialista Bettino Craxi, y el máximo dirigente palestino, Yasir Arafat, ha despertado un torrente de protestas en los otros partidos de la mayoría de gobierno, especialmente entre republicanos y liberales, pero también entre democristianos y socialdemócratas.Por contra, el hecho ha sido aplaudido por el partido comunista (PCI), con una nota en el diario oficial, L'Unitá, en el que se felicita también al ministro de Asuntos Exteriores, Giulio Andreotti, cuya dimisión, por cierto, ha pedido reiteradamente por sus supuestas implicaciones en el escándalo del banquero Sindona.

Los más duros contra Craxi son los republicanos, cuya política proisraelí es bien conocida. Precisamente hace dos años, cuando Yasir Arafat estuvo en Roma, donde había sido recibido por el presidente de la República, Sandro Pertini, y por el Papa, Juan Pablo II, el entonces presidente del Gobierno, Giovanni Spadolini, secretario del Partido Republicano, se negó a recibirle.

Los republicanos se preguntan si la iniciativa de Craxi responde o no a la política europea en Oriente Próximo, y subrayan que Yasir Arafat, unas horas después del encuentro con Craxi, afirmó que la cuestión palestina "sólo se puede resolver con los fusiles".

Los liberales han pedido un debate en el Parlamento acerca de toda la política exterior de este Gobierno, en el cual se discuta concretamente la entrevista de Craxi con el líder palestino.

Por su parte, la presidencia del Gobierno ha sido muy clara. Ha respondido que la iniciativa de Craxi se basa en la búsqueda de una línea de diálogo y de paz para Oriente Próximo, que los mismos laboristas israelíes consideran a Arafat un moderado y que en la cumbre de Dublín se había permitido a cada país de la Comunidad Económica Europea un mínimo de autonomía en Oriente Próximo.

Según los socialistas, el problema es que Italia no está aún acostumbrada a una política exterior de una cierta autonomía, ya que durante muchos años ha ido a remolque de la única política que para ella tenía valor, es decir, la de Estados Unidos.

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