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La reforma del vino en la CEE paraliza las negociaciones de adhesión de España

Andrés Ortega

Una cuestión interna de los diez paraliza todas las negociaciones de adhesión de España a la CEE: el vino. De su solución en la cumbre europea de jefes de Estado y de Gobierno del próximo lunes y martes en Dublín depende todo lo demás, incluida la fecha del 1 de enero de 1986 para el ingreso de España en la CEE. Pues la siguiente cumbre en marzo de 1985, llegaría demasiado tarde.Un acuerdo en Dublín es, según medios autorizados de la Comisión Europea, "posible y probable, pero sumamente difícil y requerirá un esfuerzo considerable por parte de las delegaciones". Hay intensos contactos bilaterales. Garret Fitzgerald, primer ministro irlandés, estuvo ayer en París y Roma, y otras reuniones estaban en curso.

El desarme arancelario para productos industriales prácticamente se acordó el miércoles entre España y la CEE, ocasión en la que, por primera vez en muchos meses, se sintió que, ya sea formal o informalmente, la negociación empieza a cuajar. Sólo falta en este tema el visto bueno, con alguna leve modificación, del Reino Unido, que, para no tener problemas con sus sindicatos, no quiere aprobar este tema aisladamente, sino como un elemento en un paquete. Sin embargo, en otros elementos de ese paquete, el vino es el escollo principal.

En agricultura, por ejemplo, la posición comunitaria esta fijada -y no se volverá sobre ella en Dublín-, pero la RFA subordina su presentación a España a la solucion del problema del vino. En frutas y hortalizas, la CEE ofrecerá a España una primera fase de 4 años de congelacion de la situación. Al cabo de ese plazo se aplicarán mecanismos complementarios -es decir limitaciones- a las exportaciones españolas de los productos que la CEE considere aun sensibles. La lista de estos productos se determinará año tras año.

Más contrapartidas

En contrapartida la CEE ofrece un sistema similar de protección -en un período transitorio único de 10 años- para sus sectores menos competitivos, como la leche, los productos lácteos (salvo el queso) y la carne bovina. España pide, naturalemente más.

En cuanto al capítulo pesquero, los diez están próximos a ofrecer a España un período transitorio de pesca con licencias en aguas comunitarias de 8 a 10 años, prorrogables otros 5 si, traduciendo el lenguaje técnico a la realidad, los pescadores españoles no se portan bien. Pero Italia insiste en oponerse a esta prórroga, ligando un eventual cambio de postura a la cuestión del vino.

La solución del vino desbloquería la presentación de posturas comunitarias a España en diversos capítulos, que, aunque distarían de las tesis españolas, permitirían al fin entablar la negociación. De hecho, en medios comunitarios se piensa, después de Dublín, en utilizar el sistema de negociación que se usó para las cuestiones arancelarias: la Comisión Europea, haciendo el papel de puente constantemente variable entre los diez y los españoles y portugueses. Pues a estas alturas, de nada sirve que la CEE decida sobre posturas que sabe "inaceptables" para España.

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