Ortega, un pragmático defensor del pluralismo
La madre de Daniel Ortega cuenta de él que rara vez hablaba de temas que no fueran políticos cuando sus amigas le visitaban en la cárcel. Su imagen pública responde a la de un hombre frío y autodisciplinado. Sonríe raramente, tal vez por una operación en la boca, aunque durante la campaña electoral ha ensayado algunos gestos populistas. Incorporado al Frente Sandinista casi desde sus inicios, en 1963, siempre se alineó en su sector más pragmático, partidario de alianzas amplias antes del derrocamiento de Anastasio Somoza y defensor hoy del pluralismo como elemento estratégico del proyecto revolucionario.Nacido hace 39 años en el seno de una familia pobre de Chontales, que se trasladó luego a Managua en busca de mejores condiciones de vida, cuenta que sus dos hermanos mayores murieron porque no podían comprar las medicinas que necesitaban. Durante su juventud supo lo que era cambiar de casa ante la incapacidad de pagar la renta. Él mismo reconoce que la pobreza fue su primera escuela política. La segunda sería la familia, ya que su padre sufrió prisión en los años treinta por sus simpatías hacia el general César Augusto Sandino, con quien se carteó en varias ocasiones.
Alumno del Colegio Pedagógico de Managua, regido por religiosos, se incorporó muy pronto a la Federación de Estudiantes Revolucionarios, y a los 18 años militaba ya en el Frente Sandinista. Detenido en 1967, permaneció en prisión hasta finales de 1974; gran parte del tiempo, aislado en una celda de castigo. Dedicó muchas hora de cárcel a escribir poesía, afición que, según dice, aún cultiva.
La primera acción pública del Frente Sandinista fue la ocupación de la casa de Chema Castillo, el 27 de diciembre de 1974. En su interior se encontraban 20 personalidades del régimen somocista; entre ellas, el canciller. El objetivo era canjear a sus rehenes por los compañeros que estaban en prisión; entre ellos, Daniel Ortega. Somoza tuvo que aceptar el canje, y Daniel Ortega salió en avión rumbo a La Habana.
En la capital cubana se celebró a comienzos de 1975, una importante reunión de cuadros sandinistas en la que fue nombrado miembro de la dirección nacional. Ya se estaba incubando la división en tres tendencias. El presidente electo de Nicaragua se integró en los terceristas, junto con su hermano Humberto.
Agrupar a los descontentos
Su diferencia básica con los otros sectores radicaba en su concepción insurreccional de la guerra. Entendían que para derrotar a Somoza era necesario bajar la lucha de las montañas a las ciudades, lo que exigía ampliar las alianzas a todos los grupos descontentos con la dictadura. Esta concepción táctica acabaría por imponerse al final de la guerra.
Los creadores de esta concepción de la lucha antisomocista fueron los hermanos Ortega. El actual ministro de Defensa se dedicó fundamentalmente a la estrategia militar, y, en cierta medida, se le considera como el auténtico jefe del Estado Mayor sandinista durante los meses anteriores a la victoria. Daniel se dedicó a la acción política, aunque esto no le impidió dirigir dos frentes de guerra, primero en el norte y luego en el sur.
Desde antes del 19 de junio de 1979, fecha del derrumbamiento final de Somoza, estaba decidido que Daniel Ortega entraría a formar parte de la Junta de Gobierno, en la que ha permanecido a lo largo de estos cinco años desempeñando virtuales funciones de jefe de Estado.
Este abogado frustrado, que abandonó la carrera de Derecho para dedicarse de lleno a la lucha política, admite que es difícil convertirse de guerrillero en estadista. Su secreto es estudiar todo lo que cae en sus manos, sea de economía, administración pública o cuestiones sociales. Casado con Rosario Murillo, tiene tres hijos, a los que se suman cuatro más de un anterior matrimonio de su esposa.
Daniel Ortega ha reiterado durante la campaña que el pluralismo y la economía mixta no responden a planteamientos tácticos. En este sentido, corrigió, incluso en declaraciones a un periódico norteamericano, una intervención de Bayardo Arce. En cualquier caso, entiende que la supervivencia de los partidos de oposición está condicionada a su aceptación del marco revolucionario creado desde 1979. Su filosofía puede simplificarse así: es posible la coexistencia interna siempre que no traten de dar un paso atrás en lo ya conquistado.
Defiende la negociación regional en el marco de Contadora y el entendimiento bilateral con Estados Unidos, pero siempre sobre la base de que la revolución sandinista sea aceptada tal como es. No ha vacilado en calificar a Ronald Reagan como el verdadero jefe de los contras, y a William Casey, director de la CIA, como el ejecutor de esa política de agresión. Por eso rechaza el diálogo directo con los dirigentes contrarrevolucionarios. "Ya estamos negociando en Manzanillo", dice.
Ha prometido a su pueblo dignidad y frijoles. Si Washington no modifica su actual política, la dignidad quiere decir fusiles, nuevas movilizaciones y más sacrificios.
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