Poesía en Carabanchel
"... Es el Sur el puñal de los aciertos, / el somnífero de los despertados / y el silencio infinito de los muertos".-Eduardo Rueda Sánchez-
Hace unos días viví una jornada en el Centro de Jóvenes de Carabanchel hermosa y emotiva a la vez. Se entregaban los premios del I Certamen Nacional de Poesía en la Cárcel, organizado por el Ayuntamiento de Madrid a través de la Junta de la Latina.
Mi curiosidad y expectación eran grandes. No siendo desgraciadamente la poesía muy popular entre nosotros, y reservado tradicionalmente el interés por ella a personas que pasan por la universidad, no dejaba de ser atractivo el comprobar in situ cómo reaccionarían en ese acto chavales menores de 21 años que, privados de su libertad, se encuentran por diferentes avatares del destino y procedentes en su inmensa mayoría del mundo del olvido y la marginación.
El resultado fue radiante, lleno de luz y de esperanza. Fui feliz durante tres horas. Tres horas hermosas que con creces compensan los disgustos que uno se lleva de cuando en cuando en el puestecito que ocupa.
Me preguntaba no ha mucho un periodista qué hacía una persona como yo en un lugar como éste. No sé si entendió bien mi respuesta. Aquí me encuentro porque amo profundamente la libertad, aunque parezca una contradicción. Y por esa misma razón acudí al reformatorio. Porque siendo la poesía libertad, el que privado de ella se encuentra, a ella se acerca a través de la poesía, y el poeta es siempre libre, aunque detrás de una reja se encuentre.
Poetas premiados
Los poetas premiados, Eduardo Rueda, Manuel Palomo, Miguel Ángel Celada, Francisco Hervás y Manuel Palmeiro, revelaron calidad en su poesía. Todos ellos, jóvenes y privados de libertad y al mismo tiempo libres, recogieron sus premios en olor de multitud.
A Madrid arribaron desde Cáceres, Alcalá, Palencia, Palma de Mallorca con permisos penitenciarios que, agotados ya, los habrá devuelto a sus lugares de origen, pensando en sus seres queridos y en sus condenas, pero también en que desde ese día son libres como los pájaros que reposan en las ventanas de sus celdas. Son poetas.
Allí se encontraba García Nieto, deshojando tal vez la margarita, entre Areilza, Castillo-Puche y Fernández Santos. Antonio Gala leyó, con su exquisitez acostumbrada, una carta de un interno de Teruel que, escrita en prosa, era toda ella un puro verso. Y habló un Buero Vallejo emocionado, recordando los años de su absurda prisión, como la de Miguel Hernández, como la de tantos otros de su generación marcada.
Ese gran actor que es Francisco Valladares, que hoy canta por la calle de Alcalá, fue el encargado de recitar, bajo un silencio sepulcral de los asistentes, más de 200 personas, las poesías premiadas.
Durante la segunda parte, mientras cantaba José Menese acompañado por la guitarra de Enrique de Melchor, rehuí los lugares de honor y me mezclé con los internos en el patio de butacas. A mi derecha, el autor de un atraco con escopeta de cañones recortados. A mi izquierda, el autor de un homicidio frustrado. Diecinueve y 20 años. Fumamos varios cigarrillos, me expusieron sus quejas, las cosas positivas -de todo hay-, sus esperanzas, qué condena pensaba yo que podía recaer sobre ellos, que no conocen a sus abogados...
Alguna experiencia tengo ya en la materia. Cuando se habla con estas personas -así lo hice- hay que hacer abstracción absoluta de lo que llevaron a cabo en el exterior. Son en realidad chicos como los demás, a esa conclusión llega uno, vivos, despiertos, la mayoría de ellos simpáticos adornados de cierta amargura. Uno se arma un lío y no sabe bien entonces por qué han deliquido, aunque todos presumimos cuáles son las causas que les conducen a semejantes acciones.
No han tenido todos oportunidades como otros muchachos de su edad. Como los que forman parte de las juventudes de un partido, con representación parlamentaria, que protestan ante el anuncio por el titular de Justicia de que los reclusos trabajadores tendrán derecho, en su caso, cuando la libertad alcancen, al subsidio de desempleo dura te seis meses. Dicen que prefierin ser jóvenes y delincuentes que simplemente jóvenes. Prefieren, al parecer, aun siendo privilegiados en la vida, perder la libertad e ir a la cárcel, mientras que los marginados que en la cárcel se encuentran y quieren seguir siendo jóvenes, anhelan la libertad. Un lío aparente, pero qué claro todo.
Pensé también desde mi butaca en quienes afirman, por ejemplo -en un programa de radio lo escuché-, que Toyi, el internoboxeador de Tenerife, es producto del boxeo sucio del defincuente. No se dan cuenta que, al fin y al cabo, todos luchan, luchamos, por la dignidad y libertad, estemos o no en el interior de una cárcel. Unos a través de la poesía, otros mediante los guantes. Hasta el boxeo y la poesía pueden identificarse, pues cada cual es poeta a su manera.
No teniendo los poetas limitación alguna, y no conociendo la poesía lo que significan los barrotes, me di cuenta el otro día, aunque algunos piensen lo contrario, que a través de ella y de los jóvenes que se encuentran privados de libertad -ciudadanos también- España sigue estando viva. Sólo necesita ser más justa y solidaria.
Paz y amor, poesía y libertad, todo es lo mismo que se une y se confunde. Hermoso.
Juan José Martínez Zato es director general de Instituciones Penitenciarias.
Babelia
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