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El pueblo granadino de Orce, indiferente ante la polémica sobre el origen del cráneo encontrado en Venta Micena

ENVIADO ESPECIALOrce es una pequeña localidad de unos 2.000 habitantes que vive de una agricultura poco desarrollada y del cultivo y artesanía del esparto. Su población se duplica en verano, cuando retornan los emigrantes, que llenan las calles con sus modestos turismos, casi todos ellos matriculados en Barcelona.

Se les conoce como los bichitos del jamón, porque se considera que el aspecto más relevante de su presencia vacacional en el pueblo es que se comen la matanza de sus familiares. Desde la aparición del hueso, en Orce se pensó que aquello podía hacer llegar al pueblo, si no la fortuna, sí una mejora del nivel de vida. Pero ésta es una población tan poco competitiva que sus dos discotecas se ponen de acuerdo para no hacerse la competencia.

Un ingenuo museo

Aunque lo cierto es que en el último año han pasado muchos miles de curiosos por el yacimiento de Venta Micena, y la mayoría de ellos han recalado, aunque sea por un par de horas, en Orce, la ciudad no ha hecho nada por obtener beneficios.El propietario del bar Molina, situado en la plaza principal, responde extrañado ante la pregunta de si no ha pensado en ampliar el negocio a la vista de la afluencia de visitantes al pueblo: "¿Y para qué, para complicarme la vida?", mientras una carreta de rueda romana cargada de esparto, atraviesa la plaza.

Tres kilómetros más allá, en Galera, situada en la carretera de Granada a Valencia, sí se han despabilado los comerciantes de hostelería, y son ellos los que han obtenido tajada del importante paso de personas durante el año, atraídas por la curiosidad del importante yacimiento. Orce ofrece, a menor distancia del yacimiento, un pequeño y casi ingenuo museo, situado en la torre del homenaje de su castillo de las siete torres, que tiene como estrella una reproducción del hueso.

Vestigios humanos

Pero la falta de espíritu comercial del pueblo es tal que ni siquiera se cobra por la visita. Por su parte, el alcalde, José-María González Calera, cifró en el hallazgo sus esperanzas de que el IRYDA entregara al pueblo una serie de pozos ya abiertos en su término municipal, pero para conseguirlo tendría que lograr que se formara una comunidad de regantes.Porque la importancia del yacimiento subsiste, y eso no lo discute nadie. Isidro Toro, del Museo de Arqueología de Granada, se desplazó ayer mismo hasta aquí y comentó a un redactor de este periódico las características de este auténtico filón de la paleontología. Se trata de una larga franja de un kilómetro de longitud, 50 metros de anchura y un metro de potencia o profundidad.

En total, 50.000 metros cúbicos, en los que no queda duda de que hay vestigios de presencia humana de una antigüedad próxima al millón y medio de años. No es descartable que aparezcan restos humanos, y en cualquier caso, es bastante fácil que aparezcan, en número importante, restos de industrias humanas que colaboren a recomponer la forma de vida de aquellos primeros pobladores de Eurasia.

Tampoco a Tomás Serrano, el otro hombre de Orce, que ejerce las funciones de guardia de la zona excavada, le había llegado ayer la noticia de que el hueso quizá no proceda de un homínido, ni pareció inquietarle lo más mínimo tal posibilidad.

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