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Reportaje:La polémica nuclear en el cineESTADOS UNIDOS

Los temores son los mismos

La película El día después, sobre las consecuencias de un ataque nuclear en una ciudad norteamericana, originó una viva polémica en Estados Unidos, a finales del pasado mes de noviembre. Pero El día después (The day after), con guión de Edward Hum, realización de Nicholas Meyer y actuación de Jason Robards, no parece haber influido, tres meses más tarde, en los temores de los ciudadanos estadounidenses por una catástrofe.El barómetro real del impacto de la película lo podría dar la elección presidencial norteamericana, el próximo 6 de noviembre, cuando el presidente republicano, Ronald Reagan, partidario de modernizar el arsenal nuclear de EEUU, se enfrente al candidato del partido demócrata, que, sea Walter Mondale, Gary Hart o cualquiera de los restantes aspirantes, se oponen, con diferentes grados de entusiasmo, a la continuidad de la carrera de armamentos y piden la congelación de las armas nucleares.

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Unos 100 millones de norteamericanos vieron en la pequeña pantalla la producción de la cadena de televisión ABC (segunda en el ranking de televisiones en EE UU) sobre El día después del ataque nuclear. La ficción del ataque tiene, quizá, su punto más patético en el efecto especial que produce la explosión de la bomba atómica, que se vuelve rojizo y el cuerpo de una mujer se transforma en un esqueleto, que se desintegra.

Pero, en términos de escenario político, la ficción podría transformarse en realidad. Una revuelta de militares en la República Democrática Alemana (RDA) es sofocada con los tanques soviéticos que ocupan Berlín. Las protestas y amenazas de Washington originan la invasión soviética del territorio de la República Federal de Alemania (RFA), aniquilación del cuartel general de la OTAN y utilización de armas nucleares en el escenario europeo. La escalada pasa al disparo de misiles intercontinentales, cuyos efectos llegan hasta la localidad de Lawrence, en las cercanías de Kansas City, en el medio Oeste de Estados Unidos, sede de uno de los múltiples arsenales nucleares de Norteamérica.

El caos es total los minutos que preceden el ataque, y la película El día después muestra los efectos que tendría el destrozo nuclear. "No habrá una guerra nuclear", dijo el secretario de Estado, George Shultz, en el debate que siguió a la proyección del filme en EE UU. "No la habrá", añadió, "porque esta Administración es partidaria de negociar una distensión con los soviéticos". Una semana después, a finales del mes de noviembre, se interrumpían las negociaciones de Ginebra, entre soviéticos y norteamericanos, en materia de misiles. EE UU comenzaba el despliegue de misiles Pershing 2 y Cruise en Europa occidental para hacer frente a los misiles soviéticos SS-20. Se interrumpían los canales de negociación de armas EE UU-URSS. Sólo la incidencia del temor popular a una guerra nuclear, en un momento de campaña electoral en EE UU, junto al cambio de líder en la URSS, con la llegada de Chernenko, abren perspectivas hacia la reanudación del diálogo.

Algo más que ficción

Pero, un diálogo, ¿para qué? Mientras los expertos negocian en Ginebra, las respectivas Administraciones político-militares, tanto en EE UU como en la URSS, continúan buscando la preponderancia atómica para inclinar a su favor la balanza del terror. Teóricamente, sólo así, a través de amenazas con guerras de las galaxias, o de armas químicas, uno de los dos bandos lograría imponer su ley. Las tendencias actuales, tanto en Washington como en Moscú, convierten a la película El día después en algo más que una ficción.

Para los norteamericanos, El día después avivó la polémica entre partidarios del desarme y defensores del rearme. Pasados los efectos emocionales del día de la proyección, con veladas nacionales con cirios encendidos en la mano, debates en las escuelas o editoriales en los periódicos, los norteamericanos tienen frente sí un período de reflexión, al que podrán responder el próximo 6 de noviembre, con un voto electoral favorable al rearme (Ronald Reagan) o procongelación de armas nucleares y negociaciones con la URSS (como sugieren Mondale o Hart).

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