Samuel Fuller: "La acción es lo que importa"
Este hombre pequeño, nervioso, que a sus 71 años y pese al cabello blanco ha estado presente con energía de meteorito en el Festival de Cine de San Sebastián, aferrado a su eterno puro -impresentables Camachos-, es uno de los directores más personales que ha dado el cine americano. Empezó siendo un chaval en el periodismo. Aprendió en las redacciones de los periódicos y en la dura calle, que la vida es un relato de riqueza inapreciable para el observador agudo.
Empezó en el cine escribiendo guiones, en 1936. En 1948 rodó un western, Balas vengadoras, y desde entonces, con mayor o menor fortuna, ha venido diciendo lo que quería, pese a quienes no querían que lo dijera. Inconformista y anti Hollywood, también ha escrito libros, libros de acción y crimen. Como presidente del jurado de Nuevos Realizadores del Festival de San Sebastián, Samuel Fuller ha sido un entusiasta defensor de los jóvenes directores, como lo sigue siendo del cine que todavía puede reflejar la vida.Hubiera querido hablar de cine con él desde el principio. Que me contara de su amistad con Robert Ryan, con quien rodó La casa de bambú, de su experiencia con Sara Montiel en Yuma, de si el protagonista de Corredor sin retorno tenía algo que ver con su propia experiencia de periodista. Sin embargo, Samuel Fuller, que últimamente ha trabajado en Europa, y que ha intervenido como actor en películas de Godard, Luc Mollet y Wim Wenders, es un conversador torrencial e imprevisible, que farfulla sobre cualquier tema mientras te agarra una rodilla para que no te escapes.
Escuchándole, comprendo que Patricia Highsmith, hace unos días, en la mesa redonda, la dijera: "Por el amor de Dios, cállese que quiero oír a los demás". No es, de todas formas, un hombre aburrido. Y te resulta francamente enternecedor, con ese aspecto que tiene ahora de cocinero típico en película típica de acorazado yanqui camino de Guadalcanal. Habla un americano mascullado, ladea la boca al lanzar las frases, y salpica su conversación con estruendosas carcajadas y amables honey que le hacen de lo más pintoresco.
"Mira, mira. Ese hombre de ahí se llama Harding. Es hijo del que fue presidente Harding de los Estados Unidos, ja, ja, ja... Un tipo estupendo, aquel hombre. Fue un gran presidente: Tuvo ocho o nueve amantes y no se cuántos hijos naturales que hoy en día están desparramados por todo el mundo. Odiaba a los políticos y los políticos le odiaban a él. Nadie ha dejado escrita una palabra en su favor o en su contra. Pero era un hombre estupendo, tan guapo como Cary Grant, y tenía una esposa bellísima". Y las amantes, pregunto. "Bueno, a esas las cogía y las soltaba, pero con la mujer estaba siempre".
En el cine europeo
Se enrrolla hablando de cine cuando le saco el tema de la película que rodó recientemente en Francia. "Muy bien, muy bien en Francia. Un equipo estupendo. Y la película, honey, es una denuncia de lo que pasa en la sociedad occidental. Es la historia de una pareja que está en el paro y que acude a la oficina de desempleo, en donde los burócratas les insultan, les humillan. Entonces ellos, un poco por jugar a ser Bonie y Clyde, para vengarse, empiezan a hacer cosas. Y lo que al principio es una comedia, se convierte en una tragedia, porque así son las ironías de la vida. Ja, ja, ja. En mi película sale un burócrata y el actor que lo interpreta es Claude Chabrol".Chabrol, y muchos otros realizadores europeos que antes fueron críticos, han apoyado desde siempre el cine de Sam Fuller. Pero este leve inciso cinematográfico no significa que Fuller vaya a seguir con el tema. De repente empieza a hablarme de periodismo. "Pues sí, honey, esta es la segunda vez que acudo como jurado a un festival. La otra ocasión fue en Estrasburgo, pero fui como periodista. Porque yo era periodista antes, lo fui durante muchos años. Ohhh... adoro los periodistas. Aunque cuando yo lo era no dormían en la misma cama que los políticos. Yo era un murder man, reportero de sucesos, honey. Sólo homicidios. A los 17 años. El primer asunto que tuve entre manos fue para localizar a la testigo de un crimen. Mi editor, una excelente persona, me dijo: 'Consigue el nombre de esa chica'. Lo conseguí, pero resultó que el padre de la muchacha era un comerciante muy bien situado que daba muchos dólares a ganar a mi periódico a través de la publicidad".
Le recuerdo que con él trabajó, precisamente como periodista, la madre del realizador John Huston. "Oh, sí. Había tres mujeres trabajando como reporteras en aquel periódico. Las mejores de Nueva York. De Jane, la madre de John -a quien conozco desde hace cincuenta años-, aprendí todo lo que sé. Fue ella quien me dio la primera oportunidad para presenciar una ejecución. De modo que seguí un caso por asesinato desde el principio, cuando se cometió el crimen hasta el final, cuando sentaron en la silla al homicida. Entonces Jane me palmeó las espaldas y me dijo: 'Sam, muchacho, ahora ya eres un murder man".
Filmar como escribir
Se extasía durante un momento contra el respaldo del sillón orejero y vuelve al ataque: "Era muy interesante. Madre mata hija, hijo mata padre, hijo mata padre y madre, padre mata amante y madre... Era de locos. Sin embargo, esta experiencia hizo que cuando llegué al cine las películas me parecieran algo muy sencillo. En la vida, al final, todo el mundo es desgraciado. En las películas, honey, el chico y la chica se besan mientras sube la música y aparece la palabra fin... iiiLarari-larara!!!".Sam Fuller estuvo siempre contra el sistema de Hollywood. "Sí, porque yo quería hacer con la cámara lo mismo que había hecho con la pluma. Reflejar la vida real. Y eso al estudio no le interesaba. Cuando yo llegaba con una buena idea el estudio me decía sí, estupendo, pero cuando acababa de escribirla, empezaban a cambiarla hasta que no podía reconocerla. Y eso era malo, honey. Era malo para mi ego, para mi talento y, por supuesto, para la historia que había escrito".
Ahora trabaja en Europa y en América, pero refleja historias universales. Le gusta su experiencia como jurado en San Sebastián. "Es estupendo estimular a los jóvenes. Y el premio que concedemos nosotros consiste en un millón de pesetas, no en un trozo de papel o en una escultura. Con un poco de dinero los jóvenes pueden brindar, vivir y pensar en nuevas películas".
Nos despedimos, no sin que antes me diga que odia las películas de amor: "Yo te quiero, tú me quieres. ¿Es eso una película? Lo importante es la acción, honey".
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