Siete tesis sobre los euromisiles
Los euromisiles se han convertido no sólo en el termómetro de las relaciones Este-Oeste, sino también de las intraoccidentales. El próximo día 6 se reanudan en Ginebra las negociaciones entre EE UU y la URSS sobre estos misiles nucleares. La ocasión ha venido precedida de aperturas que poca novedad aportan en este debate. Ésta puede bien ser la última ronda antes de que, a finales de diciembre, comience el despliegue de los 464 misiles de crucero y 108 Pershing 2 estadounidenses en cinco países europeos. El otoño caliente habrá comenzado para los manifestantes occidentales. Pues es harto improbable que los negociadores lleguen a un milagroso acuerdo que impida la instalación de los nuevos ingenios nucleares. Habrá despliegue, y con él se habrá cumplido un ciclo en la historia europea.1. La decisión de la OTAN en diciembre de 1979 respondía tanto a factores internos de la Alianza como al despliegue de los SS-20 soviéticos.
ANDRÉS ORTEGA
J.,
Mucho antes de esta fecha -es decir, a principios de la década de los setenta-, EE UU comenzó a desarrollar estos nuevos tipos de cohetes, cuando la UkSS no había comenzado todavía a desplegar sus SS-20. La paridad estratégica con EE UU que alcanzó la Unión, Soviética cambió los planteamientos del debate. Europa occidental comenzó a dudar seriamente de las garantías norteamericanas. Cada vez resultaba menos creíble que EE UU pusiera en peligro su propio territorio para defender a Europa. Este fue el auténtico cambio. En los años cincuenta y sesenta ya había euromisiles, como los Thor y Júpiter, que perdieron su razón de ser y fueron retirados.
"Además de contrarrestar a las fuerzas sóviéticas, los misiles Pershing y de crucero servirán como símbolo político gráfico de la inquebrantable conexión en el campo de la seguridad entre las democracias de Europa occidental y las de América del Norte", ha señalado ya Lawrence S. Eagleburger, subsecretario de Estado norteamericano. La obsesión de los SS-20 ha hecho olvidar estos detalles, que ilustran con claridad por qué la OTAN quería unos cohetes bien visibles -es decir, terrestres-, con la carga política que conllevan.
2. La OTAN está interesada en desplegar al menos parte de estas nuevas armas.
Las razones políticas han sido ya aclaradas en parte. No así las militares. Independientemente de la existencia de los S S-20, los sistemas nucleares de la OTAN de alcance intermedio se estaban quedando obsoletos, perdiendo penetrabilidad en territorio del Pacto de Varsovia ante los adelantos de los sistemas defensivos. De haber aceptado Moscú la opción cero, no hubieran quedado solucionados los problemas de la OTAN. De hecho, la decisión de 1979 versaba sobre 572 cohetes. La realidad es que serán 572 lanzaderas, pudiendo multiplicarse el número de misiles en caso de crisis. La cifra, sin embargo, no responde a ninguna seña consideración militar.
Volviendo al argumento político, se puede decir que las relaciones intraoccidentales están en un punto tan bajo -no sólo en cuestiones de política internacional, sino también en torno al valor del dólar o a las exportaciones agrícolas-, que el despliegue y la unidad en la cuestión de los euromisiles se han convertido en el símbolo de la solidaridad atlántica. Hasta el Gobierno español se ha visto obligado a hacer gala de comprensión. Un paso atrás de la OTAN en este tema significaría el fin de esta alianza tal comóla conocemos, permanentemente en crisis. Por todo ello, si hay una solución en Ginebra, será tan sólo parcial.
3. Es absurda una negociación restringida al ámbito de las fuerzas nucleares intetinedias lanzadas desde tierra (INF), al margen de otros sistemas.
La doble decisión de 1979 contemplaba que las negociaciones sobre los euromisiles se llevarían a cabo dentro del marco general de las SALT (Conversaciones para la Limitación de Armas Estratégicas; hoy, START, Conversaciones para la Reducción de Armas Estratégicas), pero esta noción se la llevó el mar. Sin embargo, sin las limitaciones impuestas por las negociaciones superiores, un acuerdo sobre INF quedaría sin sentido. De hecho, la URSS se apoyó en los acuerdos SALT para desarrollar sus S S-20, -con un alcance máximo que les hacía no entrar a formar parte del acuerdo. ¿Se pueden desligar dos tipos de misiles de toda una gran panoplia que contempla cohetes intercontinentales, sistemas marítimos, bombarderos con armas nucleares o incluso armas de menor alcance? El sentido común parece ofrecer una respuesta negativa.
Tanto es así, que durante el paseo por los bosques helvéticos de los negociadores Yuri Kvitsinski y Paul Nitze, éstos sugirieron una solución que, a pesar de parcial, parece más inteligente: 225 sistemas intermedios para cada parte, dentro de cuyo máximo se establecía un techo de 75 misiles. La solución permitía jugar con bombarderos.y otros. EE UU renunciaba al despliegue de los Pershing 2 en su totalidad.
4. La URSS no pensaba estar provocando un verdadero desequilibrio al comenzar el de liegue de los SS-20.
Ésta es una tesis que no se desecha -ni mucho menos- en medios diplomáticos de la OTAN, y que ha desarrollado recientemente un eminente sovietólogo norteamericano como Raymond L. Garthoff, que califica la decisión soviética de natural. Los soviéticos estaban modernizando un arsenal obsoleto e hicieron uso dela última tecnología de que disponían. Las ventajas políticas de este cohete relativamente móvil, rápido y de gran precisión (aún más lo es el Pershing 2) llegaron después. Del mismo modo, los soviéticos están modernizando sistemas de menor alcance con los S S-2 1, SS-22 y SS-23, de los que se habla poco. Por el momento. Varios expertos norteamericanos han negado que los SS-20 hayan supuesto el incremento de poder soviético denunciado por Reagan.
5. Londres, París y Washington se niegan a incluir los sistemas balísticos franceses y británicos en estas negociaciones, cuando de hecho están implicados en la defensa de Europa occidental.
La URSS ha propuesto reducir -ahora parece que desmantelar- sus SS-20 hasta una cifra de 162, que corresponde a los sistemas franceses y británicos, que a su vez están siendo modernizados con misiles más potentes, con más cabezas y con mayor alcance. Los cohetes británicos están asignados a la OTAN, aunque sean independientes. Más nacionales son los franceses. Pero si el Tratado del Atlántico Norte no bastara, Francia y el Reino Unido están ligados a otros países europeos por un pacto teórico que va más allá de la OTAN: el de la Unión de Europa Occidental, cuyo artículo 5 señala que, en caso de que uno de los firmantes fuera objeto de una agresión armada en Europa, los otros le ayudarían "con todos los medios, militares y otros". Esta tesis es la que mantiene Moscú.
6. Aunque ahora varios Gobiernos europeos piensen que los euromisiles aumentarán la disuasión y la seguridad, el tiro podría salir por la culata.
Nada garantiza que, en caso de crisis abierta, EE UU utilizara estas armas contra objetivos del Pacto de Varsovia que no estuvieran en la URS S, santuarizando así el territorio soviético para evitar represalias de la URSS contra el propio territorio norteamericano. Para evitar una guerra general, ambas superpotencias podrían librar su batalla limitada en territorio europeo.
7. Hasta ahora la partida se ha jugado de cara a la opinión pública.
Comenzó por un cambio muy sutil. Ya no se habla de TNF (armas nucleares de teatro), sino de INF, para no espantar al público. Las declaraciones de ambas partes se han hecho en los foros públicos. Por zarte de EE UU, primero fue la opción cero, que se sabía no sería aceptada. Luego, la opción intermedia o interina: igual número de eurocabezas nucleares. para ambos, pero no se cuentan los sistemas británicos ni los franceses, sabiendo también que sería rechazada. Por parte soviética no ha habido prácticamente ninguna novedad desde el principio, aunque falla la memoria colectiva. El único punto nuevo ha sido que este verano Moscú ha hablado por primera vez de desmantelar, y no sólo retirar, parte de sus SS-20 si hay un acuerdo. Los soviéticos han indicado, por otra parte, estar dispuestos a contar cabezas nucleares y no cohetes o sistemas de lanzamiento. Nunca lo habían negado. Y si la negociación se ampliara a otros tipos de armas nucleares -como finalmente parece que forzará la situación-, el cómputo de las cabezas les favorecería.
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