Los orígenes profundos del candidato
Cela regresó a su tierra anteayer, en una vuelta que ya es habitual en él desde hace muchos años. Vuelve a su origen para encontrar la clave de su imaginación. Fue en un programa de Televisión Española, Ésta es mi tierra. Meigas, trasgos, duendecillos y otros pobladores de la enramada gallega fueron utilizados como claves míticas para reconstruir el paisaje de su infancia en la localidad coruñesa de Iría Flavia, a la que describió como epicentro de un área geográfica "en la que ha nacido, si no toda, sí una gran parte de la literatura gallega de todos los tiempos" en la que ha sido la última intervención pública del académico.Irónico y jocundo, Cela cumplió de modo no exactamente ortodoxo el convencional papel de guía turístico, menos interesado en los pormenores de la historia local -salvo en la parte que tocaba al apóstol Santiago y la improbable reina Lupa- que en destacar la insólita producción de literatos de la zona, superior incluso a la de "frailes, pimientos y lampreas", que le dan fama.
El escritor recordó que bastaría trazar un círculo de "cuatro leguas de radio", con punto de partida en Padrón, para incluir en su interior los lugares de nacimiento de una interminable nómina de autores: desde Rosalía de Castro hasta Ramón María del Valle-Inclán, pasando por Alfonso Castelao o los Camba, entre otros menos conocidos. Se detuvo especialmente en la descripción de la figura del trovador medieval Macías, o namorado, "que murió alanceado como un toro en celo".
Cela citó también, en aparente concesión a la mitología local, la llegada del apóstol Santiago a Padrón en una barca de piedra, "que flotaba de milagro, porque para eso exactamente son los milagros", y la recogida de su cadáver por la legendaria reina Lupa, "que supo llevar amorosamente a aquel hombre tan ajeno a nuestras tradiciones celtas hasta el último confín de Occidente". A bordo él mismo de una barca sobre las aguas, "de insospechada densidad teológica y filosófica", del río Sar, Cela tuvo un recuerdo para el vecino río Ulla, en el que las andanzas apostólicas fueron sustituidas por las de "múltiples meigas, trasgos, duendecillos y fantasmas de la enramada gallega", entre los que no olvidó citar a la santa compaña, "prima hermana de la niebla".
Desde el cementerio donde reposaron en un tiempo los restos del apóstol Santiago y Rosalía de Castro -ahora en Santiago-, Cela lamentó la pasión necrófila de los compostelanos, "que poco a poco nos van robando nuestros muertos. Los santiagueses", explicó, "son buenos rapaces, pero se nos van llevando nuestros cadáveres 31 poco a poco nos dejan despoblados de recuerdos". El escritor recordó también que en una esquina del cementerio se celebraban los bailes de su juventud, "porque era el sitio donde no nos atropellaban ni el tren ni los autobuses de Castromil". "Siempre es un deporte gracioso el canto a la vida al lado de la presencia de la muerte".
Cela completó su descripción de la comarca con la relación de algunos topónimos sobrecogedores, como el de la aldea de Extramundi.
"Más al norte de este lugar de Extramundi, fuera del mundo", concluyó el escritor, "está Finisterre, el Fin de la tierra, y ahí se termina todo. A continuación viene la mar tenebrosa, que nadie todavía ha cruzado y de la que no hay sino noticias muy vagas".
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