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La difícil tarea del 'grupo de Contadora'

Eliminar el tráfico clandestino de armas, impedir que se use el territorio de un Estado para agredir a otro, sacar a los asesores militares extranjeros, frenar la carrera armamentista y respetar el derecho de cada nación a determinar su proceso político, son algunos de los términos en que se plantea el diálogo por la paz en Centroamérica.Sobre cada punto tienen los cinco países del istmo su propia lista de agravios y también algunas culpas, aunque rara vez se reconozcan. Esa es la tarea casi imposible que se ha impuesto el grupo de Contadora como punto de partida de una negociación responsable.

Nicaragua es, sin duda, la pieza clave de esta negociación, en buena medida porque los otros cuatro países han formado una especie de frente común al otro lado de la mesa. Al Gobierno sandinista le interesa sobre todo garantizar la" neutralidad de Honduras y Costa Rica ante su proyecto político Esto equivale, en otros términos, a desmantelar los campamentos que los grupos antisandinistas tienen en estos países y a cerrarles el paso por las fronteras.

En el capítulo del debe, El Salvador y Honduras (también Costa Rica, aunque en tono menor) acusan a los sandinistas de ser los desestabilizadores de la región.

Otra acusación frecuente es el esfuerzo armamentista que Nicaragua ha desarrollado desde el triunfo de la revolución. No hay razones internas, dicen, parajustificar un Ejercito que tiene más de 30.000 soldados y un mínimo de 100.000 milicianos.

Los dirigentes sandinistas han aceptado en sus declaraciones más recientes entrar a discutir la cuestión del apoyo a la guerrilla salvadoreña. De hecho, en los últimos meses parece haber terminado el paso de armas- hacia El Salvador. Pero entienden que su rearme debe ser negociado directamente con Estados Unidos, que es de donde les viene la amenaza más seria.

El Gobierno hondureño es el único que aún dice no haberse enterado de que en su territorio se .preparan combatientes antisandinistas, cuando ya ni el propio Reagan se esfuerza en ocultarlo.

Honduras plantea la cuestión en los siguientes términos: nosotros somos una democracia y los sandinistas no, luego ellos mienten. El mismo argumento les sirve para negar que se violen los derechos humanos en su país, aunque haya una lista comprobada de 36 desaparecidos.

Títere de Reagan

En repetidas ocasiones el Gobierno hondureño ha rechazado el patrullaje conjunto de la frontera que proponían los sandinistas. A cambio ofrecieron una supervisión de todas las instalaciones militares de ambos países a cargo de la Organización de Estados Americanos (OEA), a sabiendas de que esto era inaceptable -para Managua, ya que equivalía a introducir observadores norteamericanos en sus cuarteles. Detrás de la actitud hondureña está la mano de Washington, que ha convertido al Gobierno liberal de Roberto Suazo en su títere regional, sustituyendo el papel ejercido en otro tiempo por Somoza.

El Gobierno costarricense de Luis Alberto Monge, que en sus primeros meses sé alineó junto a la Administración Reagan, ha evolucionado hacia la neutralidad característica de su política exterior. La falta de un ejército propio dificulta el control de la frontera, lo que el grupo de Contadora trata de subsanar parcialmente con la presencia de observadores civiles.

Entre los costarricenses existe preocupación por el armamentismo nicaragüense, porque de ese país les llegaron las únicas invasiones sufridas en su historia. Pero lejos de prepararse para una guerra, sus ciudadanos quieren que el Gobierno llegue a un acuerdo diplomático duradero con los sandinistas.

En el caso salvadoreño, que ha pasado a segundo término en el conjunto de la negociación, el grupo de Contadora querría entrar de alguna forma a intentar una solución política de su guerra civil, pero nadie ha encontrado la fórmula para introducir el tema en unas negociaciones de carácter internacional. El Gobierno de Managua se niega obstinadamente a que una cuestión interna se introduzca en el temario de la reunión. Los promotores del diálogo son conscientes, sin embargo, de que no habrá una paz estable en la zona mientras se siga combatiendo en El Salvador.

Guatemala, que tiene su propio conflicto interno, permanece un tanto al margen de los contenciosos regionales, por su propio aislamiento geográfico. Esto, y la errática política de su presidente, Ríos Montt, hacen que lo mismo parezca un día dispuesta a negociar con los sandinistas y el otro esté a punto de sumarse a una "guerra de liberación" contra el comunismo.

Junto a los temas de fondo, la negociación entraña serias dificultades de procedimiento por la heterogeneidad de su agenda. Finalmente, todos parecen haber admitido que se negocien bilateralmente las cuestiones bilaterales (problemas fronterizos entre Nicaragua y Honduras) y multilateralmente las de ámbito regional (armamentos y asesores extranjeros).

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