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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El hombre del cambio en Argentina

UNA CIERTA incoherencia ideológica, una formación heterogénea y cambiante dan a la Unión Civil Radical, de la República Argentina, bastantes probabilidades de formar el Gobierno de transición y regreso a la democracia cuando los militares encuentren la resignación suficiente para abandonar del todo un poder que han dilapidado. Su dirigente, Raúl Alfonsín, ha pasado unos días en España, donde ha buscado no sólo el apoyo de nuestro país, sino la capacidad de Felipe González como puente con los países europeos del cambio que pudieran apoyar esa opción (frente a la peronista o posiblemente con alguna forma de colaboración con ella: los peronistas aún son la primera fuerza política argentina) no sólo para que llegue al poder, sino para poder comenzar a salir después de la catastrófica situación económica (una deuda. exterior de 230.000 millones de dólares). No es la primera vez que los radicales, en su ya larga historia, tienen que negociar con los militares un regreso a la democracia -la última, con el general Lanusse, en 1971 (que se desbarató por la fuerza del general Perón)-, ni tampoco que pactaran con los peronistas (la creación del movimiento Hora del Pueblo por el mismo Alfonsín, con Ricardo Balbín, y la del Movimiento de Integración y Desarrollo, de Arturo Frondizi, representante de otra ala de la UCR).La UCR tiene noventa años de experiencia como movimiento y por lo menos veinte de gobierno (el presidente Yrigoyen, en 1916). Se formó, un poco al ejemplo de los radicales franceses, como un aparato electoral más que como una ideología política, como una respuesta a las antiguas oligarquías y a los cacicatos rurales, con el lema eterno de la lucha contra la corrupción, reclutando sus seguidores en una amplia clase que iba desde la pequeña burguesía a los trabajadores urbanos; a veces con un cierto populismo (como el mismo Yrigoyen practicó), buscando la unidad de sus afiliados en lo que se llamó política de comité. Dividida y subdividida varias veces, reunida otras, sufrió los problemas característicos de esta clase de movimientos: su última fuerza estuvo en la UCRP (del Pueblo) sobre la UCRI (Intransigente); reunía esta última a los quizá más izquierdistas (sin que nunca la definición estuviese clara, como nada dentro de la UCR), mientras la del Pueblo, emparentada con los liberales, aparecía como lo que podríamos llamar menos a la izquierda o más a la derecha. De esa rama procede Alfonsín y su antiguo Movimiento Renovación y Cambio: la palabra cambio tiene su magia actual en Europa y América Latina, y se manifiesta ahora como una tendencia socialista; es decir, con un socialismo como los que ahora parecen redefinirse en Europa y hacer su entrada en América Latina como solución frente a la dictadura, de una parte, y al revolucionarismo, de otra. Viejas ambigüedades, nuevas posiciones que parece reasumir en estos momentos Raúl Alfonsín, que le caracterizan como candidato a la presidencia -una vez restablecidas las condiciones democráticas- por la UCR; si alcanza ciertos acuerdos básicos con los peronistas, como muy posible presidente. Pese, tal vez, a Reagan, que sigue prefiriendo para el continente regímenes más fuertes y más a la derecha; pero en eso está todo el problema general de la transición de América Latina y de cierta pugna entre Europa y Estados Unidos (pugna que tal vez desaparezca- el día en que desaparezca Reagan).

Alfonsín, en Madrid, se ha mostrado interesado por los pactos de la Moncloa, que parecen indicarle un camino a seguir para la transición entre una dictadura y una democracia; por la forma en que se ha realizado aquí la lucha contra la desestabilización (que podría aparecer en Argentina después del cambio para no dejar concretarse la democracia). Se ha mostrado- parco en el tema de la aplicación de la justicia sobre los crímenes de la dictadura ("un cuidadoso estudio...") y más discreto aún sobre el tema de las Malvinas, aunque indudablemente claro en su oposición a Reagan. Pero sobre todo ello trabaja para la posibilidad de una restauración de la confianza económica internacional, sin cuya ayuda no podría subsistir ni unos meses en la presidencia. Se ofrece para obtener el cambio y la posibilidad nada remota de que el cambio en Argentina produjera poco a poco el de otros países americanos en situación similar. Son muchos los problemas que debe superar Alfonsín, y muchos los azares y los acontecimientos posibles, antes de llegar a gobernar Argentina; pero se muestra como un político hábil y posibilista y, por tanto, posible él mismo.

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