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Reportaje:DESIGUAL RESPUESTA DEL MUNDO DE LA CULTURA ANTE LA SITUACIÓN DE POLONIA

Norteamérica está más sensibilizada por El Salvador

En Estados Unidos el golpe de Polonia tuvo un gran eco periodístico. Desde entonces, el público americano ha estado ampliamente informado, con grandes espacios en periódicos, revistas, radio y televisión dedicados al tema siempre desde un ángulo de apoyo al pueblo polaco y de críticas al Gobierno de Jaruzelsky y a la URSS. Esta uniformidad de puntos de vista ha originado, según informa desde Nueva York Soledad Alvarez-Coto, que allí no se haya producido ninguna controversia en torno a la intervención de la URSS, como ha podido pasar en Francia o Italia.La reacción de los intelectuales ha sido, pues, unánime, pero también escasa. Los intelectuales americanos no se movilizan, como en Europa, con comunicados y mítines. Además, están más sensibilizados por el tema de El Salvador que por el polaco.

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Influye en esta actitud el hecho de que Reagan y su Gobierno han tomado la iniciativa de la defensa del pueblo polaco.

La paz para Europa, piensan en Bélgica

Distinta ha sido la respuesta de la intelectualidad belga, país en el que cerca de trescientos intelectuales firmaron un "manifiesto de solidaridad con el pueblo polaco", que refleja la inquietud que los acontecimientos polacos han provocado en los medios culturales de este país, sede tanto de la Alianza Atlántica y de la Comunidad Económica Europea, como de centrales sindicales internacionales y de decenas de movimientos europeos en defensa de los derechos humanos. El manifiesto, que afirma solemnemente que "la libertad polaca es la paz para Europa" y que "el drama polaco no es un asunto interno", está firmado, entre otros por la escritora Susane Lilar (miembro de la Academia y uno de los escritores más famosos y apreciados en Bélgica) y el coreógrafo Maurice Béjart, informa desde Bruselas Soledad Gallego-Díaz.

Los belgas, a los que se supone, con razón, firmemente asentados en la moderación política y en el formalismo social, poseen, pese a todo, un elevado grado de sensibilidad (aunque no tanta como sus vecinos los holandeses) frente a los problemas derivados de la violación de los derechos humanos y reaccionan generalmente bien frente a campañas de solidaridad con los pueblos, de América Latina y del sureste asiático sometidos a sangrientas dictaduras.

El caso polaco, tal vez por la proximidad y por sus efectos en un tema tan importante para este país como las relaciones Este-Oeste, ha conseguido, incluso, movilizarlos a nivel de calle, con una nutrida asistencia (nutrida en proporción con las dimensiones del país) a las manifestaciones de solidaridad con los militantes del sindicato independiente polaco encarcelados.

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