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El claustro del instituto Cervantes de Madrid solicita la rehabilitación de Antonio Machado como catedrático

Fue desposeído del título después de su muerte en el exilio

Hoy, sábado, el claustro de profesores del instituto Cervantes, junto al ministro de Educación y el alcalde de Madrid, solicitará formalmente la rehabilitación de Antonio Machado como catedrático, después de que fuera expulsado de este cuerpo a consecuencia de la depuración aplicada post mortem el 24 de mayo de 1941, dos años después de morir exilado en suelo francés.

Como acto previo a esta petición oficial, ayer, viernes, participaron en una mesa redonda sobre la figura de «Antonio Machado, profesor», cuatro de los compañeros en su labor de enseñante: Alberto Sánchez, catedrático de Literatura; Matilde Moliner, catedrática de Historia y compañera de Machado en las Misiones Pedagógicas; Elena Gómez Moreno, catedrática de Geografía e Historia, y Rafael Lapesa, catedrático de Literatura y compañero de Antonio Machado en el instituto Calderón de la Barca.Alberto Sánchez, quien no llegó a coincidir con Machado en el instituto Cervantes, contó que un compañero de ambos, el profesor de Filosofía Manuel Cardenal, le aseguró que las causas de que Machado hubiera solicitado el traslado desde el instituto Calderón al Cervantes se debían a que le desagradaba profundamente impartir clase en un edificio que había pertenecido a los jesuitas. El instituto Calderón retornó, en efecto, en 1939, a manos de la Compañía de Jesús, y no volvió a ser utilizado como centro de enseñanza media hasta treinta años después. Sin embargo, Alberto Sánchez cree que el traslado se debió más a la admiración que Machado sentía por Cervantes y a lo poco que estimaba a Calderón, al que consideraba una muestra del filologismo rimado, de la escolástica y de un pasado definitivamente muerto. En sus escritos -prosiguió Alberto Sánchez- habla de Cervantes como de un milagro del genio de la palabra, y nunca escatimó elogios para el autor del Quijote en publicaciones tales como la revista Hora de España o en obras propias, como Mairena.

«Fue un poeta-profesor que no tuvo reparos en rellenar instancias, pegar pólizas o pasar por oposiciones. Como enseñante, su labor fue importantísima y se nos hace inconcebible el estrabismo político de una Administración, llena de prejuicios y anatemas, que el 24 de mayo de 1941 no dudó en aplicar una legislación hitleriana y después de muerto depurar del cuerpo de catedráticos, con pérdida de derechos pasivos, a una personalidad de la altura de Antonio Machado.

Matilde Moliner, visiblemente emocionada, habló de la educación recibida por ella en la Institución Libre de Enseñanza, donde, aunque no coincidió en el tiempo, también asistió Antonio Machado. Contó que la educación recibida allí no tenía nada de memorismos, sino que la reflexión y la deducción fueron las bases de la formación. «Bajo esos mismos principios, nos educamos Antonio, su hermano Manuel y yo misma».

Matilde Moliner habló después de las distintas etapas de enseñante por las que pasó Machado. De su experiencia en Soria afirmó que había sido decisiva la influencia del paisaje y la forma de ser de los sorianos, «de ese paisaje que ahora puede desaparecer a favor de una carretera». Prosiguió su trabajo como profesor en Segovia, en el Calderón de Madrid y, en 1935, llegó al instituto Cervantes, que abandonaría solamente a causa de la guerra civil.

Con todo, Matilde Moliner señaló que su recuerdo más importante de Machado fue el trabajo que conjuntamente realizaron en el patronato de Misiones Pedagógicas, creado por la República. «Seleccionábamos los libros que formaban las bibliotecas rurales. Era muy hermoso», dijo, «ver cómo gentes humildes se emocionaban con los poemas y romances que les leíamos».

La emoción no dejó a Matilde Moliner seguir hablando de estos trabajos y concluyó lamentándose de que Machado tuviera que trasladarse de Madrid a Valencia, de aquí a Barcelona y, finalmente, rebasar la frontera con Francia, donde moriría en 1939.

Elena Gómez Moreno, compañera de Machado en el instituto Calderón, narró su recuerdo juvenil y la emoción que le produjo conocer a Antonio Machado, una de las personas más importantes en su memoria. Elena Gómez se centró en la descripción física del poeta-profesor que ella conoció, para decir que no era ni joven ni guapo, como ella se lo había imaginado. «Tenía la frente más blanca que la cara; era alto, grandón, siempre vestido de negro; fumador incansable y con un gracejo sevillano de buena cepa que hacía las delicias de todos los que le conocíamos.

Rafael Lapesa reseñó la importancia humana y los valores de Machado profesor, y manifestó la necesidad urgente de que sea inmediatamente rehabilitado en el cuerpo de catedráticos.

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