Un general puede presidir la apertura política en Uruguay
El teniente general Gregorio Alvarez parece haber recibido, en reuniones de alto nivel, el consenso de los responsables militares del régimen uruguayo para ser designado presidente de la República antes del próximo 1 de septiembre, día en que finaliza el mandato otorgado por las Fuerzas Armadas al presidente civil Aparicio Méndez. Este fue puesto en el cargo en igual, día de 1976, por un período de cinco años.Después del plebiscito consiitucional del pasado 30 de noviembre, cuando el programa político de las Fuerzas Armadas fue rechazado por una gran mayoría del voto popular, se hizo necesario buscar un mínimo acuerdo para ofrecer una salida a la situación, que contemple mejor las aspiraciones democráticas expresadas por el pueblo uruguayo.
A tenor de las informaciones recibidas desde Montevideo, que vienen a coincidir con versiones recogidas en el exterior, la designación del teniente general (retirado) Gregorio Alvarez para ejercer la presidencia de facto se produciría en el contexto de la nueva operación aperturista en marcha, que están protagonizando los sectores castrenses más dialogantes y la oposición política.
El teniente general Alvarez había visto eclipsarse una siempre incierta estrella política tras su efimero paso por el cargo de comandante en jefe del Ejército, que tuvo que abandonar en menos de un año por razón de su antigüedad en el grado de general. Cabeza visible de una indefinida tendencia nacionalista o populista dentro del Ejército uruguayo, Alvarez fue uno de los jefes más activos en la preparción y ejecución del golpe de Estado que derribó las instituciones democráticas en 1913.
Su papel como inspirador y prímer secretario del Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) y una supuesta oposición a la línea económica ultraliberal sostenida hasta. ahora por el gobierno han conferido al general Alvarez un aura de elemento político casi única en el Ejéfcito uruguayo.
Transición política
Casi como una ironía de la política, las circunstancias pueden ofrecer ahora al ambicioso y todavía joven militar -fue el general más joven de la historia del Ejército uruguayo- la acariciada y esquiva oportunidad presidencial.
Si cuajan las converesaciones entre civiles y militares, la probable presidencia del general Gregorio Alvarez sería un mandato de transición política que desembocaría en un régimen constitucional democrático. El primer paso sería la aprobación de un estatuto que reglamentara la actividad de los partidos políticos, habilitándose de inmediato el funcionamiento de, por lo menos, los dos tradicionales (Blanco y Colorado) y convocándose seguidamente la elección de una Asamblea Nacional constituyente.
El eventual Gobierno de Gregorío Alvarez -de quien se dice que tendría ya ultimado su equipo ministerial- pondría en ejecución este mismo año una política económica que rectificaría radicalmente la seguida hasta la fecha, procurando rehabilitar la rentabilidad de los sectores básicos de la economía uruguaya, tradicionalmente agrícola-ganadera, y corregir la desigual distribución de los ingresos.
La solución política en su conjunto, no obstante, dista aún mucho de mostrarse con claridad a los ojos de los observadores políticos. No hay que olvidar que Gregorio Alvarez se ha caracterizado siempre por menospreciar a los partidos en general y en particular a la clase política, a la que se jactó de haber alejado para siempre del escenario. Se recuerdan sus durísimas declaraciones, pocas semanas antes del plebiscito de noviembre, descalificando una vez más a los dirigentes de la oposición. Muchos se preguntan si Alvarez habrá cambiado de modo de pensar, sinceramente, después del 30 de noviembre.
Otros se permiten dudar del apoya y lealtad de los sectores ultras del Ejército, que en los últimos relevos de mandos han perdido notoriamente posiciones frente al avance de los moderados. Esto habría permitido el acuerdo sobre el general Alvarez, una figura que aquellos sectores parecen detestar y que sólo aceptarían en honor a un espíritu de disciplina antes nunca quebrantado.
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