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Próxima aparición del "Diccionario etimológico y complementario del catalán"

Obra exhaustiva del profesor Joan Coromines

Cualquiera de estas obras justificaría años y años de trabajo de todo un equipo de romanistas de primerísima fila. Cualquiera de ellas justificaría toda una vida de trabajo de una sola persona. Lo increíble es que todas ellas sean obra de la misma persona, la cual, además, ha llevado a cabo infinidad de trabajos científicos que sitúan a Joan Coromines en la cumbre de la romanística mundial.Hacia el año 1983 aparecerá el último de los volúmenes del mencionado Diccionario etimológico y complementario catalán. (La palabra «complementario» expresa que compiementa a los diccionarios de Pompeu Fabra y de Alcobé i Mollcon nuevas palabras allí omitidas.) El último volumen del castellano e hispánico, ya totalmente redactado, lo hará a finales de 1980. Terminados ambos trabajos, Joan Coromines, que cuenta en la actualidad con 74 años de edad y trabaja unas catorce o quince horas diarias, sin casi ninguna ayuda, piensa dedicarse a la edición del Onomasticon cataloniae, impresionante trabajo de encuesta y estudio, ya llevado a cabo y sólo pendiente de edición, que agrupa a unos 400.000 topónimos de todo el ámbito lingüístico catalán (Cataluña, Islas Baleares, País Valenciano y Rosellón francés), explicados desde un punto de vista etimológico y lingüístico. Aparecen todos los nombres de accidentes geográficos naturales (montañas, ríos, etcétera) y los debidos a la acción del hombre (ciudades, caminos, monumentos, etcétera) con explicaciones del origen de su denominación.

Joan Coromines nació en Barcelona en 1905. Es hijo del escritor y político Pere Coromines. Al igual que su padre, sus convicciones personales son un catalanismo a toda prueba. Joan Coromines estuvo relacionado con el grupo independentista catalán que presuntamente intentó en 1925 atentar contra la vida del rey Alfonso XIII cuando el tren real pasara por las costas de Garraf, al suroeste de Barcelona. Ello le obligó a un primer exilio en Suiza, en Zurich exactamente, donde pudo tener como profesor al gran lingüista Jakob Jud. Se doctoró por la Universidad de Madrid en. 1931 con una tesis sobre Vocabulario aranés, que ya había leído tres años antes, a los veintitrés años, y cuyo precedente es el trabajo Etimologías aranesas, publicado a los veinte años de edad.

Estuvo presente, fusil al hombro y al lado de Margarita Nelken, en el asalto del cuartel de la Montaña de Madrid, en julio de 1936. Discípulo de Pompeu Fabra, éste lo introdujo en las oficinas léxico-gráficas del Institut d'Estudis Catalans, al tiempo que pasaba a ser profesor numerario de Filología Románica de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La derrota de la República obligó a Joan Coromines a tomar el camino del exilio y, desde luego, a perder su cargo universitario. Vivió primero en París y luego en Argentina, donde fue profesor de la Universidad de Cuyo hasta 1948, en que pasó a serlo de la Universidad norteamericana de Chicago, en la cual permaneció hasta su jubilación.

El 3 de marzo de 1967, y para vergüenza del franquismo, Joan Coromines -figura ya totalmente consagrada a nivel mundial de la romanística- era detenido a la salida de un acto universitario celebrado en la facultad de Derecho de Barcelona, en homenaje a Jordi Rubio, erudito catalán de renombre universal y también profesor represaliado de la Universidad Autónoma de Barcelona, al igual que Coromines. Debido a que entonces era portador de un pasaporte norteamericano Coromines, fue expulsado de España como un delincuente común.

Joan Coromines tiene tres grandes pasiones, de orden distinto, pero muy complementarias. Cataluña, la lingüística y la memoria de su padre, Pere Coromines, que, al igual que él, sirvió a Cataluña y a su lengua (juntos, padre e hijo, entre otras muchas cosas, tradujeron Terencio al catalán). Al ser la opresión lingüística la más brutal de las varias que sufrió la Cataluña contemporánea, se comprende la clara conjunción que en Coromines se da entre su ingente labor intelectual y sus convicciones cívicas.

Su estudio y conocimiento del catalán no le llevan a una visión estrecha o localista de la lingüística, sino a exactamente todo lo contrario. De ahí su profundo conocimiento de todas las lenguas ibéricas, compaginado además con un muy buen conocimiento de infinidad de otras lenguas -entre cuarenta y 45-, entre las que figuran el iraní, el árabe, el hurdu, el sánscrito, el pomeranio, el lituano, el ruso y tantas y tantas otras, vivas o muertas.

Entre 1947 y 1951, Coromines estuvo redactando su obra más importante de entre las publicadas -no así de las ya elaboradas-: el Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, el primero y único de dicha lengua. La primera edición fue publicada por Editorial Gredos, entre diciembre de 1954 y mayo de 1957. Los cuatro volúmenes totalizan 4.400 páginas, equivalentes, casi con total exactitud, a 13.200 folios mecanografiados de obra personal. Como su nombre indica, el diccionario consiste en el rastreo documental y de todo orden de todas las palabras castellanas desde sus antecedentes más remotos, con detalle de todas las influencias procedentes de todas las demás lenguas, redactado todo ello en un estilo muy conciso y estrictamente científico, pero además ameno y de fácil comprensión por el lector medianamente culto.

Este impresionante diccionario etimológico castellano es, en cierto modo y por así decirlo, una obra casi «involuntaria» o, cuando menos, fruto de unas circunstancias no buscadas por el autor. En efecto, desde 1927 Coromines estuvo recogiendo material para el Diccionari etimologic i complementari de la llengua catalana, que aparecerá el próximo mes. Su deseo hubiese sido publicar esta obra antes que la castellana, pero las circunstancias del exilio y de la represión contra la cultura catalana (con su obvia repercusión editorial) hicieron que Coromines tuviese que dar prioridad al diccionario etimológico castellano.

La historia de la palabra

«No es posible», escribe Coromines en el prefacio de su diccionario etimológico castellano, «fundamentar una etimología con el rigor indispensable hoy en día, después de cien años de lingüística científica, sin conocer a fondo la historia de la palabra, y ésta no se puede reconstruir sin un conocimiento global de la vida del vocablo a través de los siglos y a través de todo el espacio abarcado por la lengua castellana y aun por los idiomas hermanos y afines.»Aunque parezca increíble, Coromines no cuenta con la simpatía de lo que resulta ser la filología catalana oficial, es decir, la tendencia imperante en la sección filológica del Institut d'Estudis Catalans, a la que pertenece, pero a cuyas sesiones no asiste desde hace años. También hay que decir que la edición de su Diccionario etimológico y complementario catalán no ha contado con ninguna ayuda de la Generalidad de Cataluña, cuyo consejero de Cultura, en el momento de su nombramiento, desconocía incluso que Coromines estuviera en Cataluña y trabajando. Dicho diccionario será editado por Curial Edicions Catalanes, con ayuda económica -un préstamo ilimitado que no resultará inferior a los veinte millones de pesetas- de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros de Cataluña y Baleares.

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