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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fidel en su protohistoria

Por primera vez aparecen en España, publicadas por una editorial española, las Obras escogidas del primer ministro cubano, Fidel Castro. Las obras de Castro han sido publicadas por miles de ejemplares en La Habana, naturalmente, y en otros países de la Europa capitalista. Se trata, por lo general, de inflamados y emocionados discursos o de adquisiciones pedagógicas (o de las dos cosas al mismo tiempo, dicotomía ésta que refleja a la perfección el «estilo Fidel»).Como digo, por primera vez aparecen estas Obras que muy probablemente -y por ahora no podrán ser «completas». Lo mismo sucedió con las del Che Guevara y las de Ho Chi Min, publicadas por la misma editorial, que parece empeñada tras los ayunos pretéritos, en abastecernos de teoría revolucionaria, a buen precio y en breve tiempo.

Obras escogidas,

de Fidel Castro. Tomo 1.Editorial Fundamentos, 1976 256 páginas.

Contenido fundamental

Sería un tanto «naif» descubrir ahora el contenido fundamental y la significación de «La historia me absolverá»; autodefensa de Fidel ante el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba, tras el asalto del Moncada, pronunciado el 16 de octubre de 1954 la «Primera Declaración de la Habana» (y, después, la «Segunda». A la tercera tal vez vaya la vencida...), así como las «Palabras intelectuales» (1961), o la «Autocrítica de la revolución cubana» (1962). Esta significación puede el lector percibirla, sin necesidad de libros de historia, en la estricta y entusiasta cronología que se incluye al final del primer tomo.

Distancias siderales

Fácil resulta, en cambio, detectar hasta qué punto entre el joven idealista de 1953 y el gobemante severo e intransigente de 1962 median distancias siderales que cada uno puede evaluar y hasta juzgar sin recurrir necesariamente a la Historia, que suele ser el justificante ciego de los dogmáticos. Entre uno y otro Castro media, en efecto, un abismo, casi el mismo y de la misina profundidad que el existente entre el dirigente cubano de los años sesenta y el que hoy sigue dirigiendo los destinos de su país. ¡Qué lejos suenan hoy las palabras de Fidel a los intelectuales, qué remota parece aquella autocrítica de la revolución que en 1962 se atrevió a llevar a cabo! Para muchos, la inviabilidad de estas palabras ahora será, sin duda, signo de esclerosis; para otros, consecuencia lógica de una dinámica cada día más radical. Hasta los más renuentes críticos de la, experiencia castrista -aquella luz que pobló nuestra adolescencia política- parecen dispuestos hoy a justificar sus excesos por los resultados espectaculares, finalmente logrados. Tampoco en eso puede extrañarnos a nosotros, españoles del año 76...

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