La burguesía catalana renunció a la política en favor de los problemas económicos
La derecha catalana siempre se agrupó alrededor de personas (Enric Prat de la Riva y Francesc Cambó, esencialmente), más que en torno a programas o en el seno de partidos seriamente estructurados.En la trayectoria de la gran burguesía catalana bajo el franquismo cabe distinguir varias etapas. En la iniciada al terminar la guerra, nos encontramos con la expresión de una gran sensación de alivio, al recuperar sus anteriores propietarios las fábricas nacionalizadas mediante el decret de collectivitzacio i control obrer de la Generalitat, pero paralelamente se dio en aquel período lo que un actual ministro de la Monarquía solía llamar en privado posible mala administración en Cataluña de la victoria de 1939.
Hubo en efecto, como mínimo, mucho de eso. Hubo por increíble que pueda parecernos ahora, más restricciones eléctricas en la industrializada Cataluña que en otras zonas de base agraria (concretamente, en 1951, sólo se dieron en el Principado Catalán...), y las dificultades impuestas a la industria textil catalana podrían ser tema de varios libros.
Frente a ello, la gran burguesía catalana aceptó renunciar a plantear temas políticos a cambio de buscar discretamente la solución de los más urgentes problemas económicos. Victoria suya de gran alcance fue el Plan de Estabilización y la definitiva liquidación de la autarquía. Se iniciaba entonces una nueva etapa en que, alcanzada mínimamente la solución de los más agobiantes problemas económicos, se podía aspirar a plantear algún tema.
Un miembro del partido político catalán Convergencia Democrática de Catalunya, Antoni Forrella Sala, resume con su experiencia personal lo que fueron aquellos años para Cataluña, y, también, cuál fue la reacción de la burguesía alta y media, llena de pragmatismo: «cuando fui ingeniero municipal de Sabadell, estaba absolutamente prohibido instalar ningún nuevo telar..., pero me las ingenié para que doblaran su número».
Visto ya cómo fue necesario dar prioridad a los temas económicos, no es de extrañar que los primeros balbuceos de la alta burguesía catalana en el terreno de la política estuvieran impregnados de economicismo. Aludimos, muy concretamente a Banca Catalana y su fundador, Jordi Pujol, de quien hablaremos más ampliamente.
Hubo y hay, desde luego, quien llega a la política mediante su presencia en los mecanismos económicos, pero también existe quien lo hace a través de la cultura y, finalmente, quien se queda en el terreno estrictamente económico. Todos estos casos se han dado en la derecha catalana. Ejemplo de la beligerancia de la cultura es Omnium Cultural y, caso claro de la permanencia en el terreno económico es Pedro Durán Farell.
Omnium Cultural nació con el fin de ayudar económicamente a la lengua y cultura catalanas, y mediante escritura pública otorgada el 11 de julio de 1961. Fueron sus fundadores Félix Millet Maristany, Lluis Carulla, Pau Riera Sala, Joan B. Cendrós y Joan Vaivent. Posee en la actualidad cerca de 25.000 socios, quienes, mediante sus cuotas mensuales, subvencionan clases de lengua catalana, premios literarios, el Institut d'Estudi Catalans y otras actividades de carácter folklórico, como son los coros y la sardana.
Por su parte, Pedro Durán Farel representa, como ya afirmamos, la figura del gran industrial de claras convicciones catalanistas, pero que, sin embargo, posee intereses que se mueven a nivel de todo el Estado español, e incluso, a nivel multinacional. La comparación con lo que fue el gran drama de Cambó es obvia. En él esta contradicción -o este doble plano- obra de forma a menudo conflictiva. Por un lado propugnó -y llevó a cabo- el diálogo con Comisiones Obreras, con el simple fin de tener interlocutores válidos en la empresa que, dirigía (La Maquinista Terrestre y Marítima) y que debía sacar de un atolladero de proporciones cósmicas. Por otro lado mantuvo una estrecha relación personal con Gregorio López Bravo y otros miembros del Opus Dei. Y por si todo ello fuera poco habría que mencionar sus actividades en el tema del gas natural, novedad tecnológica en nuestro país, altamente codiciada hace unos años. De ahí podrían arrancar los enfrentamientos entre Luis Valero Bermejo (actual secretario de la Confederación de Combatientes) y Durán Farell.
Resultado de tan complejo panorama es que Durán Farell ha quedado relegado a sus innumerables negocios, los cuales parecen ir viento en popa. No sería de extrañar, no obstante, que en un futuro próximo apareciese como hombre público. Dos aspectos concretos permiten formular este juicio: sus magníficas relaciones personales y su innegable carisma personal en lo que hace referencia al trato directo.
En los últimos tiempos del franquismo apareció en Cataluña un grupo que pretende ser embrión conservador catalán: el «Club Catalonia». Sus dirigentes son Joan Dexeus, Juan Antonio Maragall, Carios Sentís (director general de Coordinación Informativa) y otros. El grupo ha sufrido recientemente una primera escisión con la autoexclusión del señor Millet i Bell, que fue íntimo colaborador de Francesc Cambó y que parece dispuesto a crear un partido que llevaría el nombre de Lliga Liberal Catalana.
El nombre de Lliga, como se ve, vuelve al firmamento político catalán. Lo que no ha reaparecido es un nuevo Cambó. Sin él, no habrá derecha catalana capaz de hacerse oír.
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