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Los Andes, cordillera de la literatura en español

Novelas, cuentos y cómics de Liliana Colanzi, Mónica Ojeda o Alejandro Barrientos y Joaquín Cuevas renuevan el interés por la región que acoge el Congreso Internacional de la Lengua Española en Arequipa

Caio Ruvenal

El cronista de la Conquista Pedro Cieza de León se asombró de las civilizaciones que habitaban las inhóspitas laderas de los Andes. “Había subidas tan altas y ásperas que salían de lo bajo escalones para poder subir por ellos a lo más alto, haciendo entre medias de ellos algunos descansos para el reposo de las gentes”, escribió en su Crónica del Perú. Casi quinientos años después, atraviesa una gran vitalidad el interés por las sociedades andinas, principalmente del eje Ecuador, Perú y Bolivia, núcleo geográfico y más elevado de la cordillera, y su apropiación de un territorio agreste desde el que perviven tradiciones milenarias. Un nuevo hito de esta renovada atención se marcará el martes 14, cuando, por primera vez, la región acoja en Arequipa (Perú) el X Congreso Internacional de la Lengua Española.

Los Andes crecen como centro narrativo. Prueba de ello es la presencia en influyentes premios internacionales de autores que no solo ambientan sus historias en ese territorio, sino que escriben desde él. Al mismo tiempo, crece el reconocimiento por las lenguas nativas aimara y quechua. Esta última se enseña ya en 16 universidades públicas y privadas de Estados Unidos, y recientemente se han traducido a ella clásicos como el Quijote. Además, colaboraciones entre instituciones de América y España han permitido recuperar manuscritos coloniales de personajes emblemáticos del Virreinato del Perú, como el caudillo indígena Túpac Amaru o el cronista Bartolomé Arzáns de Orsúa.

La potencia narrativa de la zona “está ahí hace harto, pero se está profundizando ahora”, señala la escritora boliviana Liliana Colanzi, última ganadora del premio Ribera del Duero y del galardón danés Zinklar. Atómito es uno de los cuentos de su libro Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de Espuma, 2022), que ambienta una distopía de ciencia ficción en El Alto, la urbe boliviana más elevada de Sudamérica, a más de 4.000 metros de altitud.

Futurismos andinos

El Alto tiene una capacidad de desafiar todos los lugares comunes y reinventarse. Surgió a fuerza de autogestión comunitaria y en pocas décadas se convirtió en uno de los centros de poder de Bolivia, a pesar del olvido del Gobierno y del racismo”, describe Colanzi sobre esta población de mayoría aimara que, pese a fundarse en 1985, ya es la segunda ciudad boliviana con más habitantes. La tensión entre la ritualidad ancestral y la modernidad que sobrevuela la localidad ha llevado a varios creadores a imaginar un futuro posapocalíptico, donde la supervivencia de los ritos impregna de misticismo los relatos, como sucede en el cómic Altopía (2022), de Alejandro Barrientos y Joaquín Cuevas.

La ecuatoriana Mónica Ojeda, reconocida por la revista Granta en 2021 como una de los 25 mejores narradores en español menores de 35 años, reinterpreta los símbolos andinos en su novela Chamanes eléctricos en la fiesta del sol (2024). La milenaria celebración del sol, el Inti Raymi, se transforma allí en una fiesta-rito de varios días de música electrónica, que tiene lugar a los pies del volcán inactivo Chimborazo, entre páramos que se extienden infinitamente y un viento crudo que corta la piel. La descripción de Ojeda del entorno evidencia el mismo asombro ante lo deslumbrante del territorio que expresaron los cronistas españoles en el siglo XVI.

Retazos de los indomables picos nevados de los Andes y de sus valles son los recuerdos más claros que conserva el escritor gallego Primitivo Carbajo del viaje que realizó entre 1989 y 1990 por Ecuador, Perú y Bolivia. Como parte de un proyecto por el quinto centenario de la llegada de Cristóbal Colón a América, siguió los pasos de los cronistas de la Conquista para actualizar la mirada peninsular sobre estas tierras. La publicación nunca se llevó a cabo, pero fue rescatada décadas después en su libro Derrotas andinas (2021). “No me sorprende en absoluto que [el entorno geográfico] sea materia de inspiración. Es apabullante, al mismo tiempo amenazante y bello. Y, sobre eso, la humanidad, las poblaciones que habitan esa naturaleza tan desbordante”, afirma.

Pervivencia del colonialismo

La segunda imagen que permanece nítida en su memoria es la del racismo. Los países que conforman el corazón geográfico de la cordillera de los Andes son los que tienen mayor porcentaje de población indígena en Sudamérica. Los indígenas y campesinos son los sectores más vulnerables y de menores recursos: solo alrededor del 4% al 6% de los peruanos cuya lengua materna es originaria acceden a la educación universitaria. “En mi viaje, el escritor Jorge Enrique Adoum me contó que, para el aniversario de una gesta libertaria, invitaron a un coro indígena para cantar el himno nacional en quechua. No pudieron hacerlo porque no los dejaron pasar al hotel en Quito”, cuenta Carbajo.

La administración pública colonial, jerarquizada según la herencia española, dejó profundas secuelas, reconoce el autor. Pero también se reprodujo en las repúblicas un “colonialismo interno”, como lo denominan los historiadores, al no incluir a los indígenas en sus proyectos nacionales. La explotación del Cerro Rico de Potosí (Bolivia), que con sus vetas de plata sostuvo económicamente a los virreinatos sudamericanos, continúa perpetuando un sistema de desigualdad y pobreza: los que se someten a muchas horas de trabajo dentro del socavón frente a quienes reciben las grandes regalías. Así lo relata en su crónica Potosí (2017) el periodista vasco Ander Izaguirre.

Monica Ojeda

La academia y los entornos intelectuales intentan revertir esta tendencia revitalizando las lenguas originarias. El PEN Quechua fue reconocido en 2021 y, entre 2011 y 2019, se entregó en Bolivia el Premio Guamán Poma de Ayala de Lenguas Originarias. A ello se suma la publicación de numerosas antologías de poesía en quechua, como La vocación del abrazo (2025), o el poemario en aimara Kirki Qhañi (2022), de Elvira Espejo. Pero los esfuerzos también surgieron desde la sociedad civil, con tiktokers quechuas o raperas aimaras, como señala el poeta y profesor peruano Odi Gonzales, fundador del programa de quechua en la Universidad de Nueva York.

“No se puede ignorar que gran parte de los quechuahablantes son iletrados; ellos o ellas no podrán leer, pero pueden escuchar si alguien les lee en su idioma. El buen traductor de una lengua oral aglutina en un solo discurso al lector y al oyente”, recomienda Gonzales. Desde otra trinchera, la de la memoria histórica, lucha contra el colonialismo su compatriota Gabriela Wiener. Huaco retrato (2021) y Atusparia (2024) parten de un pasado real para reparar la mirada opresiva sobre la herencia indígena mediante una narrativa introspectiva. Rafael Dumett, por su parte, reconstruye la historiografía ficcionalizando personajes olvidados por la bibliografía oficial en su monumental El espía del Inca. Miradas diferentes, pero todas dirigidas a entender los Andes: sus tensiones coloniales, territoriales, urbanas, lingüísticas y míticas.

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