Pol López, actor: “El teatro te proporciona una manera de vivir dentro de un orden”
El interprete termina temporada de ‘El misántropo’, de Moliére, en el Teatre Nacional de Catalunya, y protagoniza la serie ‘Nos vemos en otra vida’, por la que está nominado en los premios Feroz de este año
Pese a ese cierto aspecto de tronao con tendencia a sentirse inadaptado que tanto le ha beneficiado para ciertos papeles, Pol López (Barcelona, 41 años), cuando habla de sí mismo resulta todo lo contrario: rezuma sentido común y un gusto festivo por la gente alejado de la enajenación aislacionista que caracterizan a personajes suyos como el Alceste protagonista de El misántropo, de Moliére, que acaba de terminar en el Teatre Nacional de Catalunya. Pero el público más amplio le va reconociendo por sus papeles en películas como Suro o series como Vergüenza o Nos vemos en otra vida, por la que ha recibido una candidatura como mejor actor de reparto en los premios Feroz de este año. Formado en el Institut del Teatre catalán y en el Lliure y miembro de una compañía propia como La solitaria, Pol López sabe reivindicar su oficio como pocos.
Pregunta. En películas que ya ha rodado como Suro, vemos que una de los empeños del cine es fastidiarnos la fiesta.¿Han metido la distopía hasta en el idilio de lo rural?
Respuesta. ¿Fastidiarnos la fiesta? ¿El cine? ¡Nooooo! ¡Al contrario! Es un lugar al que ir para vivir otras vidas y mundos imaginarios.
P. Para mirar la vida sobre un artificio, también…
R. ¿Y qué? Todo lo que te puede remover, lo que te hace sentir, inspirar, pensar… Es vida, está lleno de revelaciones. En las series no se crea el mismo efecto.
P. Para subirse a un escenario y actuar en España, usted que es parte de una compañía propia, antes hay que autogestionarse y para una hora y media de gozo debes ejercer de conductor, utillero, peluquero, administrador… De todo un poco, ¿no? ¿Tanta es la pasión?
R. En mi compañía hace años que los actores nos dedicamos a actuar, decidimos que trabajaríamos si podíamos evitar ciertas situaciones precarias. Pero, claro, hemos hecho teatro hasta en terrazas, sin nada, sin cobrar…
P. Pronto entró usted en el Institut del Teatre y después en el Lliure, ¿sigue siendo para su generación un referente mítico?
R. Desde luego, un referente absoluto, por el espíritu artístico, de crear compañía, el respeto y la irreverencia, que mantiene con los clásicos, su porosidad hacia lo que llega de fuera.
P. Acaba de hacer El misántropo… ¿Podríamos decir que se trata de un dogmático de la sinceridad?
R. Sí, totalmente… Pero eso es muy peligroso, ¿no? Me puedo identificar con él en la testarudez, pero no en esa concepción cuasi terrorista que tiene de las ideas.
P. ¿Qué le atemoriza de eso?
R. La idea de perseguir conceptos puros y ser siempre consecuente. Eso no funciona y no tiene nada que ver con la condición humana. Eso de que la verdad sea una… El personaje puede tener mucha razón, pero a la vez estar equivocado. No me gusta tampoco la idea de aislarse, que defiende. ¿Es eso vivir? No, al contrario, a mí me gusta mucho la gente. Desconfiar de las personas no me mola nada.
P. Aun así, si no le dan un premio Feroz por su papel en Nos vemos en otra vida (Disney+), la serie de los hermanos Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo, ¿se enfurecerá?
R. ¡No! No pasa nada, a seguir… Para mí hacerla ya ha sido suficiente premio.
P. Otra serie que ha hecho con éxito ha sido Vergüenza, ¿qué le sonroja a usted?
R. Me da más corte leer un texto en una ceremonia de la escuela de mi hijo que salir a un escenario.
P. ¿Quizás porque la vergüenza es eso que nos entra a veces para no hacer quedar mal a quienes nos importan, antes que a nosotros mismos?
R. Probablemente, pero también un sentimiento que no te quitas de encima por las cosas que nos rodean, a mí me entra todo el rato. Buscamos a veces en la vida formas de evitar la incomodidad, la fragilidad, la debilidad. Pero respecto al trabajo, por ejemplo, yo no me la planteo, en la vida, en cambio, sí.
P. ¿No hay algo ahí primario que tiene que ver también con el atrevimiento?
R. Sí, muchas veces. Pero es un atrevimiento distinto. Para mí atreverse a ser actor es una manera de sentirte vivo y bien ocupado, algo difícil de lograr en la cotidianeidad, donde a veces no sabes bien en qué ocupar el tiempo. Te vence la desazón, la estafa de la propia existencia, el absurdo. El teatro te proporciona una manera de vivir dentro de un orden y te hace sentirte bien por poder compartirlo. Es la clave del arte y de este oficio, así lo constato al hacerlo y eso es bonito.
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