Ucrania defiende su patrimonio cultural bajo las bombas y amenazas de Putin
Tras la invasión, las piezas más preciadas fueron evacuadas de Kiev a lugares secretos en trenes que circularon por la línea del frente bajo fuego cruzado
Los invasores rusos han dañado o saqueado parte del patrimonio de Ucrania y, ante el peligro de nuevas tropelías, los museos e instituciones culturales de este país intentan proteger sus obras. Algunas fueron evacuadas a lugares secretos y presumiblemente seguros en misiones de alto riesgo al iniciarse la guerra. Ahora, un decreto del presidente ruso, Vladímir Putin, sobre la política estatal en el ámbito de la historia esboza nuevas amenazas para el estudio e interpretación del botín cultural ucranio.
Desde el 24 de febrero de 2022, fecha de inicio de la invasión rusa a gran escala, hasta fines del pasado abril, en Ucrania resultaron dañados un mínimo de 1.066 objetos en 18 regiones, siendo Járkov la más afectada, según el Ministerio de Cultura de Ucrania. Entre las víctimas está el museo de Ivánkov, con una colección de la original pintora autodidacta María Primachenko (1909-1997), y también el museo del paisajista Arjip Kuindzhi (1840-1910), en Mariúpol. Entre las instituciones saqueadas figuran el museo de Bellas Artes y el provincial de Jersón.
Los tanques rusos avanzaban ya por el país cuando los museos ucranios se plantearon trasladar y esconder sus tesoros artísticos. Al Ministerio de Cultura le faltaron reflejos, según coinciden dos directores de museos y tres especialistas en patrimonio, consultados telefónicamente en Kiev por este diario. En contraste con la parálisis inicial de los responsables culturales, el ministro del Interior, Denis Monastirski, tomó la iniciativa, señala una fuente conocedora del tema. “A fines de febrero [de 2022] en Kiev reinaba el pánico y la gente huía. En aquel ambiente, Monastirski encontró vagones para la evacuación y dispuso de una escolta especial. Los directores de museos embalaron a conciencia las obras y cuando el ministro de Cultura autorizó por fin la evacuación, a principios de marzo, todo estaba preparado”, relata la misma fuente.
Los invasores rusos estaban solo a unos diez kilómetros de Kiev; los trenes que transportaban el legado cultural de Ucrania circulaban en paralelo a la línea del frente y se vieron pillados en mitad de la batalla, cuenta la fuente. “Los misiles, de un lado y de otro, se cruzaban sobre el convoy”, afirma, refiriéndose a una de aquellas operaciones. A poca distancia de la línea férrea quedaban las localidades de Bucha e Irpín, escenario de la crueldad de los invasores, que se retiraron después de allí. “La evacuación no fue un fenómeno concreto, sino que continuó durante abril y mayo de 2022 y fueron muchos los trenes que abandonaron la capital cargados de objetos de valor”, puntualiza una segunda fuente, conocedora de la operación. Monastirski pereció en enero de 2023 en un accidente de helicóptero y el escondrijo (o escondrijos) para las piezas es un secreto de Estado.
Una de las instituciones evacuadas fue el Museo Nacional de Historia, ubicado en Kiev. De allí fueron trasladados 120.000 objetos, cuenta a EL PAÍS su director, Fedir Androschuk, hoy responsable de las piezas de oro procedentes de museos de Crimea, que se exponían en Holanda en 2014 cuando Rusia invadió la península. Androschuk asegura que quiere exponer estas obras en Kiev, pero no sabe cuándo será posible.
El complejo de museos de Santa Sofía también ha evacuado una parte de sus tesoros. Esta institución sin paragón en Ucrania tiene un amplio patrimonio territorial, incluidas excavaciones en Crimea, a las que hoy no puede acceder. “Nuestras obras de valor son en su mayor parte monumentos y elementos arquitectónicos de interiores, que no pueden ser trasladados. Hagamos lo que hagamos, nada puede salvarnos del impacto directo de un misil. Confiamos en la defensa antiaérea de Kiev”, afirma la directora de este complejo, Nelia Kukovalska, refiriéndose a la histórica catedral de Santa Sofía y otros inmuebles y entornos de su responsabilidad.
Kukovalska colabora con diversas instituciones europeas, desde la alcaldía de Lisboa a la Universidad de Valencia, pasando por el Ministerio de Exteriores de Alemania. Este departamento, afirma, le manda de forma regular camiones cargados con material de restauración y conservación para ser repartidos por los museos de provincias, explica. “Hasta 600 museos se han beneficiado de ello”.
Ingeniera de formación, Kukovalska trabaja en la reproducción en tres dimensiones de los edificios bajo su custodia y es escéptica sobre la Unesco, que, dice, “con el pretexto de ayudar a Ucrania, gasta el dinero en sus propios eventos inútiles”. Ucrania tiene ocho sitios en la lista de bienes culturales patrimonio de la humanidad de la Unesco. El último en incorporarse fue el centro histórico de Odesa, lo que no ha evitado los bombardeos rusos sobre la ciudad.
Tanto Androschuk como Kukovalska opinan que Rusia presenta el patrimonio cultural de Ucrania como si fuera propio y como parte de su propia historia. El enfoque ruso tiene arraigo en Europa, porque los especialistas europeos se han formado a partir de la historiografía y las interpretaciones rusas, señalan. Kukovalska ha enviado un cargamento de libros a la universidad de Oxford para que estudien otras fuentes y Androschuk afirma que la creación de centros de estudios ucranios en universidades europeas ayudaría a corregir esta situación.
Las obras robadas por Rusia son hoy inaccesibles para los investigadores ucranios. Dos de estos, afectados por la guerra, confían en que al menos los profesionales rusos de los museos adonde lleguen se responsabilicen de su buen estado, al margen de los altos funcionarios culturales que apoyan la invasión rusa. Las exposiciones internacionales protegen las obras de arte al mantenerlas fuera del escenario bélico y esta era la intención de Konstantin Akinsha, veterano especialista de arte, que organizó una muestra itinerante de las vanguardias ucranias, que llegó en noviembre de 2022 al Museo Thyssen de Madrid (En el ojo del huracán. Vanguardia en Ucrania, 1900-1930). Aquella exposición, ampliada, está ahora en Viena.
La pérdida de obras no es todo lo que puede pasarle al patrimonio de Ucrania. Un decreto promulgado por el presidente ruso el 8 de mayo también le afecta. El decreto confirma “los fundamentos de la política estatal de la Federación Rusa en el ámbito de la educación histórica” y establece un marco ideológico que subordina el estudio de la historia a la política del Kremlin. La labor de investigadores, historiadores y divulgadores deberá guiarse por el amor a la patria rusa, los valores tradicionales rusos, la necesidad de preservar la “unidad del Estado” y la “idea de Rusia como civilización”, señala el documento, que advierte de “los intentos de deformar la memoria histórica”, de “tergiversar la verdad histórica” y de “las valoraciones negativas de los acontecimientos y periodos de la historia patria”, así como de “la difusión de imágenes falsas de Rusia”. Entre sus directrices destaca el papel de la familia y de la industria militar en la ciencia histórica. Androschuk califica el decreto de “muy peligroso” y lo considera como el resultado del trabajo colectivo de distintos altos funcionarios y directores de museos rusos con el fin de reformatear la historia.
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