‘Puan’: arribismo en medio de la ruina
En el argumento de la película argentina, hay mordacidad, situaciones surrealistas, tensiones, mezquindades, miedo al presente y al futuro, en una mezcla de comedia y de análisis político
Hubo un tiempo en el que se estrenaba en este país variado y abundante cine argentino. Algunos de aquellos directores me dejaron perdurable huella, como Adolfo Aristaráin. Su forma de ver el mundo y de expresarlo con imágenes y sonidos me conmovió frecuentemente. Recuerdo con admiración y gratitud varias películas que llevan su firma como Últimos días de la victima, Tiempo de revancha, Un lugar en el mundo y Martín (Hache). También las asocio con un actor extraordinario llamado Federico Luppi. Volvía a encontrarme con otro actor de su talla cuando descubrí a Ricardo Darín en la seductora y juguetona Nueve reinas. Siempre le sigo la pista a Darín, independientemente de la calidad de sus películas. Sus interpretaciones son creíbles y atractivas, nunca me decepciona. Y hay dos directores que trabajan juntos, Mariano Cohn y Gaston Duprat, en cine y en series como El encargado y Nada, que me garantizan que voy a sonreír y a reír, dotados ambos de tanta imaginación como sanadora mala hostia.
No conocía a María Alché ni a Benjamin Naishtat, autores de Puan. No poseía ninguna referencia de su trabajo pero ha sido un placer conocerlo en esta rara y divertida película. Habla de las cosas que pueden ocurrir en las universidades, esos presuntos templos de la sabiduría y de ética profesional y moral que deben de funcionar como casi todas las empresas, incluyendo esas cositas tan humanas de la ambición por encima de todo, el oficio de trepar, las conspiraciones, los tuyos y los míos, la acumulación de poder. Y todo eso cuando puedes estar especializado en filósofos como Spinoza y Rousseau, las cosas del pensamiento y del espíritu, no en el universo de la construcción urbanística, el tráfico de productos millonarios, la política, esa actividades tan prosaicas y pragmáticas.
Ocurre que alguien debe suceder en la prestigiosa cátedra a un hombre con sabiduría y conocimientos legendarios, cuando este acaba de palmarla de un infarto mientras hacía deporte. Y se supone que por méritos y conocimientos debe de hacerlo su ayudante de toda la vida, la persona que más sabía de las enseñanzas de este. Pero el puesto es goloso y empiezan las intrigas , las alianzas y las conjuras, las soterradas y las transparentes, y lo que parecía legitimo se vuelve turbio y retorcido. Todo ello en medio de la generalizada ruina que envuelve a la desgraciada Argentina y de la que tampoco se libran las universidades, incluidos los sueldos de los que trabajan en ellas.
Hay poder de observación en el complejo argumento de Puan, mordacidad, situaciones con aroma surrealista, tensiones ocultas o cristalinas, mezquindades en una profesión supuestamente humanista, miedo al presente y al futuro, la sensación de generalizado quebranto, mezcla de comedia y de análisis político sobre el sombrío estado de las cosas. Imagino que está escrita y rodada antes de que es señor tan esperpéntico y exótico llamado Milei tomara con infinitos votos el poder absoluto. Algunos cuentan que todo estaba tan mal en Argentina que era imposible que fuera a peor. Pero vete a saber. En cualquier caso, a los guionistas y a los escritores realistas no les va a faltar material dramático.
Y están muy bien los interpretes, en papeles cortos o largos. Especialmente Leonardo Sbaraglia. No acostumbro a simpatizar con sus personajes, a veces tengo sensación de artificio con sus interpretaciones, manías mías. Aquí está eminente haciendo un retrato poderoso y sutil de un arribista profesional, académico y terrenal, halagador y simulador, un embaucador de primera clase, tan cuentista como sibilino.
Puan
Dirección: María Alché, Benjamín Naishtat.
Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Marcelo Subiotto, Julieta Zylberberg, Alejandra Flechner, Cristina Banegas.
Género: comedia. Argentina, 2023.
Duración: 111 minutos.
Estreno: 27 de marzo.
Babelia
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