‘La abadesa’: o cómo unas monjas del siglo IX sirven como símbolos de la sororidad actual
Antonio Chavarrías estrena un drama pasado de metraje y sin suficientes asideros argumentales y emocionales, un producto poco reprochable pero que difícilmente encontrará su público
La llamada ley Miró, promulgada en 1984 durante el mandato de Pilar Miró como directora general de Cine, intentó favorecer a través de las subvenciones un cine de calidad que aspirase a participar en los mejores festivales internacionales y, siguiendo el modelo francés, estuviera basado o inspirado en temas y textos de amplia raigambre cultural y artística. La principal consecuencia de aquella polémica norma fue la desaparición del cine de género, de la efervescencia de la cultura basura, del cine del destape, del fantaterror y de la aventura desprejuiciada. Como contrapartida, se produjeron algunas grandes películas que adaptaban textos fundamentales de nuestra literatura, con obras como Los santos inocentes y Luces de bohemia como paradigmas.
Tan alabada por unos como criticada por otros, la medida impulsada por la directora de El crimen de Cuenca regresa ahora a la memoria con una película tan a contracorriente en estos tiempos como La abadesa, décimo largometraje del veterano Antonio Chavarrías. Una obra con el pedigrí de aquel cine producido al amparo de la ley Miró, tanto por la temática como por el aspecto visual y de producción, pero que, como algunos de aquellos títulos de los años ochenta, lo más normal es que pase desapercibida en un panorama social, cultural y de producción como el contemporáneo, en el que resulta difícil entrever qué tipo de público acudirá a las salas a ver una apuesta como esta, sin más sello que su presencia en el festival de Málaga y sin premio. De hecho, tanto por la materia como por el protagonismo y los paralelismos entre aquel mundo y el nuestro, La abadesa entronca directamente con una de las producciones más ambiciosas y que menos espectadores vieron de las desarrolladas en aquellos años de impulso del cine de qualité: Extramuros, de Miguel Picazo.
Ambientada en el siglo IX, La abadesa se adentra en la Alta Edad Media en un momento en el que el cristianismo intentaba repoblar tierras para su credo, en contraposición al islam, con el que estaba en guerra constante, y las familias de alta alcurnia disponían de sus hijos como moneda de poder. Su protagonista es una joven de 17 años, hija de un conde, que se hace cargo de un grupo de monjas mucho mayores que ella y de la que se demanda obediencia ciega por parte de la nobleza. Sin embargo, en la línea de lo que supuso Teresa de Jesús seis siglos después, la joven se va convirtiendo en una rebelde con la curia, que no se acoge únicamente al recogimiento espiritual que se espera de ella, y que siente las tentaciones de la carne en su relación con un diácono: “Como si mi cuerpo reclamase unas necesidades que desconozco”.
Las concomitancias con ciertos grandes temas de la actualidad son casi obvias: las guerras de religión, la sororidad, los recelos masculinos ante las cuotas de poder de una mujer, y hasta los refugiados: “No son de aquí. La comida, para los que son de nuestras tierras”. Chavarrías, de carrera desigual pero con algunos sólidos trabajos, caso de Volverás (2002), Las vidas de Celia (2006) y El elegido (2016), sobre Ramón Mercader, asesino de León Trotsky, articula su película desde una planificación elegante y una hermosa fotografía de Julián Elizalde, que aprovecha la imponencia de los paisajes nevados en una producción muy meritoria, además de la belleza del castillo de Loarre, adaptado para convertirse en abadía.
Sin embargo, pasada de metraje y sin los suficientes asideros argumentales y emocionales como para enganchar del todo con respecto al fondo, es la forma la que acaba dominando un producto poco reprochable, pero que difícilmente encontrará su público. Cerca de 150.000 espectadores vieron Extramuros en 1985, y se consideró un fracaso pese al premio a la mejor actriz en San Sebastián para Mercedes Sampietro. Otros 31.000 espectadores vieron hace unos meses Teresa, de Paula Ortiz, copada por un reparto conocido y con la vitola de una directora con fama de estilo.
La abadesa
Dirección: Antonio Chavarrías.
Intérpretes: Daniela Brown, Blanca Romero, Carlos Cuevas, Ernest Villegas.
Género: drama. España, 2024.
Duración: 122 minutos.
Estreno: 22 de marzo.
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