Maria Lamas, la fotógrafa que desafió a Salazar con su nación de mujeres descalzas
Las imágenes de la periodista y disidente, que documentan la crudeza de la vida cotidiana femenina durante la dictadura en Portugal, se muestran por vez primera en una exposición en Lisboa
Maria Lamas (1893-1983) desafió muchas cosas en un tiempo en que desafiar no salía gratis. La portuguesa pasó por la cárcel de la dictadura en tres ocasiones y vivió en el exilio más de siete años. Ni una cosa ni otra la disuadieron de luchar por las tres causas que abrazó incondicionalmente: los derechos de las mujeres, la defensa de la paz y el fin del Estado Novo, el régimen autoritario que sumió a su país en una larga noche durante cerca de cincuenta años.
Ya era una mujer relevante y marcada cuando en 1948 se embarcó en un proyecto que no tiene parangón: recorrer sola cada rincón del país para fotografiar y describir el trabajo de las mujeres. Con ellas comió y durmió en casas y chozas. Las vio empujar vagones de carbón y levantar granitos inmensos, caminar horas con bidones de leche en la cabeza y afanarse con niños recogidos en la espalda con un chal. Para llegar al último rincón se desplazó en lo que tuvo a mano, ya fuese un tren, una camioneta, un burro o un carro de bueyes. “Si tenía que hacer algo, lo hacía. Costase lo que costase”, la evoca su nieta, Maria d’Aires. Tanto las imágenes como los textos demuestran su empatía hacia sus modelos, como se aprecia en la descripción de una adolescente de 15 años que abastece de agua a los trabajadores que construyen una carretera en una montaña del norte. “El agua está lejos. Es necesario subir y bajar mucho. El piso es difícil, resbaladizo, todo cubierto de piedra astillada. En pleno invierno, el frío allí es helador y nieva muchas veces. Pero ella cumple, sin desfallecer, con su tarea”.
Muchas de sus protagonistas están descalzas a pesar de que estaba prohibido por considerarse poco estético, poco higiénico y dar una imagen de pobreza que disgustaba al régimen. Lamas documentó una vida cotidiana de mujeres Sísifo, que repetían cansinamente trabajos extenuantes y que parecían viejas antes de los 25. Nada que ver con la imagen que la dictadura, la Iglesia y cierta literatura espoleaban como ideario femenino de guardiana angelical del hogar, como revela este texto que acompaña una foto de jóvenes en las minas de São Pedro da Cova: “Las chicas comienzan a trabajar a los 14 años. Hacen la retirada, o sea, el transporte del carbón o la piedra, en la cabeza, en cestos. Solo después de considerarse mujeres hechas se emplean en la partición, selección y transporte en vagonetas. El polvo del carbón les da un aire precozmente endurecido. Aprenden a encarar la vida de forma prematura”.
El trabajo de Maria Lamas se publicó por fascículos entre 1948 y 1950 en una editorial fundada por ella misma con este propósito y se tituló As Mulheres do Meu País. “Es un proyecto único en el mundo porque es a la vez un estudio literario, fotográfico, antropológico y etnográfico de las portuguesas en el campo, el litoral, las minas, las fábricas, las casas y las escuelas, de norte a sur, y en las islas de Azores y Madeira”, subraya por correo electrónico Jorge Calado, comisario de la exposición As Mulheres de Maria Lamas, que se exhibe en la Fundación Calouste Gulbenkian, en Lisboa, hasta el 28 de mayo. “Que yo sepa, es el primer retrato de una nación en femenino en cualquier lugar del mundo”, sostiene en el catálogo.
A pesar de que ya han pasado cinco décadas en democracia, es la primera vez que los portugueses pueden contemplar en una muestra la obra de Maria Lamas. Ha sido un empeño particular de Calado, movido tanto por la admiración profesional como por la relación de su familia con la escritora nacida en Torres Novas. El trabajo fotográfico de Lamas se había relegado frente al periodismo, la literatura y la política. Tal vez porque fue fotógrafa de una sola obra. Ni antes ni después de As Mulheres do Meu País retomó la cámara.
Calado recuerda en el catálogo que pidió ayuda a su yerno para familiarizarse con unas técnicas mínimas y para hacerse con una Kodak Brownie sencilla. Con ella hizo unas fotos que el comisario considera “extraordinariamente modernas, comparables a las mejores fotos neorrealistas americanas de los años 1930-40: Dorothea Lange, Walker Evans, Arthur Rothstein o Ben Shahn”. Lamas dejó solo 157 imágenes. Bastan para simbolizar una sociedad y una época. “Lo dejo como una herencia moral, humilde, pero sinceramente, firmemente confiada en la redención de la humanidad a través del amor”, escribió la autora.
La simple gestación del trabajo revela aspectos de la personalidad de Lamas. Puede que no se aplicase a sí misma la etiqueta de feminista, pero tenía el arrojo de pioneras del sufragismo inglés como las Pankhurst. En 1945 fue elegida presidenta del Consejo Nacional de Mujeres Portuguesas. Dos años después organizó una exposición sobre libros escritos por mujeres: 1.500 autoras de todo el mundo y 2.800 obras, algunas prohibidas en Portugal. Un millar de personas acudían a verla cada día. Salazar se hartó y liquidó el Consejo de Mujeres con el argumento de que el régimen ya atendía las necesidades femeninas mediante la Obra de las Madres por la Educación Nacional. Maria Lamas decide entonces que va a contar y retratar la realidad de las portuguesas desde el Miño hasta el Algarve. Cuando se publicó, rememora Calado, “no tuvo apenas impacto por razones políticas”.
El mismo año que inicia el trabajo se embarca también en el apoyo de una candidatura de la oposición para las elecciones de la Presidencia de la República. Como todos los procesos realizados durante el Estado Novo, era una pura farsa. Al año siguiente Lamas participa en la fundación del Movimiento Nacional Democrático y es detenida durante una semana. Será la primera visita a las cárceles de la dictadura. Su estancia más larga serán cinco meses de 1950. “Estuvo totalmente aislada durante ese tiempo. No le permitían recibir visitas, tampoco leer ni escribir. Desarrolló una depresión y una diabetes, que obligaron a hospitalizarla”, recuerda su nieta Maria d’Aires. Era admirada y perseguida a la par. “Durante el fascismo era un nombre proscrito. Ser su nieta suponía una gran carga, yo dejé de usar el nombre para evitar incomodidades”. Maria d’Aires, que también se alejó de la opresión en el extranjero, se dio cuenta al regresar de que su abuela “era una de las referentes de las mujeres de Portugal”.
Después de que la dictadura entorpeciera su trabajo como periodista a partir de 1945 y de las tres experiencias penitenciarias, Lamas se fue al exilio en París, donde reforzó su labor en movimientos en defensa de la paz y contra las armas nucleares. “La paz es una revolución”, decía. Regresó a Portugal en 1969, tras el viento aperturista que sopló sobre la dictadura cuando Marcelo Caetano sustituyó a Salazar, y asistió a la Revolución de los Claveles. En 1974, ya en democracia, se afilió al Partido Comunista Portugués.
Su nombre esta hoy en numerosas calles y plazas del país, que honran su lucha política y su defensa de los derechos de las mujeres. Sin embargo, han tenido que pasar cerca de siete décadas para que sus fotografías puedan ser apreciadas por primera vez en una exposición en Portugal.
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