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Judith Mateo, la violinista del rock: “Hay mucho abuelo cebolleta en la industria musical”

La instrumentista manchega, que publica disco, habla sobre machismo, ‘heavy metal’ y las “Beyoncés del Aldi”

Judith Mateo posa en el Matadero de Madrid, el pasado 23 de febrero.
Judith Mateo posa en el Matadero de Madrid, el pasado 23 de febrero.Álvaro García
Carlos Marcos

Llega arrasando. Coloca sobre la mesa el estuche del violín lleno de pegatinas de grupos de rock duro (Metallica, Led Zeppelin, Scorpions, Motörhead…) y suelta: “Joder, tío, casi no llego”. Judith Mateo (Cuenca, 44 años) ha viajado en su coche esta mañana desde su casa madrileña a Cuenca, ha hecho una entrevista, ha vuelto a la capital, se ha comido “un par de lonchas de jamón” y ahora está en una terraza de Madrid para charlar con este periódico. Luego, dos horas de práctica de violín, gimnasio, atender al niño de acogida saharaui que aloja durante temporadas en su casa y al día siguiente viaja a México para tocar y promocionar su nuevo trabajo, ViolínArte. Así es la vida de esta mujer hiperactiva que escribe libros, participa en tertulias, ejerce de jurado en programas de televisión en busca de talentos musicales, da clases de violín y exhibe una completa agenda de conciertos. De formación clásica y corazón rockero, ha tocado con Ñu o Boikot, y realizado versiones al violín de Nothing Else Matters (Metallica), Thunderstruck (AC/DC) o Basket Case (Green Day). “Te advierto que yo digo muchos tacos, ¿eh?”. Empieza la conversación.

Pregunta. ¿Cuántas veces le han pedido que cante, que igual es más vendible una cantante que una violinista?

Respuesta. Muchísimas. En la primera firma de contrato con Universal me dijo el ejecutivo de turno: “Ay, qué mona eres, por qué no cantas”. He hecho una carrera de conservatorio, por qué tengo que cantar. Llevo 20 años explicando que soy instrumentista y hay gente que no lo entiende. Carlos Núñez y Ara Malikian no cantan y estoy convencida de que nadie les ha dicho que tienen que cantar para vender. Pero a mí sí, solo por una razón: porque soy mujer.

P. ¿Cómo es ser mujer e instrumentista líder de una banda en la industria musical?

R. Cuesta el doble. Es una industria donde son todos dinosaurios hombres que no entienden lo que hace una tía tocando el violín. Pero ahí están mis cojones contra los suyos.

Otra imagen de la instrumentista en Madrid.
Otra imagen de la instrumentista en Madrid. Álvaro García

P. He visto en alguna entrevista donde la presentan: “Y ahora tenemos a un bellezón”.

R. Hace años que ya me la suda. Pero cuando me lo decían al principio no entendía nada. Yo vivía en Cuenca y era profesora de violín y de ahí me fui a hacer mis giras. Cuando me mudé a Madrid no encontraba a mujeres instrumentistas. Y sigue sin haber muchas, porque yo busco constantemente para incorporarlas a mi grupo. Alejandro Sanz lleva, pero son de Miami. Hay un comentario que todavía hoy tengo que escuchar: “Para ser tía no tocas mal”. Sigue estando el poso de que tienes que ser un macho dominante para dedicarte a la música y salir de gira.

P. ¿Ha sufrido alguna vez acoso?

R. Sí. Un director de una discográfica me acosó. Me envió un mensaje en el que decía: “Si me enseñas una foto de tus tetas te firmo un contrato”. Hace unos 10 años. Me quedé flipada y no respondí.

P. ¿Quién fue?

R. Uno que está ya jubilado. No quiero decir el nombre. Fue la única vez que resultó tan explícito. Lo demás han sido piropos, que ya le resbalan a una. Hay mucho abuelo cebolleta en la industria musical, gente mayor que va de eso. Espero que pronto haya mujeres al mando.

P. Paco de Lucía tenía una relación tormentosa con la guitarra. Hubo gente que le pilló mascullando un “hija de puta” cuando veía el instrumento en un rincón de una habitación.

R. Nos pasa a muchos instrumentistas, sí. Yo he aprendido a no flagelarme, porque hay que estar todos los días practicando y sería insoportable llevarte mal con tu instrumento. Pero no acabo ningún concierto contenta. Nunca digo: “¡Qué de puta madre!”. Porque si no la has cagado aquí, la has cagado allí. Pero eso va en el molde del músico que quiere ser un perfeccionista.

P. Estuvo viviendo en Irlanda. ¿Qué lección sacó de ese viaje?

R. Me fui cumplidos los 20 a aprender inglés y me quedé tres años. Me casé y todo, con un irlandés [y se divorció]. Me tiraba la música celta. Allí comprobé que si decía que quería ser violinista no me respondían: “Sí, eso en tu tiempo libre”. En Irlanda se vive la música en todos los rincones.

P. Usted ha trabajado con bandas de rock y heavy en España y es una gran aficionada a este género. ¿Por qué cree que es un estilo denostado en nuestro país en la mayoría de los medios generalistas?

R. Yo no viví los ochenta, pero, según me cuentan los músicos veteranos, cuando llegó el PSOE al poder se olvidó de ellos para abrazar a la Movida. Creo que eso es cierto. Y ahora siguen marginados. Estos músicos veteranos no deberían estar tocando en garitos: eso ya lo han hecho al principio de sus carreras. El heavy y el rock nunca han tenido la misma presencia en medios que el pop o el indie. Por ejemplo, Radio 3 parece que ha fabricado una máquina de hacer chorizos indies.

P. ¿Qué opina del aluvión de artistas femeninas con unas letras tan explícitas sexualmente?

R. Me cansan mucho. Hay mucho marketing en su propuesta y me agotan visualmente. La ropa que llevan, que todas tengan que bailar, cantar… Son Beyoncés del Aldi, ya ni siquiera del Mercadona.

P. ¿Quiénes son sus mejores amigos en la música?

R. José Carlos Molina, de Ñu, y Cristina del Valle, de Amistades Peligrosas. No tienen nada que ver en lo musical, pero les unen dos cosas: son dos luchadores con mucho talento.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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