Nunca antes ellas cantaron en español sobre sexo tan explícitamente: una revolución que molesta
Las nuevas cantantes de pop acumulan millones de escuchas y llenan festivales con unas letras sin tapujos. Son artistas como Bad Gyal, La Zowi o Tokischa. Muchos afirman que es un golpe a lo establecido, otros critican esta narrativa
Jorgelina Andrea era una niña tímida y callada. Apenas hablaba en el colegio. Salía poco por el barrio con las amigas: su miedo a relacionarse le hacía quedarse en casa, buceando en su mundo. Pero no estaba cómoda con este aislamiento, así que decidió inventarse a Ms Nina. Y empezó a cantar letras como: “Que a ti te gusta cuando lo hago lento. / Cuanto yo lo siento. / Yo no pierdo tiempo, me guardo la pistola debajo de la falda. / No quiero dinero, no me hace falta. / Cuando me preguntan si lo hago gratis, claro que no, guapi” (Tu sicaria).
“Era una chica con una autoestima de menos diez”, cuenta a EL PAÍS Ms Nina, nacida en Argentina hace 29 años y residente en España desde los 21. “Y creé a Ms Nina, alguien que no tiene miedo y que dice: sé gorda, sé flaca, sé sexi… Haz lo que te dé la gana y sé feliz. La creación de Ms Nina fue mi terapia y mi salvación. Si hace siete años me dices que me voy a subir a un escenario te digo que es una broma”. Ella es una de las representantes de la amplia escena de cantantes urbanas (término donde se integran hip hop, trap o reguetón) en español que tratan en sus textos temáticas sexuales sin tapujos. El sexo siempre ha sido materia recurrente dentro del pop, pero nunca en la música en español las mujeres habían cantado sobre ello tan explícitamente. “Yo lo considero como una revolución sexual. Es una autorreivindicación de su sexualidad con un discurso narrativo propio. Estas cantantes han dado un golpe al establishment”, cuenta Javier Benedicto García, organizador del BLAM !!!, festival de música urbana en femenino.
¿De qué tipo de letras hablamos exactamente? Como dice García, de “unas que hacen que Hentai parezca Disney”. Quizá recuerden Hentai: la canción de Rosalía (incluida en su último trabajo, Motomami) que causó tanto revuelo por incluir varias metáforas sexuales (“hazme un tape modo spike. / Yo la batí hasta que se montó” es una). Pero la lírica de Rosalía solo se puede calificar como revoltosa si la comparamos con la claridad con la que cantan las artistas de las que hablamos. Algunos ejemplos:
La Zowi (hispanofrancesa de 29 años) dice en Tutoto: “Quiero que sea mi culo el que te rebota. / Y aunque digas que tu cama siempre está ocupada, mi totito siempre lo va a llorar”.
La Goony Chonga (nacida en Miami y que desarrolló su carrera en España, 30 años) en Qué te gusta: “Mi camisa para arriba y mi saya para abajo. / Papi, qué te gusta, tú sabes que lo hago, quieres que te chupe, papi, me lo trago”.
Bea Pelea (malagueña de 28 años) en Oye papi: “Oye papi, tu dame de eso. / Yo quiero que me lo hagas hasta que te quedes en los huesos”.
Bad Gyal (Barcelona, 25 años) en Aprendiendo el sexo: “Me tiene encendida, está duro todo el día… / Tu bate y mi toto son lead y armonía”.
La última en llegar, el pasado 19 agosto, y una de las más polémicas por la viveza del mensaje ha sido Delincuente, de Tokischa (República Dominicana, 26 años), artista que ha colaborado con Rosalía, J Balvin o Madonna. La dominicana canta en este tema: “Tengo un delincuente en mi habitación, a veces me lo mete a pelo y a veces con condón. / Tengo un delincuente en mi habitación, me lo mete en la cocina y a veces hasta en el balcón”. Nada más publicarse Delincuente, miles de mensajes avivaron el debate en YouTube e Instagram. Algunos recurrieron a la ironía: “Muy agradable la canción, la pondré en la celebración del Día del Niño” o “creo que mi teléfono móvil se ha quedado embarazado”. Otros se mostraron indignados: “¿No te da vergüenza cantar esas cosas? Vaya herencia estáis dejando a la música y a la juventud” o “¡qué asco de canción!”. Pero muchos mensajes fueron de apoyo: “Eso es lo que fastidia a esta sociedad machista: una mujer que es capaz de ser libre en las letras”. Tokischa respondió así: “Yo llevo mi música a la gente que se siente libre, que se siente bien, que tiene amor y quiere disfrutar de la vida”.
Seguramente la artista española más relevante a nivel popular de esta escena es Bad Gyal. En conversación con EL PAÍS, la barcelonesa argumenta: “Estas canciones son como una declaración de intenciones: me quiero y así lo muestro al mundo. A mí me hace bien cuando las escribo porque me reafirmo, es amor propio. Y siento que causan el mismo efecto en las personas que las escuchan. Si yo digo: estoy buenísima, soy tremendo culón, soy la más dura, la mejor… Igual la gente que lo escucha va a sentir lo mismo. Es como decir ‘voy a comerme el mundo’. Y el caso es que soy una flaca de 1,60 diciéndote que tengo ‘tremendo culón’. No tengo el culo de Kim Kardashian, pero para mí soy ‘tremendo culón”.
Teresa López Castilla es licenciada en Historia y en Ciencias de la Música por la Universidad de Granada. Actualmente forma parte del proyecto de investigación I+D Música popular urbana y feminismos en España: estrategias, conflictos y retos de las mujeres en las prácticas musicales contemporáneas (2000-2023). López Castilla explica a este periódico las connotaciones machistas que esconden algunas críticas hacia estas cantantes: “Todas estas artistas se presentan como sujetos activos de una sexualidad explícita en una sociedad que aún no entiende del todo que las mujeres reivindiquen o expresen con esa lascivia y frontalidad su sexualidad. Es la misma sociedad que nos educa en la cultura de la violación, en ese miedo a salir solas de noche y a divertirnos en los mismos términos que los hombres, porque somos vulnerables a sus abusos y no nos sitúa como iguales en una sexualidad consentida mutuamente”. La Goony Chonga, una de las cantantes urbanas con más escuchas en plataformas, apunta: “Creo que toda mujer tiene derecho a expresarse como se sienta cómoda. Si una mujer quiere vestirse de cierta manera, esa es su decisión. La gente debería ocuparse de sus asuntos y enfocarse en lo que los hace felices en lugar de tratar de dictar qué es feminismo y qué no lo es”.
Todas estas artistas llegan a un público joven, sus números en plataformas como Spotify son millonarios (Bad Gyal cuenta 4,2 millones de oyentes mensuales en Spotify y Vetusta Morla, por poner un ejemplo de banda de pop masiva, 1 millón) y su presencia en los festivales es abrumadora. En un ámbito cultural donde ya no se necesitan los grandes medios, ellas han ensanchado el underground para llegar a todo tipo de clases sociales.
Una imagen no muy alejada de la realidad podría ser la siguiente: una chica/o de instituto escuchando en su cuarto con los auriculares de su móvil unas canciones que harían torcer el gesto a sus padres. Ms Nina tercia: “La gente joven no escucha la radio, porque prefiere TikTok, Instagram o YouTube, pero igualmente es raro que la música urbana española, que atrae a tanta juventud, no suene en los medios comerciales”. Y añade: “Yo creo que la sociedad es muy mojigata. Ahora todos parecen santos, curas y monjas. ¡Dejen de joder! No te vas a quedar embarazada por escuchar una canción de reguetón. Es verdad que habla de mover el culo y de ‘te voy a poner a cuatro patas’ y que los padres pueden decir: ‘No quiero que mi hija escuche eso’. Pero es lo que escuchan, esa es la realidad. Otra cosa es que una letra diga: te voy a pegar una puñalada y a cortar el cuello’. Eso sí que me preocuparía como madre. Pero lo otro no sé por qué da miedo. Yo les diría que dan más miedo para sus hijos las redes sociales que esta música”.
Lidia Sánchez tiene 22 años, acaba de terminar la carrera de Educación Infantil y acostumbra a consumir desde hace tiempo trap femenino. “Estamos tan acostumbradas”, explica, “a escuchar este tipo de género musical que incluye letras tan explícitas que sería en cierta forma machista alarmarse únicamente cuando las canta una mujer, cuando llevamos escuchando a hombres con mensajes de la misma manera hablando de su vida sexual. El feminismo ha hecho posible que las mujeres puedan cantar este tipo de letras tan explícitas hablando de la sexualidad”.
El componente social es relevante. Y el generacional. El punk a mediados de los setenta escupía a la cara del conservadurismo de las generaciones anteriores. También el rock en los sesenta, antes de que sus voceros se comprasen mansiones. Incluso el desarrapado grunge proyectaba un mensaje antitodo. Había una intención de cambiar las reglas del juego. Algunos de los consultados opinan que esta nueva generación se aferra a otro objetivo: ya han comprobado que no se puede cambiar la sociedad y el mundo cada vez más camina hacia terrenos apocalípticos, así que lo único que les queda es su cuerpo, en el que solo mandan ellas.
Aitziber González García es copresentadora del podcast Autotune o Barbarie, especialista en músicas urbanas y que ya ha tratado este tema en uno de sus programas titulado Sexualización y ¿libre elección? “El sexo en España es todavía un tabú, quizá por tradición judeocristiana. Hay mucha gente con prejuicios morales que no entiende que una mujer hable en estas canciones de sumisión en el sexo y que esta sea voluntaria. Ellas dicen: ‘Yo quiero ser sumisa, ¿algún problema?’. También, desde algunos feminismos se critica a estas mujeres por motivos moralistas con cierta actitud condescendiente y paternalista que elige quiénes son las buenas y malas feministas. Son las que dicen que Bad Gyal es antifeminista porque se cosifica y La Zowi porque se llama puta a sí misma. Y luego están los tíos que las critican, argumentando que estas canciones son indecentes. Me gustaría ver sus historiales digitales de búsquedas de porno. Es todo bastante hipócrita”. La académica Teresa Lépez Castilla apostilla: “Son ellas las que se sexualizan para revertir la consideración cultural y social de ‘puta’ cuando efectivamente te apropias no solo del insulto, sino de lo que hace una ‘puta’, pero obviamente eligiendo y disfrutando”.
Rosa Cobo, profesora de Sociología de la Universidad de A Coruña y teórica feminista, discrepa: “Bajo mi punto de vista son representaciones vinculadas al imaginario pornográfico y prostitucional. Son letras e imágenes que fortalecen la sexualización extrema de las mujeres. Lo que me parece muy interesante es que las imágenes son deudoras del imaginario pornográfico que está impregnando la cultura contemporánea. De una forma muy especial, algunos tipos de música, además de la moda, el cine o la publicidad”.
Existe una derivada que algunas de estas cantantes reconocen y que tiene que ver con el componente marquetiniano: hablar de sexo en la escena urbana está de moda, vende. “El culo está de moda, no lo vamos a negar”, apunta Bad Gyal. La paradoja asoma con lo que cuenta Ms Nina: “Yo ahora estoy creciendo y llegando a más gente. Quiero mantener mi estilo en las letras, pero quizá no diciendo tantas cochinadas. Ya he firmado por una multinacional y me encantaría sonar en todos los lados. Creo que ha llegado el momento, no de suavizar el mensaje, pero sí de no decir tantas palabras malsonantes”.
Mientras, el circuito de salas las programan cada vez más debido a la demanda. “He ido a muchos conciertos de muchos géneros y el ambiente más sano y seguro que he visto ha sido en los de La Zowi. Gente muy joven, una diversidad que no ves en otros espacios, personas trans, racializadas, no heteronormativas… Estas cantantes tienen una gran capacidad de crear espacios seguros de forma muy espontánea y ejercen en cierta forma un efecto liberador entre la gente más joven y la no tan joven”, señala Aitziber González.
Lejos de polémicas y mensajes subidos de tono de gente refugiada en el anonimato de las redes sociales, quizá lo relevante es asumir que se trata de música y cultura. Bad Gyal lo resume así: “Lo bueno del arte es que podemos hablar de lo que queramos. Cuando estoy en un proceso de creación no me plateo si voy a tener un rechazo por parte de algún sector. Quizá haya mucha gente que no me entiende, pero otra que sí”.
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