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XXVII FESTIVAL DE JEREZ
Crónica
Texto informativo con interpretación

El flamenco se apodera de las antiguas bodegas de Jerez

La gran cita del flamenco en la ciudad gaditana sorprende con espectáculos de formatos singulares en espacios históricos

Jesús Carmona en un momento del espectáculo 'The Game. Exclusive Jerez'.
Jesús Carmona en un momento del espectáculo 'The Game. Exclusive Jerez'.Esteban Abion

No es la primera vez que el Festival de Jerez se abre a la ciudad que lo acoge visitando espacios no precisamente escénicos: ya lo hizo de forma especial para celebrar su vigésima edición en 2016. En esta nueva edición, que se celebra desde el 24 de febrero hasta el 11 de marzo, la novedad ha estado en el formato y en el carácter de los espectáculos que se han presentado en un casco de bodega, el nombre que se da en Jerez a las naves históricas que fueron diseñadas para albergar los toneles donde sus conocidos caldos se ensoleran con los años. Muchas de ellas se dedican ahora a otros usos, tal es el caso de la que acogió los espectáculos The Game. Exclusive Jerez y Electroflamenco 3.0, programados durante el segundo fin de semana del festival.

Hablamos de un amplísimo espacio de casi 800 metros cuadrados y altura variable, cosas del techo a dos aguas, pero siempre mucha. Allí, el bailaor Jesús Carmona, el cantaor José Valencia y el guitarrista Juan Requena instalaron tres tarimas más o menos equidistantes para ofrecer una versión exclusiva para el festival de su espectáculo The Game, representado ya más de una docena de veces en escenarios teatrales nacionales e internacionales, pero que aquí se ofreció para menos de doscientas personas que, siempre de pie, podían moverse por el anchuroso espacio para seguir las evoluciones de los artistas.

Hay que subrayar que, aunque este formato básico (cante, baile, toque) ha sido cultivado en muchas ocasiones, para Carmona —Premio Nacional de Danza 2020, entre otros reconocimientos— esta era la primera en la que no era el bailaor el que mandaba, sino que la obra sería el resultado cooperativo de sus tres actores, y más en esta versión abierta, donde la improvisación se situaba como elemento primordial. Al menos en la intención, porque es difícil calcular cuánto hay de previsto en un desarrollo en el que también se pudo comprobar el carácter de divertimento abierto.

Florencia Oz, en un momento del espectáculo 'Electroflamenco 3.0'.
Florencia Oz, en un momento del espectáculo 'Electroflamenco 3.0'.Esteban Abion (FESTIVAL DE JEREZ)

También resultaría abierta la recepción de esta suerte de performance, que cada cual pudo vivir e interpretar a su manera, porque, a los movimientos de los artistas, hay que añadir el del público que seguía sus evoluciones. Un ir y venir de un lugar a otro que provocaba una cierta sensación de desorden, si no de caos. Los momentos de confusión se alternaron con aislados destellos de baile —presentado mayormente en frenéticas ráfagas de Carmona— y con el incesante manantial de cante sabio que salía de la garganta de Valencia o el de la música de Requena, que incluso tuvo espacio para lucirse en solitario. Entre supuestas bromas, con complicidad y ciertas gotas de comicidad, el brillo individual quedó, sin embargo, diluido dentro de un formato sobre el que cabe plantearse su sentido o utilidad.

A la mañana siguiente, los componentes de otro trío, compuesto por música electrónica, saxos y baile, ofrecieron un uso del mismo espacio radicalmente opuesto en el espectáculo Electroflamenco 3.0. Con una amplia tarima y apenas una grada, situadas en el centro de la nave, la cuarta pared quedó derribada y cada cual se pudo situarse donde quiso, sin ese deambular de aquí para allá. Los actores principales exhibieron también una cooperativa conversación a tres, pero dentro de un guion musical cuidado, que arropó el baile sin constreñirlo, en tanto siempre contó con espacios para la libre expresión. La electrónica marcaba el compás mientras el saxo soprano se encargaba de dibujar las necesarias melodías flamencas. En otras ocasiones, fue el saxo tenor el que tiraba de la cuerda de la distorsión mientras las secuencias y programaciones lo mismo procesaban la voz de Camarón que el cante de La Niña de los Peines o el de Tía Anica la Piriñaca.

Dentro de esas coordenadas, el personal baile y la danza de Florencia Oz se desenvolvieron con una naturalidad ajena al artificio. Una actuación en cuatro tiempos desarrollada con elegancia, delicadeza y mucha templanza. Adecuó en escena su vestuario a las distintas inspiraciones: el rojo vuelo de los derviches en los iniciales giros, que ejecutó descalza; el zapateado que exhibió, ya calzada, respondiendo a la llamada del saxo; el baile con pantalones y chaquetilla bolero en clave de farruca y, finalmente, con bata de cola roja para bailarle de nuevo al saxo tenor de Jiménez mientras Artomático insistía con los ecos de Tía Anica. Una coda final alargó una representación cuando se presumía ya completada. En cualquier caso, la intensidad de la obra no restó armonía ni belleza a esta propuesta recogida y de tono intimista.

'The game. Exclusive Jerez',  Jesús Carmona, José Valencia y Juan Requena

Baile: Jesús Carmona.
Cante: José Valencia.
Guitarra: Juan Requena.

Museos de La Atalaya, Salón Don Jorge, sábado 4 de marzo. 18:30 horas.

'Electroflamenco 3.0', Artomático con Florencia Oz y Juan J. Jiménez.

Composición y electrónica: Artomático, Daniel Muñoz.
Baile: Florencia Oz.
Saxos tenor y soprano: Juan J. Jiménez.

Museos de La Atalaya, Salón Don Jorge, domingo 5 de marzo. 13 horas

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