Estévez y Paños clausuran el Festival de Jerez con ‘La confluencia’, un espectáculo intenso y vibrante
El encuentro internacional vuelve con fuerza a pesar de la menor asistencia de público foráneo. 15 sesiones que han constatado también la vitalidad de una nueva generación
Las obras de Estévez y Paños —y esta no es una excepción—suelen ir precedidas de una exhaustiva indagación, de un intenso estudio lleno de elementos que componen el alma de la creación. Una vez trasladado a la escena todo ese bagaje, las fuentes aparecen como licuadas, están presentes, se podían incluso rastrear, pero no merece la pena. De forma latente coexisten con unas formas nuevas recién creadas desde el presente, dentro de un curioso juego entre tradición y vanguardia. Es, pues, aconsejable entregarse sin prejuicios al goce de una propuesta que tendrá entidad propia y distinta en cada ocasión.
Todo ese proceso creativo alimenta La confluencia, una obra con la que clausuraron este sábado el Festival de Jerez y en la que indagan en las raíces, en la multiplicidad de bailes y músicas que confluyeron en el tiempo para dar lugar a lo que conocemos como flamenco. La enumeración de danzas y cantes que se van sucediendo en el espectáculo resulta imposible, además de innecesaria. Cantiñas, sevillanas, jotas, pregones… Un sinfín de elementos que se presentan ensamblados sin solución de continuidad, con un trabajo coreográfico fluido y cambiante, acoplado a los distintos ecos y a sus geografías. Una dinámica amalgama que compone la vibrante primera parte, en la que apenas cabe un respiro.
La elección del cantaor Rafael Jiménez Falo, con su timbre de madera vieja, resulta más que acertada para recrear estilos antiguos o preflamencos. Entre ellos, y ocupando un lugar central, estará el Romance del Conde Sol, que se representa con una coreografía completa. Danza y figuración. El baile de Valeriano dominará la escena por momentos, Sellés le dará la réplica. Luego vendrá la seguiriya, el recuerdo de Los Campanilleros y…, ¡la zarabanda!, el baile que llegó a ser prohibido y que se representa con sus necesarias gotas de lascivia o sensualidad. Más adelante Triana con sus tangos, una continuidad de lo anterior, el cante de Vallejo y unos tientos. Para cada cosa su coreografía, grupal o individual, siempre sin tregua.
Una intensidad de la que es difícil abstraerse. Una abstracción contemporánea que no deja de revelar antiguas memorias. Tradición y vanguardia en una sucesión de cantes y bailes que solo encuentra algo de sosiego —y algo de color— en los cuadros grupales del final.
Reencuentro con el público
Aunque ha sobrevivido a la pandemia sin ser suspendido ningún año, un evento que encuentra su principal sostén en el público extranjero, como es el Festival de Jerez, es normal que se haya visto afectado por la reducción de movimientos que ha impuesto el coronavirus. La edición de este año se planteaba como la del reencuentro con el público y lo ha sido en gran parte, aunque con la sensible ausencia de la afición asiática y norteamericana, un alto porcentaje en el total histórico. El público ha sido así mayormente europeo, nacional o local, pero suficiente para provocar colas en muchas ocasiones en el acceso al Teatro Villamarta, sede principal de la muestra.
Sobre sus tablas se ha asistido a otro reencuentro, esta vez con baile tradicional como protagonista. Dos ballets públicos, el Nacional de España y el Flamenco de Andalucía, sostuvieron un objetivo que también marcó el regreso de una bailaora emblemática, Manuela Carrasco, que ha participado con espectáculo propio y como invitada del bailaor Antonio El Pipa. Otra artista local, Manuela Carpio, incorporó a su espectáculo a figuras como Antonio Canales y La Farruca, Joaquín Grilo, Pepe Torres y Gemma Moneo en una celebrada noche.
Quince sesiones en el coliseo jerezano han dado también para constatar la vitalidad de una generación que llamaríamos milenial, con representantes como María Moreno y Ana Morales, que trajeron propuestas ya conocidas, o Mercedes Ruiz y Mercedes de Córdoba, ambas con sendos estrenos muy aplaudidos. Entre los hombres, Manuel Liñán, que reafirmó su apuesta por un baile no binario, y Alfonso Losa, que estuvo dirigido por Estévez y Paños y acompañado por una sobresaliente Concha Jareño. En otros escenarios de la muestra, han destacado, con proyectos de muy distinto corte, las bailarinas Olga Pericet y Sara Cano y la bailaora Lucía Álvarez La Piñona.
Estévez/Paños y Cia. La confluencia
Idea original, coreografía y dirección: Rafael Estévez y Valeriano Paños.
Baile. Rafael Estévez, Valeriano Paños, Jesús Perona, Alberto Sellés, Jorge Morera.
Cante: Rafael Jiménez “Falo”. Guitarra: Claudio Villanueva. Percusión: Iván Mellén.
Música: Popular del Flamenco y del Folklore, Rafael Jiménez Falo, Iván Mellén, Rafael Estévez.
Música original: Claudio Villanueva.
Guion, repertorio y selección de textos: Rafael Estévez y Rafael Jiménez “Falo”.
Sonido: Chipi Cacheda. Técnicos de luces. Olga García, Manuel Colchero, Álvaro Estrada
Museos de La Atalaya. 5 de marzo. 23:00 horas
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