El baile como vehículo de emancipación
Olga Pericet y Sara Cano protagonizan dos espectáculos con lenguajes diversos y una común idea liberadora en el XXVI Festival de Jerez de danza
La bailarina cordobesa Olga Pericet (Premio Nacional de Danza 2018) vino al XXVI Festival de Jerez de danza a presentar la segunda parte del proceso creativo de su próxima obra, El avance de la leona, inspirada en una guitarra prototípica, a la que su constructor, el almeriense Antonio de Torres puso ese nombre femenino. En su trabajo, los procesos de construcción de ese instrumento y de definición de una música y unas danzas parecen analógicos. El hecho de que esa guitarra fuera el vehículo de emancipación de la música española también puede servir para metaforizar la liberación de la propia mujer. La experimentación sería otro elemento en común: se perseguían nuevas sonoridades en aquella guitarra como se buscan nuevas expresiones dancísticas.
Olga lo hace con la inestimable ayuda del bailarín canario Daniel Abreu, también Premio Nacional (2014), que la guía en esa tentativa de comunión con la propia materia prima de la sonanta. Formas de danza contemporánea para una bailaora que destapa la garra con el poderío de sus pies. El universo sonoro creado abunda en la misma línea, con efectos electrónicos y un bajo de cinco cuerdas que llega a sonar flamenco. Con las guitarras flamenca y española se abordan una composición de Francisco Tárrega y los estilos directamente flamencos. Sobre la música del castellonense se construye un paso a dos de líneas estilizadas, mientras que al compás de la soleá por bulería emerge la Olga más brillante. José Manuel León dejaría una bella taranta antes de que se dibujara la melodía del Romance de la monja contra su gusto. Entra en juego el mantón para esa danza de sumisión, pero pronto se convertirá en arma de liberación para el baile de la petenera, que marca momentos de mucha belleza y lirismo. Entre luces estroboscópicas, lo flamenco se termina imponiendo quizás como resultado final de los dos distintos procesos creativos.
Una historia de resiliencia
La bailarina Sara Cano, Premio Max 2020 a la Mejor Coreografía, presentó con Mujer de pie una suerte de alegato de la resiliencia, la defensa de una redención y liberación posibles tras la caída a los abismos de la depresión, del dolor y puede que de la agresión. Todo eso se puede intuir en una obra en la que la danza y el baile, con un trabajo coreográfico muy bien construido, sirven de soporte a un relato en el que el cante flamenco y, sobre todo, sus letras, alusivas en todo momento, ponen voz a una sucesión de estados, que se presentan con una fuerte carga dramática, la que es capaz de poner Cano desde un arranque con tintes de desolación.
La artista, que se reconoce no muy cercana al flamenco, se aproxima a este y hace uso de sus herramientas, de su baile y de su cante, para sustentar una historia repleta de altos y bajos, en lucha constante por una superación y liberación, lo que no resulta fácil. El baile de Ricardo Moro, en un largo paso a dos con la protagonista, es la expresión de la duda entre la ruptura y la necesidad de un asidero. Se hace en clave de soleá y ejemplifica esos avatares y contradicciones. Una violencia (machista) insinuada, un difícil viaje de salida en el que las prendas que cubren a la bailarina van cayendo, tal vez simbolizando un necesario despojamiento de capas. La desnudez y el albo color de la escena final, alargada en recorridos circulares de todos los protagonistas, dejan vislumbrar, entre cantes de levante, el final de un viaje que su principal actora cierra con el mismo dramatismo con el que lo inició, pero esta vez reflejando paz y sosiego tras el recitado del hermoso poema de Chantal Maillard que da nombre a la obra. Los límites entre las distintas disciplinas dancísticas se han difuminado para que prime el relato pretendido.
Apuntes de vanguardia entre la tradición
En un evento que en su XXVI edición ha querido recuperar una mirada a la tradición, se encuentran también muestras del hacer de los artistas más jóvenes que miran al futuro persiguiendo un lenguaje propio. El ciclo Muy Personal, programado en Los Museos de la Atalaya está reuniendo muestras muy estimables de este quehacer. En estas, puede que sea resultado de la pandemia, resulta común un cierto replanteamiento creativo, la intención expresada de hacer las cosas de una distinta manera. Se buscan fuentes de inspiración de lo más diverso: una obra poética y el tiempo de su autor (La Piñona), el proceso constructivo de una guitarra (Pericet), la resiliencia y la feminidad (Sara Cano), el romance sefardí (Sara Jiménez), una seguiriya inspirada en la música de Ornette Coleman (Rosario Toledo)...
Para conseguir el objetivo, también se constata la búsqueda de direcciones artísticas o escénicas acreditadas: Estévez&Paños han dirigido a la debutante Macarena López y a un bailaor consolidado como Alfonso Losa. Pedro G. Romero ha estado presente en las obras de La Piñona y de Rosario Toledo, y Juan Kruz Díaz de Garaio en la de Sara Jiménez, entre otros ejemplos. Estas colaboraciones han podido ofrecer resultados dispares, pero señalan un movimiento creativo destacable y, sobre todo, la ruptura de los límites expresivos. La presencia de la danza contemporánea en obras de artistas flamencos no es ya nada nuevo, pero también se da el movimiento inverso, como ocurre con la bailarina Sara Cano. Será que “la sensibilidad de esta disciplina (el flamenco) viene a enriquecer la danza contemporánea en general”, como ha afirmado Rachid Ouramdane, director del Teatro Chaillot de París.
Obras
- Olga Pericet. El avance de La Leona.
Baile, coreografía y dirección artística: Olga Pericet.
Coreografía y Danza: Daniel Abreu.
Música original y guitarra: José Manuel León.
Música y bajo eléctrico: Juanfer Pérez
Museos de La Atalaya. 26 de febrero. 13.00 horas.
- Sara Cano. Compañía de danza. Mujer de pie.
Intérpretes: Sara Cano, Ricardo Moro.
Coreografía: Sara Cano, Ricardo Moro.
Cante: Alberto Funes, Al Blanco.
Música original: Alexei Starodubtsev, Alberto Funes.
Dirección: Sara Cano.
Museos de La Atalaya. 27 de febrero. 13.00 horas.
Babelia
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