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El cine se suma a la batalla por la memoria histórica

Películas y documentales como ‘Modelo 77′, ‘Argentina, 1985′ o ‘Las cartas perdidas’ desempolvan heridas del pasado personales y colectivas

El actor Miguel Herrán en 'Modelo 77'.
Rocío García

El poeta Jorge Luis Borges dejó escrito: “Solo una cosa no hay, el olvido”. La frase la rescata Rafael Cobos, coguionista de la película Modelo 77, ya estrenada en salas comerciales, a cuenta de la decidida batalla del cine contra el olvido y de la necesidad de recuperar el pasado con memoria y juicio crítico. Festivales como el de San Sebastián, celebrado el pasado mes de septiembre, o la Seminci de Valladolid, que se desarrolla esta semana, han dado un espaldarazo a filmes y documentales en que indagan en el pasado y desempolvan heridas más o menos ocultas, tanto personales como colectivas.

Coincidiendo con la entrada en vigor de la Ley de Memoria Democrática el pasado 21 de octubre, en las últimas semanas se han estrenado títulos como Argentina, 1985, de Santiago Mitre; El caso Padilla, de Pavel Giroud; 918 Gau, de Arantza Santesteban; Gesto, de Xuban Intxausti; Hirugarren Koadernoa, de Lur Olaizola, o el propio Modelo 77, de Alberto Rodríguez, todos ellos estrenados en San Sebastián. Por su parte, la Seminci presenta Pacto de silencio, una producción de TVE sobre El Nani, de cuya desaparición se cumplen 40 años en 2023, y el documental Donde acaba la memoria, que protagoniza el hispanista Ian Gibson y que se estrena en salas el 4 de diciembre. El 4 de noviembre llegará a los cines Las cartas perdidas, sobre el horror de las mujeres republicanas represaliadas tras la Guerra Civil, que dirige Amparo Climent.

“Recuperar la memoria es una forma de restañar heridas. Hablar del pasado sin miedo implica que se puede conocer el presente sin que ello suponga revivir viejos traumas y conflictos”, asegura Cobos, que se unió a Alberto Rodríguez para poner el foco en Modelo 77 en los prisioneros más olvidados de las cárceles, los presos comunes, en un momento de euforia democrática y social como el que se vivió en España en 1977. “Mientras el país por fin salía del túnel y de las sombras y se encaminaba hacia un futuro luminoso, lleno de esperanza, existían instituciones refractarias a la libertad y el cambio, como las cárceles”, añade Cobos, que opina que la salud de cualquier democracia depende de su capacidad para ajustar cuentas con el pasado y cuestionar el relato dictado por sus fuentes oficiales. “No podemos olvidar”, recalca el guionista.

Imagen de mujeres republicanas represaliadas por el franquismo en el documental 'Las cartas perdidas'.

Arantza Santesteban no olvida los 918 días que pasó encarcelada por su pertenencia a la cúpula de Herri Batasuna. Así lo narra en 918 Gau, que comienza ahora, tras su presentación en San Sebastián, un recorrido por distintos festivales. Con muy pocos recursos cinematográficos, apenas unas fotografías, cartas y algunos otros documentos, Santesteban hace un relato en primera persona en el que revisita muchos lugares y momentos, pero sobre todo las emociones que rodearon esa vivencia. Grabadora en mano, la cineasta, nacida en Pamplona hace 43 años, recuerda cómo fue su paso por distintas prisiones, sus vueltas por el patio con su amiga Maite o el silencio insoportable. También las presiones del entorno de ETA para que no se relacionara con presas comunes. Evoca la noche del 4 de octubre de 2007, cuando fue detenida por orden del juez Baltasar Garzón en Segura, en la provincia de Gipuzkoa, así como su puesta en libertad 918 días después y el recibimiento del colectivo de presos y simpatizantes de la izquierda abertzale en su barrio de Pamplona, con flores, aurreskus y txistolaris. Ella estaba aterrada. Solo una carga policial “me salvó de hacer el discurso”, dice. Tras unos meses en su barrio, en los que no le cobraban en las tiendas, le regalaban los masajes y la invitaban a café, decidió poner tierra por medio e irse a vivir a Berlín. “La gente necesitaba que yo siguiera cumpliendo sus expectativas, pero yo estaba en otro lugar. No sentía nada de eso, no quería eso. Quería ser anónima,”, confiesa en la película. Santesteban explica por correo electrónico que el cine como altavoz para luchar contra el olvido es una herramienta más: “También están la memoria corporal, los relatos de nuestras madres y padres, las políticas institucionales y la organización colectiva de espacios para reconstruir las memorias”.

Ricardo Darín, como Julio César Strassera, y Peter Lanzani, a la izquierda, como Luis Moreno Ocampo, en un momento de 'Argentina, 1985'.

Del País Vasco llegan otros dos títulos. Hirugarren koadernoa es un cortometraje de la cineasta Lur Olaizola (San Sebastián, 1988) en el que se recoge parte de los diarios que escribió desde su exilio en México la dirigente de ETA María Dolores González Catarain, Yoyes, antes de ser acusada de traición y asesinada por orden de la organización terrorista en su pueblo de Ordizia y delante de su hijo de tres años en septiembre de 1986. El cortometraje pone el acento no solo en la mirada política de Yoyes, cuyos textos son leídos por la actriz Ana Torrent, sino en su pensamiento como mujer de grandes inquietudes y curiosidad. Olaizola asegura que el asesinato de Yoyes supone un antes y un después en la historia del País Vasco. “Provocó un cambio brusco en mucha gente que hasta entonces podía simpatizar con la organización terrorista”, explica la cineasta, quien juzga imprescindible la “revisión constante del pasado y la reescritura de la historia”.

Eso hace también Gesto, el documental sobre la organización Gesto por la Paz, que luchó tenazmente y en silencio contra todo tipo de violencia en el País Vasco y que, por ello, fue duramente perseguida y amenazada. Su director, Xuban Intxausti, de 42 años, nunca se puso el lazo azul, símbolo de Gesto por la Paz, que sí lució su padre. “Cada uno escucha lo que le interesa y eso hay que superarlo. Conocer la lucha de Gesto por la Paz, de la que mucha gente tiene una opinión distorsionada, es una manera de interpelarte y enriquecerte. Es un hecho de ejercicio difícil de memoria preguntarse por qué no estuvimos en esa organización. ¿Fue el miedo, la presión social?”, se cuestiona el cineasta, que mira con algo de envidia a Alemania por su capacidad de revisión del pasado. “El cine tiene el poder inmenso de dar a conocer lo que ocurrió en un país en un momento determinado. Muchas veces el único recuerdo que queda de una época es una película”, añade Intxausti.

La historia comienza donde acaba la memoria. La vida sin memoria no es vida. Sin ella no somos nada”, dice Ian Gibson

La mafia policial en los primeros años de la democracia es el objetivo de la serie de dos capítulos de TVE que dirigen César Vallejo y Ángela Gallardo. El primero de ellos, Pacto de silencio, se centra en el caso de El Nani, considerado el primer desaparecido de la democracia española. El segundo, con el título provisional de El último golpe, cuyo montaje finalizará en diciembre, abordará otros casos de corrupción en la policía. El primer juicio en el que sentaron en el banquillo miembros de la Policía Nacional, acusados de hacer desaparecer el cuerpo de El Nani tras su detención en noviembre de 1983, fue grabado íntegramente por TVE. Con el hallazgo en los archivos de la televisión pública de aquellas más de 500 horas grabadas —no solo el juicio, sino las noticias paralelas, la sentencia y las reacciones a todo ello— se puso en marcha Pacto de silencio, un brillante documental que cuenta con la participación de periodistas que investigaron entonces el caso, de los seis abogados que formaron parte de la defensa y de la acusación de la familia y del juez instructor Andrés Martínez Arrieta, pero no de los siete miembros de la policía (un comisario, un subcomisario y cinco inspectores) que fueron declarados culpables en este mediático caso, que tuvo lugar durante el primer Gobierno socialista. “Hemos trenzado una historia en la que la prensa desempeñó un papel muy importante”, cuenta Vallejo. La serie tiene previsto su estreno en 2023.

Si hay alguien que defiende con fervor y valentía la importancia de la memoria es el hispanista y escritor Ian Gibson, nacido en Irlanda y nacionalizado español. En Donde acaba la memoria, que llega a salas el 2 de diciembre, Gibson replica el viaje que Luis Buñuel hizo a Las Hurdes en 1933 para rodar Tierra sin pan y termina en Granada, donde reposan los restos del poeta Federico García Lorca, como “símbolo de la reconciliación de un país que se resiste a hacer las paces con su pasado”. El escritor defiende que el cine es “un instrumento muy eficaz y necesario para afrontar el dolor de un país que parece no querer recordar su propia historia”. “La historia comienza donde acaba la memoria. La vida sin memoria no es vida. Sin ella no somos nada”, asegura Gibson, que no oculta su felicidad por la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica.

Lo mismo le sucede a Amparo Climent, la directora de Las cartas perdidas, que estuvo presente en el Congreso de los Diputados el día en que se aprobó. Las cartas perdidas da voz, a través de correspondencia y testimonios reales, a mujeres republicanas que fueron represaliadas por el régimen franquista, con la participación de actrices como Marisa Paredes, Alba Flores o Nora Navas, entre otras. “Vivimos un momento en el que el recuerdo de todo aquello que pasó es fundamental para luchar contra el auge de la ultraderecha”, asegura Climent.

También se mira al pasado fuera de España. De América llegan dos títulos con recuerdos trágicos. Argentina 1985, la magnífica incursión en el juicio a la primera dictadura del general Videla, centrada en el fiscal del caso Julio César Strassera (se puede ver en salas y en la plataforma Amazon Prime Video), y El caso Padilla, que saca a la luz, 50 años después, la espeluznante confesión ante sus compañeros escritores del poeta y disidente Herberto Padilla tras 37 días encarcelado, acusado de contrarrevolucionario. El actor Chino Darín, hijo del protagonista de Argentina 1985 Ricardo Darín y coproductor del filme, cree que todos los países han atravesado por aberraciones, que siempre hay víctimas y victimarios. “La relevancia de la memoria histórica tiene que ver con lo que somos como sociedades y culturas. Da igual que sea desde un acontecimiento histórico o desde el seno de una familia, lo importante es la trascendencia cinematográfica de la historia que quieres contar” asegura Darín, para quien la “memoria histórica de un país, una sociedad, etnia o familia es entender el pasado para su aplicación en el presente y no estar condenados a repetir el pasado”.

El caso Padilla incluye parte de la larguísima autoinculpación que realizó el poeta Herberto Padilla en abril de 1971 y que ha estado oculta durante todo este tiempo en archivos estatales cubanos. Su director, Pavel Giroud, incide en que el documental muestra hasta qué punto es capaz de llegar el poder para perpetuarse. “Casos como la confesión de Padilla se siguen produciendo hoy día en Cuba, debido a los chantajes y amenazas a determinada gente”, explica Giroud, que tiene claro que su trabajo no va a ser estrenado en Cuba, aunque la piratería logrará que sea visto en muchos hogares. “Nuestro deber es plasmar los hechos tal y como son, desde la neutralidad. Yo no acuso a la dictadura castrista, expongo los hechos para que el espectador saque sus propias conclusiones. A medida que he ido conociendo a fondo el caso Padilla, creo que he ido matizando mi opinión. Antes le consideraba un miserable, ahora veo a un hombre salvando su pellejo. Hay que estar en su situación. ¿Qué hubieras hecho tú en ese momento?”.

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