Fatty y Bela Lugosi: auge y caída de dos leyendas de los efervescentes inicios de Hollywood
Dos novelas gráficas viajan hasta los comienzos de la meca del cine hace un siglo para contar el triunfo, el mito y el declive de uno de los grandes cómicos de las películas mudas y del célebre intérprete del conde Drácula
Cuando el cine comenzó a comercializarse y extender la realización de películas para el gran público, hubo un traslado de enseres y productores de la costa este de Estados Unidos a tierras más cálidas donde se pudiera rodar durante todo el año. Ese éxodo encontró un lugar ideal en Hollywood, cerca de una gran ciudad como Los Ángeles, de terrenos baratos y excelente clima. A partir de 1910 y hasta 1920, la meca del cine fue territorio abonado para un tiempo de creatividad libre de imposiciones. Y, también, para el nacimiento de las primeras grandes estrellas del séptimo arte. Hasta ahí viajan ahora dos novelas gráficas, que recuperan a dos leyendas de los comienzos de Hollywood: el mito del cine mudo Roscoe Fatty Arbuckle y Bela Lugosi, el conde Drácula más célebre de la gran pantalla. Dos divos que conocieron fama y éxitos. Pero también, excesos y caídas en desgracia.
En aquellos años, en ese primer ciclo de películas que querían entretener al gran público, afloró un género dentro del cine mudo que trataba de hacer reír al espectador con historias de resbalones con cáscaras de plátano, tartas en la cara, chicas alegres, situaciones cotidianas engorrosas y policías tontos a los que el protagonista esquivaba. Y en esa atmósfera emergió un nombre, una de las primeras grandes estrellas que despertaron gran devoción entre el público: Roscoe Fatty Arbuckle. Nacido en Kansas, además de ser uno de los primeros divos de Hollywood con sueldo estratosférico, Fatty destacó por sus colaboraciones con un primerizo Charles Chaplin o por ser el descubridor para la gran pantalla del humorista teatral Buster Keaton. Su fama se extendió también por su vida excéntrica y la opulencia de sus fiestas. El cómic Fatty. El primer rey de Hollywood (Astiberri), con guion del francés Julien Frey e ilustraciones del español Pep Domingo Nadar, cuenta su historia de gloria y declive.
El éxito de Fatty Arbuckle se torció cuando los aires de libertad de esa primera década estaban cambiando. A partir de 1920 la industria había derivado hacia un nuevo modelo de empresa dirigido por potentes hombres de negocios donde política, prensa y religión cada vez influían más en los rodajes. En esa atmósfera, Fatty fue acusado de un delito que no había cometido, la violación y asesinato de una invitada en uno de sus festejos. El libro, brillante en diálogos y espectacular en caracterización y tonos, cuenta la amistad inquebrantable de Buster Keaton con su mentor.
“Julien quería especialmente reflejar una historia de amistad. Encontró una foto de Keaton de mayor con un retrato de Fatty en la pared. En esa relación se centra el tebeo, en esa parte humana que le da una capa de intimidad a la historia”, cuenta por teléfono el ilustrador Nadar. Un libro que respira a través del color y los paisajes de un ambiente cultural y mediático efervescente. Para Nadar, buscar la textura del libro es una parte fundamental del proceso a la hora de ilustrar el guion: “Hay bastante documentación visual de esa época en blanco y negro. Más que centrarme en detalles me interesaba reflejar la atmósfera de ese tiempo, sacar el color que no había en las imágenes en blanco y negro de una forma coherente, reflejar la luminosidad, y que el lector a través del libro pudiera viajar y meterse en esa época”.
Al igual que en Fatty, en la novela gráfica Lugosi. Ascenso y caída del Drácula de Hollywood, de Koren Shadmi (Desfiladero Ediciones), un Hollywood de lentejuelas pero también de decadencia y abandono es protagonista del libro. Bela Lugosi nació en 1893 en Hungría, cerca de la frontera con Transilvania. Actor de éxito en su país, tuvo que exiliarse tras la caída de la breve República Soviética Húngara de Bela Kun en 1919. En 1931 protagonizó el Drácula de Tod Browning, el éxito fue inmediato y el público asoció para siempre el rostro de Lugosi al del conde que necesitaba la sangre de sus víctimas para sobrevivir.
La película supuso además un pelotazo para el género del cine de terror. Lugosi compartió éxitos y rivalidad con Boris Karloff, que interpretó Frankenstein también en 1931, y su rivalidad también es parte de la trama del tebeo. Dibujado a dos tintas, en blanco y negro para transmitir el aspecto de las viejas películas de terror de la Universal y en blanco y rojo para los flashbacks, el cómic narra la biografía de un emigrante en Hollywood repleta de excesos y pasiones, en la que la droga, como ocurre en Fatty, también tiene un peso importante en la historia. Lugosi refleja con habilidad la deriva hacia el precipicio de un actor atrapado en su propio personaje.
Koren Shadmi desarrolla por correo electrónico lo que para él era la maldición de Bela Lugosi: “Siempre se le reconocía por el papel de Drácula, y a menudo se le encasillaba como villano. Su primer papel importante en el cine fue también el punto álgido de su carrera, y a partir de ahí nunca alcanzaría esa cima. Pero tengo la sensación de que, a pesar de toda la tragedia, Lugosi tuvo un enorme y oscuro sentido del humor”. El cómic del autor israelí-estadounidense refleja con habilidad esa personalidad entre la tragedia y la autoironía que tuvo Lugosi desde pequeño. Consciente de que no podría desprenderse de la sombra de Drácula, en los últimos años participó en varias películas de Serie B elevado a actor de culto para un público minoritario.
Como ocurrió con Fatty Arbuckle, tuvo que reciclarse para poder sobrevivir: “Lugosi tuvo una relación compleja con Hollywood. Siempre fue el marginado, otros actores mencionaban que era reservado en el plató, e incluso se calificó a sí mismo de ‘lobo solitario’ en varias entrevistas. Esa postura le ayudó a sobresalir en papeles de villano. Es una historia común en el negocio del cine, ver a una persona creativa convertida en rey y descartada unos años después”, cuenta Shadmi. En ambos cómics hay ese hilo común de personalidades fuertes que terminan estrelladas, pero también de cómo construyó Hollywood su glamur y grandeza.
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