Sale a la luz la historia de los esclavos negros de la hermandad cofrade decana de Sevilla
Un documental ilumina la trayectoria de los africanos que mantuvieron desde el siglo XIV una organización que sirvió de modelo para otros colectivos sociales en América durante la colonización
Conocer la masiva presencia de esclavos africanos en la Sevilla de los siglos XIV al XVIII y cómo fundaron de forma extraordinaria una de las primeras hermandades cofrades de la entonces megalópolis europea, la de Los negritos, fue para el director de cine Antonio Palacios la “revelación” que esperaba en su búsqueda de una historia “muy potente” que contar. Todo comenzó extramuros de la ciudad hace más de 600 años, cuando se unieron en una singular fraternidad los despreciados por los amos y los libertos sin refugio. Para iluminar este pasado ignorado y situar a sus protagonistas en el centro de la acción, Palacios ha filmado el documental Los negros, que muestra la fortaleza que durante siglos ha mantenido esta hermandad contra las autoridades civiles y las élites eclesiásticas hasta conseguir ser una de las instituciones vivas sin interrupciones más antiguas de Europa. La relevancia trasciende cuando descubre que este modelo asociativo se trasladó a América durante la colonización.
Es 1393, y el arzobispo Gonzalo de Mena y Roelas funda una casa-hospital para asistir a los manumitidos y a esos desamparados de los arrabales que ya mayores o enfermos son rechazados como esclavos por los dueños cuando las murallas de Sevilla se cierran al anochecer. De ahí prende la hermandad, cuando ni siquiera se han forjado aún los cimientos de la catedral, donde siglos más tarde se venderían esclavos en sus peldaños de piedra con precio a convenir, según sus características y su salud. El antropólogo Isidoro Moreno, que encendió en Palacios la chispa de esta realidad con su libro La Antigua Hermandad de los Negros de Sevilla: Etnicidad, Poder y Sociedad en 600 Años de Historia, calcula que hasta un 14% de la población en el siglo XVII en la capital era negra y esclava. “Es una historia silenciada. Y en el caso de esta hermandad, recoge con archivos y documentación las estrategias que empleó la población negra para no desaparecer como entidad y mantenerse sin interrupción durante siglos”, concluye Moreno. “Según nuestra investigación, es una de las instituciones vivas más antiguas de Europa”, incide Palacios.
“¿Cómo es posible que esta realidad, de una España que era un imperio, no se cuente, que no esté reflejada en los libros, en las películas, que no haya ningún personaje negro conocido dada su dimensión?”, se pregunta el director en lo que ha entendido como una “oportunidad” para dar a los negros la posibilidad de verse en la pantalla como sujetos protagonistas “con una variedad increíble de personalidades con mucho calado. Más allá de los papeles de poco espectro que se les ofrece siempre”, apunta. Enfoca así a los artífices negros de la hermandad; mayordomos, alcaldes, fiscales y hermanos mayores que sortearon siglo tras siglo las trabas de los poderosos para, por ejemplo, evitar que se reunieran en asamblea, instigar su disolución o no otorgarles el lugar de la presidencia de las procesiones de Semana Santa que les correspondía por antigüedad. “Pasaron negros con un gran olfato político para asegurar la paz y con fuertes alegatos de orgullo racial”, añade Palacios.
El director rescata también la valentía de algunos hermanos negros, como Fernando de Molina o Pedro Francisco Moreno, que vendieron su libertad para mantener la histórica organización, que sirvió también de ejemplo durante la colonización de América como referente de gestión de estos colectivos. “Con la clase alta viajaban sus criados negros, que promovieron una proliferación de organizaciones a imagen y semejanza de la hermandad sevillana en lugares como México o Lima”, detalla Moreno, que destaca que a los poderosos también les interesaba que los oprimidos estuvieran organizados “para controlarlos mejor”. “Así pueden mantener el orden divino del mundo”, apunta el investigador, que resalta también que estas organizaciones suponen un mecanismo de reproducción de la autoestima colectiva y de resistencia de la identidad, “aunque fuera más simbólico que activo en esos tiempos”.
La película refleja la ida y la vuelta de estas influencias transatlánticas en la hermandad, que ha facilitado a Palacios “con muy buena disposición” el rodaje y la documentación. En la Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles hay una virgen traída de Cuba con una barquilla a los pies con un tripulante blanco, uno mulato y uno negro; o querubines pintados en las paredes en tonos oscuros y con el pelo rizado que inspiraron a Antonio Machín a cantar Angelitos negros. El artista cubano fue miembro de la hermandad junto a su hermano Juan, que ocupó cargos relevantes de la institución en el XX, cuando la organización ya hacía un siglo que, por la abolición de la esclavitud y el descenso de población negra en la ciudad, pasó a estar encabezada por blancos hasta hoy. “Por donde antes pasaban los negros, ahora pasan los negros y los blancos”, concluye el documental con la voz de la actriz Ana Fernández.
Entre animaciones en tres dimensiones, cuadros y láminas históricas y escenas con imágenes que dialogan entre el pasado y el presente, la película remarca la considerable presencia de las mujeres negras en la organización, con cargos de hermana mayor y mayordoma en una congregación con autonomía y gestión propia de sus fondos. “Desde hace siglos ellas ya podían procesionar por Sevilla, y ahora parece que se consiguen avances que antes ya existían”, reflexiona Palacios, que en contraste también se ha chocado con la realidad actual cuando ha tenido que dar de alta a actores negros para la película y se ha encontrado con la dificultad de que algunos no tienen papeles o están en trámites para ser refugiados. “Tanto tiempo después se hace evidente cómo son todavía las condiciones en las que viven algunos de ellos aquí”, reflexiona.
Hassan Sall, un joven de Guinea-Conakry residente en Sevilla, ha visto la película “superinteresante” y ha encontrado en ella algunas respuestas a las preguntas que lanza, inquieto: “¿Por qué no queda nada de esta historia? Para mí es una sorpresa muy fuerte ¿Dónde está? No queda nada, no queda nada”. Cuenta que ha estudiado la ESO y que ha aprendido de la presencia de árabes y romanos en España. “Pero de los negros, nada”, insiste. Tiene organizada una ruta para visitar el legado de este pasado africano en la ciudad y cuenta que hasta sus profesores le hacían preguntas sobre esto. “Es desconocido porque eran invisibles, pero ahora estoy concienciado con este tema. Su historia es mi historia”, concluye Sall, que en el siglo XXI lucha por conseguir asilo y papeles que le permitan alquilar un piso y trabajar para no vivir en una “situación complicada”.
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