Goya y su lucha contra los demonios interiores y exteriores en un cómic basado en las ‘Pinturas negras’
El tebeo ‘Saturnalia’, de Manuel Gutiérrez y Manuel Romero, se suma a ensayos y documentales que han analizado en los últimos años la vida y obra del pintor
La obra de Francisco de Goya (Fuendetodos, Zaragoza, 1746-Burdeos, 1828) es objeto de debates encendidos entre expertos. Su particular relación con el mundo que le tocó vivir y cómo lo trasladó a sus cuadros y grabados genera diferentes análisis y puntos de vista. En ese universo de discusiones académicas, una fundamental tiene que ver con la interpretación de las Pinturas negras, las que realizó en la Quinta del Sordo, en Madrid, donde vivió entre 1819 y 1823, antes de marcharse a Burdeos, donde moriría cinco años después. Aquellas 14 pinturas, que ejecutó al óleo directamente sobre las paredes de dos habitaciones en las dos plantas de la casa, las comenzó Goya con 73 años (en una época en que la media de edad no alcanzaba los 35), cuando su sordera y alejamiento de la corte de Fernando VII eran prácticamente totales.
Sobre ese tiempo y esas icónicas pinturas (entre otras, Saturno, Duelo a garrotazos o El aquelarre) el guionista Manuel Gutiérrez (Ceuta, 41 años) y el ilustrador Manuel Romero (Ribafrecha, La Rioja, 58 años) han construido un cómic dividido en “cinco movimientos”, titulado Goya. Saturnalia (Cascaborra Ediciones). Una versión punzante en forma y contenido de un periodo complejo en la vida del pintor. “La división en cinco episodios responde a una manera mía de salir de los cánones clásicos. Todo me lleva a composiciones musicales poéticas. Todas las rimas visuales, textuales y de símbolos son más orgánicas, más adecuadas al estilo de Goya en las Pinturas negras”, señala Gutiérrez en conversación telefónica. Romero, también por teléfono, explica la metodología que utilizó para dar forma definitiva a los dibujos: “Es un guion con muchas referencias. Utilizamos una estructura musical de 3 por 4 [el compás más extendido en la música española] que pensó Manu, con esas divisiones en cuadrícula y en celdillas. Pero a pesar de ese molde, he trabajado con libertad absoluta a nivel gráfico”.
La libertad es un elemento crucial en los análisis de la obra de Goya en la Quinta del Sordo. Para Carlos Foradada, profesor de Bellas Artes de la Universidad de Zaragoza y autor del libro Goya recuperado en las Pinturas negras y El coloso (Editorial Trea), hay “dos lecturas, que tal vez no sean disyuntivas; es decir, la que considera que estas obras empiezan y terminan en obsesiones psicológicas y particulares del pintor, y la que he propuesto, donde las Pinturas negras son un reflejo del entorno político y social que envolvió su elaboración, con estrategias y elipsis inteligentes que burlaron la censura de los mismos sectores oscurantistas que representa”. Para Foradada, que responde por correo electrónico, esas pinturas en el ámbito privado de su casa “representan el nacimiento de la España contemporánea, tras la Constitución democrática de 1812″. “En su última producción hay un enfrentamiento entre la luz y la oscuridad, es decir, entre la transparencia y el enmascaramiento de las verdaderas intenciones, expresada claramente en los personajes de Duelo a garrotazos, que ha definido nuestra época contemporánea hasta nuestros días”.
Goya. Saturnalia traza sinergias con la actualidad. En el prólogo de la edición, el guionista El Torres señala que el libro de Gutiérrez y Romero muestra un “Goya pop en aventuras contra demonios interiores y exteriores”, al que los autores se han acercado “con las armas del tebeo”. Y el crítico de cómics Álvaro Pons apunta en el epílogo al pintor de Fuendetodos como “precursor de la historieta en nuestro país”. Por las páginas de la obra aparecen personajes como Camarón, Morente, Bacon, Beethoven, Picasso, Rothko o Lorca. Para Gutiérrez su presencia se explica “porque las Pinturas negras son una metáfora que atraviesa a todos los creadores” y añade sobre cómo encontró su propia visión a la hora de enfrentarse al personaje: “Comencé la investigación con una documentación muy exhaustiva y académica. Luego, cuando tuve esa base, busqué lo que quería contar, la metáfora de la libertad en el arte”.
Mientras que Romero persiguió una luz goyesca: “Intenté crear una paleta de color próxima a sus pinturas… el cómic tenía que tener coherencia y hay un tono ocre que lo inunda todo. Goya tuvo etapas más luminosas, pero esta era más oscura”, y agrega, en relación con los otros genios que aparecen: “En esa batalla interior del artista, todos esos personajes son referentes, es un prisma poliédrico a partir de la creatividad”. Para ambos la relación entre el cómic y el marco narrativo de la obra de Goya es nítida.
La novela gráfica no es el único formato que se ha acercado en los últimos tiempos al pintor aragonés. Carlos Saura dirigió el año pasado un corto, Goya 3 de mayo, sobre el famoso cuadro de los fusilamientos, un alegato antibelicista; el productor sonoro Chuse Fernández realizó en 2019 un documental radiofónico, con acompañamiento de guitarra flamenca, titulado Cartas de Goya; y los dos libros, El sueño de la razón (Destino) —un thriller que juega con el legado artístico del pintor— y Goya en el país de los garrotazos (Arpa) —una biografía sobre el pintor que a la vez que retrataba su presente, pintaba el actual—, ambos de Berna González Harbour. Además, la historiadora del arte estadounidense Janis Tomlinson, con varios títulos sobre el pintor, acaba de publicar Goya. Retrato de un artista (editorial Cátedra, 2022). Para Tomlinson, que responde por teléfono desde Nueva York, siempre hay más que investigar sobre Goya. Su interés comenzó cuando visitó el Museo del Prado por primera vez en la década de los setenta: “La fascinación por Goya va mucho más allá de la historia del arte. Pintó la vida de su tiempo, también asuntos polémicos, como la Inquisición”.
Goya fue un pintor cortesano casi hasta los últimos días de su vida en España, cuando cayó en desgracia tras el final del Trienio liberal (1820-1823) y la reposición en el poder absoluto de Fernando VII. Para Romero, “Fernando VII es un elemento fundamental, porque fue un rey nefasto. Lo único positivo es que creó el Museo del Prado y que cuando Goya le pidió salir de España para ir en teoría a un balneario, porque se sentía acosado por los absolutistas, le dejó”. Las luchas de poder y cómo afectaron a Goya forman parte del debate. Incluso, según comentan algunas de las fuentes para el reportaje, la disposición actual de las Pinturas negras en el Museo del Prado es controvertida porque no mantienen su orden original.
Cuando Goya se instala en la Quinta del Sordo es probable que estuviera atormentado por el aislamiento de la sordera, pero quizás mucho más por haber vivido la Guerra de Independencia de 1808, que duró seis años y comenzó cuando España venía de una época de progreso y tras la que llegaría un tiempo de hambruna y conflicto interno. A Goya le pilla la guerra en un momento de plenitud, cuando era un personaje popular y primer dibujante de cámara. Todo cambiaría, algunos amigos y familiares murieron en la contienda, otros tuvieron que exiliarse. Dejó de ser del agrado del poder y comenzó a estar bajo la lupa siniestra de la Inquisición, con parte de la opinión pública acusándole de “afrancesado”. Goya se refugió en la intimidad de la nueva casa para dar rienda suelta a su arte. Sin embargo, para Tomlinson: “Esas pinturas son el colmo de la libertad artística, no hay nada de deprimente en ellas. Allí podía pintar e inventar sin que nadie le dijera nada”. Una visión, la de libertad frente al tormento, motivo de intensas discusiones. Las Pinturas negras son un misterio. En Goya. Saturnalia, Gutiérrez y Romero señalan: “Los autores dudan de que los acontecimientos narrados en esta obra hayan ocurrido en realidad, pero tampoco tienen certezas de que no lo hayan hecho”.
Babelia
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