‘Memoria’: cine abstracto y ensoñador
La nueva película del director tailandés Apichatpong Weerasethakul, protagonizada por Tilda Swinton, ofrece un recorrido que va de la fascinación creciente a una cierta decepción
Hace exactamente doce años, Apichatpong Weerasethakul ganaba la Palma de Oro del Festival de Cannes por Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas, una de las más experimentales del certamen durante el siglo XXI —otorgada además por un jurado presidido por Tim Burton, poseedor de un cine en las antípodas del tailandés—, y en una entrevista para EL PAÍS, el cineasta contó que una noche en París se le apareció una mujer vestida de blanco mientras dormía: “Mi cama era esponjosa y transparente y yo le pregunté a la mujer que qué hacía ahí”.
Una historia, o una anécdota, o un punto de partida para aquella película extraña, delicada y casi ingenua, expresados por su autor en una entrevista, que regresa como recuerdo imborrable durante los primeros minutos de su última obra, Memoria, ganadora del Premio del Jurado de Cannes 11 años después, en 2021, y que hoy por fin se estrena en España. Una mujer, interpretada por Tilda Swinton, duerme plácidamente en su cama y un inclasificable ruido, que no parece provenir de este mundo, la despierta en todos los aspectos: el físico, el mental y también el espiritual. Desde esa noche, esta botánica británica afincada en Colombia va a experimentar una obsesión cerca de lo patológico que la acabará llevando finalmente a la selva, en busca del origen de ese ruido que ya no solo la despierta por la noche sino que oye en cualquier momento de su cotidianidad, durante la vigilia, sin que sus amigos o circundantes escuchen nada en absoluto.
Con una premisa tan sencilla, pero a la vez tan profunda, Apichatpong articula una película inequívocamente suya: plácida, sugerente, morosa, a ratos fascinante y por momentos autocomplaciente, que ofrece sensaciones de mayúscula introspección con la propia obra y con uno mismo como espectador, pero que a veces resulta tan excesivamente opaca que también puede despertar una irrefrenable sensación de disgusto. Eso sí, bienvenidas esas sensaciones, todas ellas, porque de cineastas convencionales están llenos los cines, y mentes tan esquinadas como la del hombre que ve mujeres vestidas de blanco en su cama de París siempre serán necesarias.
Aun así, con la película se puede experimentar un recorrido que va de la fascinación creciente a una cierta decepción, sobre todo en la parte final de la selva colombiana, con un par de planos fijos no especialmente bellos, y tan alargados en el tiempo que más parecen una muestra de soberbia suficiencia que una señal de su arte. Si ese ruido es una premonición, un conato de demencia o una vibración del alma es casi lo de menos, porque, hasta que llegan las explicaciones —que, sin desvelarlas, podemos decir que tienen el mismo tono naïf de Tío Boonmee…—, la película mantiene las habituales aspiraciones del director tailandés: ensoñadoras, abstractas y no aptas para todos los paladares.
Memoria puede ser un modo de construcción mental y también una reflexión sobre el atavismo, entre lo espiritual y lo científico; sobre el modo en que no ya el pasado, sino lo que antecede incluso al tiempo, regresa para avisarnos de algo. Y, en ese sentido, y en una de sus más extrañas y sugerentes referencias, la película acaba hermanándose, a su manera, por supuesto, con dos obras míticas que en principio nada tienen que ver con ella, ni por su estilo ni por sus objetivos: 2001: una odisea del espacio y Encuentros en la tercera fase.
Memoria
Dirección: Apichatpong Weerasethakul.
Intérpretes: Tilda Swinton, Daniel Giménez Cacho, Jeanne Balibar, Juan Pablo Urrego.
Género: drama. Tailandia, 2021.
Duración: 136 minutos.
Estreno: 27 de mayo.
Babelia
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