Tilda Swinton, ante el drama colombiano
La actriz presenta ‘Memoria’, una película dirigida por Apichatpong Weerasethakul que rastrea el dolor del conflicto armado en el país sudamericano
Una luz débil ilumina la estancia. Los muebles son de cuero y madera de roble. El mundo parece suspendido por unos instantes. La atmósfera, sin embargo, se electriza con la llegada de Tilda Swinston. Queda claro que su belleza de estatua de mármol ha irrumpido en la habitación. Lleva una larga camisa de colores chillones, el pelo peinado hacia atrás. La actriz escocesa tiene un perfil afilado, casi andrógino, como el de las civilizaciones humanas retratadas en películas futuristas. Por sorpresa, sus primeras palabras son muy terrenales: “La semana pasada estuve en Chinchón (Madrid, España). Un pueblo muy bonito”.
Swinton, de 60 años, estrena esta semana en los cines Memoria, una película de difícil clasificación dirigida por el tailandés Apichatpong Weerasethakul. A todas luces se trata de una película colombiana, aunque ni el director ni la protagonista lo sean. La producción lo es, y de hecho se ha rodado en Bogotá y el municipio rural de Pijao. La actriz interpreta a Jessica, una inglesa expatriada que regenta un negocio de orquídeas. La mujer visita a su hermana en el hospital, donde permanece ingresada por una extraña dolencia respiratoria. Esa noche, Jessica se despierta de golpe tras escuchar un sonido seco, una especie de estallido.
Ella lo describe como el impacto de una bola de concreto que cae al mar. Un sonidista, en una sala de mezclas, le encuentra parecido a lo que produce el golpe de un bate de beisbol contra un cuerpo humano. Alrededor del misterio de ese sonido y su origen orbita todo el filme de Weerasethakul, un director radical que dice haber encontrado en las entrañas de Colombia el mismo tipo de dolor y tragedia que en su país natal. A Swinton le ocurre tres cuartos de lo mismo.
Debajo del iceberg, lo oculto, la guerra civil subterránea que ha padecido el país en el último medio siglo. “Ese es el motor de la película”, concede Swinton. “Si eres alguien muy sensible (como Jessica) puedes sintonizarte con este trauma y que la vida sea difícil, casi imposible”. El director y la actriz idearon durante 10 años la película, solo un bosquejo al principio, mucho antes de que supieran dónde la iban a rodar.
La noche anterior al encuentro con Swinton, Memoria se proyectó en un cine antiguo de Bogotá. Al acabar el pase, Weerasethakul agarró un micro y confesó:
—No mucha gente va a ver mis películas.
Los espectadores se rieron.
El director, de 51 años, recordó que decidió adentrarse en esta historia tras una retrospectiva que hizo de su obra, que recibió el premio del jurado en Cannes, el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias. En ese momento pensó que estaba viejo, que ese homenaje era una señal, el final de algo. “Y este es el lugar para comenzar algo nuevo”, se dijo. En esos días, el propio Weerasethakul escuchaba sonidos en su cabeza.
El ruido es casi imposible de recrear y quizá la historia sea esa, la imposibilidad de llegar a la fuente. El tailandés visitó más tarde Bogotá y dice que encontró muchos motivos de tristeza. “Traté de conectarme con esta tierra. Me impresionó el carácter del país, tanto el físico como el mental. Traté de introducirme en él. Hablé con psiquiatras, pacientes mentales, inicié una exploración a través del sonido. La película es un collage de memorias”.
Swinton odia que la llamen actriz. Sencillamente, dice que no lo es. En todo caso es una intérprete, una artista. En todas las películas en las que se embarca quiere explorar algo sobre sí misma. “En estos diez años que hemos tardado en hacerla me ocurrieron cosas. Joey (como llama a Weerasethakul con cariño y economía del lenguaje) sufría esos bang en su cabeza y tenía insomnio. Yo por mi parte sufrí la pérdida de mis padres. En esta historia podemos reflejar el dolor que arrastramos, lo que te lleva a un estado de suspensión, como si vieses la vida a través de un cristal”, añade.
Pero no todo lo que ha encontrado en Colombia son tinieblas. Reconoce un humor negro de los colombianos que le recuerda mucho al escocés, además de las ganas de bailar y de salir de fiesta. “Eso es maravilloso”.
Ella se ha convertido en la musa de los directores más arriesgados, como el propio Weerasethakul, Bong Joon-ho, Luca Guadagnino o Wes Anderson. Con este último ha estado grabando en Chinchón, desvelado queda el misterio. “Eso es porque soy barata”, bromea. En realidad, es porque se implica al mismo nivel que los autores, como si le fuera la vida en ello. “Me gusta implicarme en todo y trabajar de manera colectiva. Supongo que por eso me buscan”.
Uno de los últimos en integrarla en su mundo cinematográfico fue Pedro Almodóvar, de quien Swinton habla maravillas. Ella es la protagonista del primer filme en inglés del manchego. “Es como si Hitchcock me hubiera pedido que trabajara con él. Me conozco toda su obra, ha sido una de las bendiciones de mi vida. Además, mira cómo me veo...”.
La verdad es que no, no es el prototipo de chica Almodóvar. Ella parece más bien venir del espacio.
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