Sebastião Salgado muestra la Amazonia en todo su esplendor para alertar de su fragilidad
El fotógrafo expone el proyecto al que ha dedicado siete años de expediciones a la selva y les pide a los brasileños que piensen en ella al votar: “Los del Gobierno actual son profundamente antiecológicos”
Siete años de sobrevuelos y fascinantes expediciones a las entrañas de la selva le ha llevado al fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, de 78 años, completar el último gran proyecto de su vida, dedicado a la Amazonia. Es un retrato monumental del mayor bosque tropical del mundo, a través de 200 fotografías en blanco y negro, que llega a Brasil tras ser expuesto en Europa. El artista muestra la selva —y a los indígenas que la preservan— en todo su esplendor para alertar sobre su fragilidad y las múltiples amenazas que los acechan, como “el Gobierno antiecologista” de Jair Bolsonaro o “nuestra insaciable sociedad de consumo”, ha dicho este martes al presentar en São Paulo la muestra que abre sus puertas el martes. Como en ocasiones anteriores, la comisaria es Lélia Wanick Salgado, su esposa.
Ella es la encargada de seleccionar entre las decenas de miles de fotografías para diseñar el libro y las exposiciones en los que la pareja traduce sus ambiciosos proyectos. Las imágenes de paisajes que cortan el aliento, de tormentas que parecen una explosión atómica, de ríos sinuosos como serpientes, de la bellísima vegetación que se refleja en las aguas vertebran un recorrido con varias paradas en estructuras que recuerdan a las malocas, los hogares comunales indígenas. Dentro, se suceden los retratos en los que mujeres, niños y hombres que, a veces, posan orgullosos con el botín de un día de caza. “Los indígenas de Brasil han nunca han estado tan amenazados, pero tampoco tan organizados”, ha recalcado.
De fondo, acompaña al visitante de la muestra la música compuesta por el francés Jean-Michel Jarre a partir de los sonidos amazónicos que atesora un archivo suizo. La tenue iluminación imita la penumbra que crea la espesa vegetación. La exhibición Amazonia estará abierta en el centro cultural Sesc Pompeia de São Paulo hasta el 10 de julio, antes de viajar a Río, Belén y otras ciudades brasileñas.
Salgado ha compartido, en un relato apasionado, algunos entresijos del colosal proyecto. Viajó hasta las aldeas de 12 comunidades indígenas; la pandemia le impidió regresar a una de ellas como quería. Son estancias largas en lugares remotos a los que muy pocos privilegiados llegan. Están lejos, requieren permiso de las tribus y las autoridades, y conviene estar en forma. El artista viaja con un guía de alta montaña que le ha acompañado en sus 48 expediciones amazónicas de las últimas décadas, otros guías que saben cazar, y pescar, sobrevivir en la selva, patrones de canoa, además de un cocinero, antropólogo y traductor.
Saben que llega porque su invitación es imprescindible. “Me suelen recibir con una fiesta, y luego conversamos. A veces dos o tres días”. Primero es el momento de que el retratista y los retratados se conozcan. Solo después monta su estudio. Despliega una lona de siete metros por diez en medio de la selva. Y se sienta a esperar a que quien quiera pose ante su cámara. Suelen hacerlo con sus mejores galas, los tocados de plumas y las pinturas corporales de los días grandes. El equipo del artista ha tenido el mimo de que junto a cada retrato conste el nombre de cada protagonista.
Salgado es consciente de que Amazonia es un asunto extremadamente político tanto en su patria, Brasil, como en Francia, donde se instaló hace décadas con su familia. La llegada de Bolsonaro al poder hace tres años ha supuesto el desmantelamiento de la política medioambiental y el agravamiento de la deforestación, que estaba en aumento. El año pasado desaparecieron más de 13.000 kilómetros cuadrados de árboles, el peor dato de los últimos 15 años.
El artista que revolucionó la fotografía documental ha resumido en una idea aparentemente sencilla el papel crucial que desempeña Amazonia en la actual crisis climática: “Necesitamos esos árboles para respirar y para que secuestren el carbono que calienta nuestro planeta”. Durante su intervención, ha expuesto la gravedad de la situación sin caer en el catastrofismo y sazonando sus palabras con reflexiones optimistas.
Así, ha afirmado que la llegada al poder de Bolsonaro, cuyo nombre no ha mencionado, ha supuesto “un despertar de los brasileños respecto a (la importancia) de Amazonia”. Y ha recordado cómo hace años una galería de São Paulo rechazó organizar una exposición sobre el bello y amenazado ecosistema con el argumento, cierto entonces, de que a los brasileños no les interesan los problemas de la Amazonia ni de los indígenas.
El fotógrafo que ha retratado en blanco y negro otros fenómenos globales trascendentales como las migraciones ha instado a sus compatriotas a tener la selva en mente cuando vayan a votar en octubre próximo: “Pongan atención en el candidato que van a elegir como el próximo presidente”, porque los “del Gobierno actual son profundamente antiecológicos y contrarios a las comunidades indígenas”. Sostiene Salgado que si el próximo presidente presenta al mundo un plan sostenible de gestión de la Amazonia, lloverá el dinero extranjero para financiarlo. El problema actual no es de dinero, sino político. Bolsonaro ganó las elecciones con la promesa de dar la vuelta a la política ambiental. Y a ello lleva dedicado tres años pese al daño ecológico, diplomático y económico que acarrea.
Con Brasil convertido en el villano ambiental planetario gracias a Bolsonaro, Salgado, uno de los brasileños más famosos en el extranjero, ha querido dejar claro que no todo es lo mismo. Está extremadamente agradecido a las Fuerzas Armadas y a las agencias públicas que tienen la misión de proteger el medio ambiente (Ibama), a los indigenas (Funai) y la biodiversidad (el Instituto Chico Mendes). Sin ellas el proyecto Amazonia, sus expediciones y sobrevuelos habrían sido imposibles.
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