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Berlanga vuelve a rodar ‘Calabuch’ en Peñíscola

Figurantes en el rodaje de hace 65 años y estudiosos del cineasta valenciano recuerdan las mil facetas del genio

Recreación del rodaje de Calabuch en Peñíscola.
Recreación del rodaje de Calabuch en Peñíscola.
María Fabra

El mismo escenario, el mismo guion. Como hace 65 años, Peñíscola ha revivido el rodaje de la película Calabuch, de Luis García Berlanga. Ha sido apenas una hora y con solo una escena, pero con centenares de ojos que han vuelto a mirar al cielo este lunes, en lo que ha servido de homenaje al centenario del nacimiento del cineasta valenciano, allá donde esté.

El cohete que hace que Calabuch gane el concurso de fuegos artificiales ha salido desde la plaza de la escuela de Eloísa, la maestra soltera de Calabuch, entre los vítores y aplausos de una población que está acostumbrada a que sus calles aparezcan repletas de cámaras y personajes de hace siglos. Pero esta semana el papel principal ha sido para Berlanga, con un sinfín de actos conmemorativos del centenario del nacimiento del cineasta valenciano. Y con una pequeña recreación del rodaje de Calabuch, aquel pueblo al que huyó un George Hamilton (Edmund Gwenn), un científico que escapa de sus investigaciones militares y da el triunfo al pueblo.

Para rodar esta producción Berlanga no construyó ningún tipo de decorado y grabó todas las escenas respetando la ciudad tal cual era en los años 50. “Nos pagaban 30 pesetas”, recuerda Antonio Rovira, uno de los trompetistas de la banda de música que aparecen en varias escenas de la película. Formaba parte de la banda del pueblo y como tal apareció en el rodaje. Los músicos pidieron 40 pesetas de jornal porque también éramos un poco artistas”, pero no lo consiguieron. El mismo Antonio Rovira pasea hoy por las calles de Peñíscola y recuerda las prisas que les entraban cuando oían el “¡acción!”. Tanta prisa que en una de esas estaba fumando un cigarrillo y no se le ocurrió otra cosa que metérselo en el bolsillo. En esa misma escena que han exhibido esta misma semana y en la que se ve al trompetista romper la formación de la banda con aspavientos. Así se quedó.

Hay un Berlanga para cada uno de los que trabajó con él, lo conoció, lo sufrió, lo veneró. En Peñíscola no son pocos y los calificativos que le dedican tan variados como contradictorios: tímido, grosero, amable, gamberro, listillo, disperso, vago, irreverente. “Berlanga fue el mejor cronista del siglo XX”, resume Miguel Ángel Villena, biógrafo del genio. “Y no solo era un genio haciendo cine, era genial en todo”. Ese Berlanga nunca vio un corto de su sobrino nieto, Chechu García Berlanga porque no era comedia y se negó a ello. La misma obsesión que recuerda Josi Ganzemüller que le convenció para que apadrinara un festival de cine en la costa mediterránea, a lo que accedió siempre que fuera un festival de cine de comedia.

Calabuch nunca fue una de las películas favoritas de Berlanga, pero “con el tiempo empezó a quererla”, asegura Ganzemüller, quien trabajó con él durante 13 años en la dirección del festival de cine de Peñíscola y que conoce mejor que nadie un guion que ha adaptado para teatralizarlo y que estrenará el próximo domingo 17. “Además, la película ha ganado con el tiempo”, concluye, pero también recuerda que todos los amigos comunistas de Berlanga le reprocharon haber dibujado en Calabuch una España tan amigable, feliz, con un guardia civil bueno.

Para Rafaela Biosca, durante el rodaje, Berlanga fue como un padre. Recuerda los días de grabación como un juego. Entonces, a mediados de los 50, era una niña que, como todas las de su edad, jugaba por las calles de Peñíscola, convertidas por Berlanga en las calles de Calabuch. “Ni nuestras madres sabían que íbamos a salir en la película. Estábamos por la calle y nos preguntaron que si nos podíamos hace de niñas de un coro. También salimos en la boda y en la plaza de toros”, recuerda. Incluso retiene en su memoria a un Berlanga “que nos trataba como un padre”.

Su testimonio, y el de tantos otros, está recogido en el documental producido por el Ayuntamiento de Peñíscola y estrenado también esta semana. Un puente hacia Berlanga es el nombre que se le ha dado a la programación que impulsa la concejalía de Cultura para conmemorar el centenario del nacimiento del cineasta valenciano que también se ha colado en las aulas. Charlas y talleres sobre el oficio del director de cine, las fases de la realización de una pieza audiovisual o un viaje por el cine de Berlanga han sido algunas de las actividades para extender su legado también entre los más pequeños porque, tal como sostiene Miguel Ángel Villena, la figura de Berlanga debería estudiarse igual que se estudian las de Velázquez o Picasso.

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