Berlanga convierte 'Calabuch' en leyenda en su regreso a Peñíscola
El director recuerda los pormenores del rodaje en su escenario original
Medio siglo después del rodaje de Calabuch, Luis García Berlanga volvió ayer a Peñíscola para recibir el homenaje de una población que lo idolatra. En un acto que tuvo todos los ingredientes de la mayoría de sus películas, el director valenciano hizo un esfuerzo memorístico para recordar la acogida que la localidad castellonense le tributó hace 50 años y convirtió en leyenda su relación con Peñíscola.
A sus 85 años, Berlanga ha perdido mucha memoria, una rémora que considera "más terrible que la censura que padecí durante el franquismo". Por ello, en el homenaje que Peñíscola le tributó en el marco del 18º Festival de Cine de Comedia, repitió más de una vez aquello de que "esto no sé si es verdad o me lo estoy inventando ahora".
El director guarda en su corazón "la calidad humana y la calidad interpretativa" de las gentes de Peñíscola, hasta el punto de que llegó a bromear sobre el origen del talento de los extras que participaron en Calabuch: "Es posible que un grupo de actores ambulantes se instalara aquí hace muchos años y os haya transmitido esos genes para interpretar tan bien", dijo Berlanga ante un público heterogéneo que recordaba sus grandes obras cinematográficas. Desde las fuerzas vivas del pueblo, con el alcalde a la cabeza, hasta vecinos de la localidad que participaron en el rodaje del filme hace ahora medio siglo, nadie quiso perderse la cita con un personaje al que idolatran.
Berlanga se acordó, en el viaje por el túnel del tiempo que le propuso el Festival de Peñíscola, de José Isbert, el entrañable farero de Calabuch, al que calificó como "un genio", y contó una anécdota sobre su personalidad: "Hace poco me he enterado de que Pepe Isbert no se leía los guiones, sino que sólo se traía a los rodajes las frases que tenía que decir escritas en tinta roja. Y eso demuestra la calidad de un actor que se metía en una película sin saber de qué iba", dijo entre risas.
Berlanga confesó sentirse "abrumado" por el cariño de una localidad que "vivió un antes y un después" del rodaje de Calabuch, según la opinión de Lolita Simó, vecina de Peñíscola y actriz en la cinta. El cineasta, que eligió la localización "por su situación geográfica y por el Mediterráneo", rendiría más de 40 años después su propio tributo a Peñíscola cuando volvió a elegirla como plató en París-Tombuctú, la película con la que cerró su carrera y que, según confesó, es su favorita de entre toda su filmografía por "lo bestia que es". "Es como si me hubiera abierto en canal y hubiera reventado todo lo que tenía dentro y no me había atrevido a enseñar en anteriores películas", relató.
La conmemoración del 50º aniversario de Calabuch se convirtió, casi involuntariamente, en el acto central de la 18ª edición del Festival de Cine de Comedia de Peñíscola, que se clausura hoy. El certamen, que ha estrenado director este año en la figura del periodista Antonio Trashorras, ha estado marcado por la ausencia de Daryl Hannah, anunciada a bombo y platillo por la organización, quien excusó su presencia en la localidad castellonense a causa de una enfermedad. Pero, más allá del glamour que podría haber aportado la actriz de Chicago, el nivel del festival ha descendido notablemente respecto a años anteriores, tanto en la rigurosidad de las proyecciones -la mayoría de las cintas de la sección oficial se exhibieron en formato DVD, e incluso en algunos casos se proyectó la copia de visionado- como en la programación, dominada por una sección oficial con más cantidad que calidad de películas, o la escasa presencia de directores y actores para respaldar sus filmes.

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