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El talento de tres jóvenes directores inyecta frescura al final del festival de Venecia

‘Leave No Traces’, del polaco Jan P. Matuszynski, y ‘America Latina’, de los gemelos italianos D’Innocenzo, complican las quinielas de cara al palmarés

Tommaso Koch
Los gemelos Damiano (izquierda) y Fabio D'Innocenzo, con el actor Elio Germano, antes de la proyección de 'America Latina'.
Los gemelos Damiano (izquierda) y Fabio D'Innocenzo, con el actor Elio Germano, antes de la proyección de 'America Latina'.Joel C Ryan (AP)

En los últimos días de la Mostra, el número de butacas vacías se dispara. La programación, repleta de nombres poco conocidos y filmes larguísimos, parece planificada como una trampa, lista para engullir a la prensa. Así fue, en efecto, en varias ediciones recientes, y el recuerdo ha alentado a unos cuantos a preferir un paseo por Venecia. Esta vez también ha habido algún pase en falso. Pero, en general, el nivel se ha mantenido más que aceptable. Muchos, en los pasillos, hablan de la mejor edición del festival en años. E incluso la penúltima jornada de competición, en lugar de decepciones, ha aportado gratas sorpresas. Las dudas, si acaso, llenan las quinielas para el León de Oro. Hoy jueves presentaron su candidatura realizadores nada veteranos: tercer largo, en ambos casos. El polaco Jan P. Matuszynski ni había nacido en 1983, cuando ocurrió la tragedia que relata en Leave No Traces: el asesinato del joven Grzegorz Przemyk a manos de la policía comunista. Y los gemelos Damiano y Fabio D’Innocenzo, de 33 años, presentan en America Latina el intenso retrato de un hombre en crisis.

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La producción del filme italiano ha pedido evitar todo tipo de revelación sobre la trama. De ahí que la rueda de prensa se convirtiera en un ejercicio de elusión y sutileza. Digno homenaje, por otro lado, a la película. Aunque un enigma sí se puede resolver: el título poco o nada tiene que ver con el continente. “Evoca un lugar imaginario: mezcla lo soñado, lo que queremos ser, con un sitio que antes era un pantano [Latina, ciudad del Lacio], lo que nos atrapa”, explicó Elio Germano, el extraordinario protagonista. El año pasado, obtuvo el Oso de Plata al mejor actor de la Berlinale. Puede que la Copa Volpi de Venecia también acabe luciendo en su estantería.

“Tiene aspectos de thriller, pero es una película voluntariamente ambigua, misteriosa. Contiene las ganas de no repetir lo que ya habíamos hecho”, aseguró Damiano D’Innocenzo. Pero America Latina no solo es distinta, sino mejor. Bajo la imperfección de su debut, la vorágine criminal de Hermanos de sangre, se intuía un valioso sello propio. Su segundo filme, Queridos vecinos, recibió el premio al mejor guion en 2020 en el festival de Berlín. Y justo ahí, para quitarse de encima la tensión, los gemelos se pusieron a escribir su nuevo largo. “Buscamos una historia fuertemente inmersiva. No es un viaje al fin de la noche, sino al fin de un hombre”, afirmó Fabio. E inmediatamente confesó: “Esta frase se la he robado a mi hermano. La dijo antes y me pareció una pasada”.

La definición resulta certera. America Latina se centra en un joven dentista, padre aparentemente feliz, que a partir de un encuentro inquietante va perdiendo sus certezas. Los encuadres, los colores, los sonidos, las ambientaciones, los diálogos y los silencios: todo se alía para construir una atmósfera agobiante, a ratos onírica, cada vez más desorientada, como su protagonista.

La frase que acompaña el cartel del filme, “Es amor”, no hace sino aumentar la confusión. “Cada vez que nos acercamos al amor hablamos de reencontrarnos con fantasmas, obsesiones, suspense, incertidumbre, dulzura”, aclaró Fabio D’Innocenzo. “Queríamos crear un personaje con sensibilidad, antítesis del típico macho, del hombre llamado a ser ganador”, defendió Germano. Aunque, a la vez, las mujeres del filme resultan clave. “Lo femenino nos salva, es el tema principal que intentamos explorar”, declaró Fabio.

En lugar de hablar, la cámara de los D’Innocenzo sugiere. Y más desde los múltiples tijeretazos de metraje. Damiano lo resumió así: “Hay que tener cuidado con no acabar en la retórica facilona. Nos interesa mucho la síntesis. No consigo soportar la idea de que una película de autor tenga que durar por fuerza siete horas”.

Jan P. Matuszynski, antes de la proyección de gala de su filme en Venecia.
Jan P. Matuszynski, antes de la proyección de gala de su filme en Venecia. MARCO BERTORELLO (AFP)

A saber qué opina Matuszynski: su Leave No Traces alcanza los 160 minutos. Desde luego, pudieron ser bastante menos, y las primeras críticas subrayaron este y otros defectos del largo. Sin embargo, la decisión tiene una parcial justificación: el ritmo pausado y monocorde refleja el avance de la paquidérmica estructura de presión soviética en Polonia. Lento, pero imparable, hasta que consigue aplastarlo todo, incluida la verdad. Porque los hechos —sucedidos realmente— están claros desde el principio: los jóvenes Grzegorz y Piotr son detenidos por la policía comunista. Y los agentes masacran al primero, que fallece pocos días después.

Su amigo lo vio todo, y así piensa declararlo ante el juez, pero el sistema se pone en marcha para construir una versión alternativa. O varias, hasta que una sirva para autoexculparse. “No queríamos crear una postal, sino un mundo rico en detalles”, afirmó Matuszynski. De ahí que filme un gélido thriller político que envuelve al espectador poco a poco y nunca lo suelta. Tanto que ya ha sido elegido para representar a su país en la pelea por el Oscar a mejor filme internacional. Espionaje, falsificación, injusticia, corrupción. No hay nadie de quien fiarse, tras un aliado puede esconderse un traidor. El título alude a la labor perfecta de los agentes, que pegan sin dejar huellas. Pero el filme también hace bien su trabajo. Y es justo lo opuesto.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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