La extraña película ciega
El director finlandés Teemu Nikki filma un largo fuera de foco para simular la falta de visión de su protagonista. “Es el filme más extraño del festival de Venecia”, afirma su responsable, Alberto Barbera
Su única guía es una voz metálica. Sale del móvil, y le cuenta lo que sucede en el mundo. Ha vuelto a perder en las apuestas, a las tres de la tarde debe tomar sus tranquilizantes y hay una llamada en entrada. Jaakko lo escucha todo, pero no puede verlo. Otro día más en su limbo borroso. Semiciego, y casi paralizado en una silla de ruedas, debe recurrir a los sonidos para orientarse entre sombras. En la pantalla, el hombre está solo. Pero, en las butacas, el público se halla tan perdido como él. O más. Porque la cara del protagonista se muestra nítida en la película. Alrededor, sin embargo, todo está fuera de foco. “Es la obra más extraña del festival”, dijo Alberto Barbera, director artístico de La Mostra de Venecia, al presentar El hombre ciego que no quería ver ‘Titanic’, que compite en la sección Horizontes Extra. Y el creador del largo, Teemu Nikki, no puede comparar, pero defiende: “Nuestro filme es bastante único”.
“Siempre intento poner al público al mismo nivel del protagonista. Esta vez fue algo más desafiante. Pero le dio a la película un estilo especial”, explica por correo electrónico el cineasta finlandés. No le falta razón. Lo cierto es que ha construido una obra muy peculiar. Hace unos meses, la película El padre, de Florian Zeller, contó la demencia senil como pocas veces se había visto en el cine. El hombre ciego que no quería ver ‘Titanic’, ahora, ofrece un retrato prácticamente inédito de la ceguera. Además de narrarla, obliga a cargar con sus consecuencias.
El formato, salvando las distancias, recuerda a El hijo de Saúl. Allí, la cámara seguía al protagonista y el horror del Holocausto sucedía fuera de campo, y en sus ojos. Aquí el relato es más cotidiano, el filme mucho más imperfecto, pero también se encierra en la cara de su personaje. Y produce, de alguna forma, un agobio parecido. El espectador lucha por ver, se frustra, se resigna. Cuando a Jaakko se le cae el móvil, siente su miedo a quedarse aislado. Y cuando el hombre se resuelve a salir de su casa, para ir a buscar al amor platónico con quien habla cada día por teléfono, el público comparte el vértigo. Un simple viaje en tren puede ser una aventura. O una odisea.
El actor, Petri Poikolainen, sabía perfectamente a qué se enfrentaba su personaje. Porque comparte un problema parecido, pero también el espíritu de Jaakko: nunca ha renunciado a salir. “Su rol en el guion fue muy importante. Comprobé cada detalle con él. Y la propia idea de la historia salió de su vida. Solía viajar solo, ciego y en silla de ruedas. Decía que tan solo necesita fiarse de desconocidos: me resultó, al mismo tiempo, inquietante e inspirador”, agrega Nikki. A nivel práctico, cegar la cámara resultó mucho más sencillo: una envoltura de plástico alrededor, y algunos retoques en posproducción. “A la manera de la vieja escuela”, relata el creador. Todo lo contrario que su película.
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