Rafael Alberti, un legado cultural en números rojos
Un juzgado decidirá sobre el millar de bienes que componen la herencia, que se disputan desde 2014 su hija Aitana Alberti y su viuda, María Asunción Mateo, mientras la fundación del poeta prepara su liquidación
Tras esa agitada vida, marcada por el exilio, el activismo y una creatividad desbordante, Rafael Alberti (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1902-1999) era consciente de que le iban a quedar deberes por hacer cuando su tiempo se agotase. “El problema es que, al final, han sido demasiados cabos”, resume alguien que le conoció y admiró. Tantos que, 22 años después de su muerte, componen ya el triste soneto de un legado cultural en decadencia. Asediada por las deudas, la fundación que el artista creó en su ciudad natal se prepara para su extinción como única salida digna por decisión del Ayuntamiento, patrono de la entidad. Su obra atraviesa horas bajas de ventas, envuelta en dudas sobre si su gestión ha sido la correcta. Y su herencia, de más de 1.000 bienes, lleva atascada desde 2014 en un juzgado, que tendrá que dirimir qué parte corresponde a Aitana Alberti, la hija que tuvieron el poeta y la escritora María Teresa León, y qué parte a su viuda, María Asunción Mateo.
En el interior de la Fundación Rafael Alberti se conservan más de 500 obras artísticas de gran valor, como manuscritos y dibujos del poeta, piezas de Picasso y Miró, además de 7.000 ejemplares de su biblioteca personal, según detalla Enrique Pérez, secretario de la entidad. Pero la sede, creada por Alberti y el consistorio en 1994, también atesora impagos de 100.000 euros, que debe afrontar el Ayuntamiento. El espacio no es más que el espejo del decaimiento de un legado que “merece una activación radical”, como apremia Luis Muñoz, poeta y pupilo de Alberti.
Hace dos décadas que en El Puerto no se celebran los cumpleaños de su literato más ilustre. “El centenario de esa fecha —celebrado el 16 de diciembre de 2002— fue el punto más alto, luego comenzamos a desinflarnos”, asegura Pérez, único empleado de la entidad. Ya entonces las desavenencias por el reparto de su herencia y la gestión de los derechos de autor llevaban años aireadas en la prensa.
El artista cambió su herencia hasta en 10 ocasiones en apenas cinco años, según afirmaron entonces algunos amigos. En el último reparto, a la viuda, María Asunción Mateo —su segunda mujer, tras el fallecimiento de la escritora María Teresa León en 1988— y a los dos hijos de esta les correspondieron el grueso de los bienes muebles y de los derechos de autor de las obras más conocidas, como Marinero en tierra o La arboleda perdida. A la hija del poeta, Aitana Alberti, fueron derechos de la antología El amor y los ángeles y cartas, manuscritos y creaciones pictóricas de su padre, Neruda, Miró o Picasso, según desveló ella misma en 1999. La disconformidad con el reparto acabó en 2014 en el Juzgado de Instrucción Número 1 de El Puerto, que no ha avanzado en el procedimiento con nuevas pruebas desde 2018.
“Hay más de 1.000 bienes a valorar. Tenemos que saber quién los tiene y tener acceso a los documentos que demuestren en virtud de qué derecho los tiene”, resume Cristina Llop, abogada de Aitana Alberti y las dos hijas de esta. La familia ha declinado “por ahora” hacer declaraciones. Las dos partes enfrentadas por la herencia tienen que depositar más 30.000 euros en el juzgado para hacer un peritaje de la herencia y aclarar si el reparto es equitativo. En el legado se incluyen, además de los derechos de autor, una casa y un solar en Roma y numerosos bienes muebles.
Casi todas las piezas que se custodian en el archivo de la fundación —solo se expone el 5% por conservación y para fomentar la rotación— proceden de donaciones de Alberti a El Puerto. La mayoría provienen de la casa de Roma —Alberti y León regresaron a España en 1979— y, a principios de los noventa, la Diputación de Cádiz organizó una mudanza que generó cierta confusión entre lo que era donado y lo que seguía siendo del artista. Aunque para Francisco Arroyo, abogado de María Asunción Mateo, “la totalidad” del legado patrimonial de Alberti está ya cedido a la fundación. Esa respuesta, por escrito, es la única que la viuda ha realizado a EL PAÍS.
Mateo mantiene un silencio casi sepulcral desde que dimitió como presidenta de la fundación en 2010. Sí conserva, junto a su hija, cargo en El Alba del Alhelí, la empresa creada en 1997 para gestionar los derechos de autor del poeta, según un informe comercial público en la web Infocid. La gestión de estos permisos y la rentabilidad obtenida con ellos también recibió críticas hace años de amigos del poeta, como Luis García Montero o Benjamín Prado. Luis Muñoz desliza un juicio comparativo: “Pienso en lo que ha ocurrido con los legados de poetas españoles del siglo XX muy cercanos a Alberti, como García Lorca o Juan Ramón Jiménez, cuyos herederos han contribuido decisivamente al estudio y la difusión de sus obras, en España e internacionalmente”.
“La familia ha entendido que se podría haber gestionado mejor, no por sacar más ingresos, sino para darle la importancia que merece Alberti. Hasta que no se cierre de quién son las cosas, no se está gestionando como se debiera un legado tan importante”, apunta Llop. Valeria Ciompi, directora de Alianza Editorial, recuerda que el poeta podía vender 5.000 ejemplares al año con muchas de sus obras. “La lectura de Alberti ha ido decayendo con los años”, reconoce. Maribel Luque, de la agencia literaria Carmen Balcells, que gestiona los derechos del autor, apunta: “No consideramos que la recepción de la obra de Alberti se vea afectada por otra cosa que no sean las fluctuaciones naturales del mercado editorial”.
“Quizás Mateo haya pecado por exceso de celo por la obra, lo que ha podido desmotivar iniciativas culturales, pero creo que no ha habido mala fe”, apunta una persona que conoce a la viuda. Y lanza otra reflexión en su defensa: “Veo un trasfondo de prejuicio machista y de presunción de interés en ella. Es como un arquetipo popular en que el hijo siempre es el bueno y la segunda mujer, la mala. Quizás todos tienen una parte de interés y de cariño a la vez”.
La fundación se enfrenta ahora a su particular infierno. Desde que Mateo abandonó la entidad, su deterioro se ha acelerado. “Desaparecieron los patrocinadores y el Ayuntamiento tuvo que afrontar el pago en 2015 de los 200.000 euros que se debían de la hipoteca para la ampliación de la sede”, resume la concejala de Cultura del consistorio, Lola Campos, de Ciudadanos. La deuda ha crecido en estos últimos años hasta los 100.000 euros, en este caso por impagos de nóminas al secretario.
Campos heredó esa losa cuando llegó a su cargo, pero aspira a sacar del ostracismo el legado de Alberti. Cuando aprueben los presupuestos de este año, podrán disponer de más de 130.000 euros para poner al día las deudas y organizar de nuevo actividades de difusión en torno al poeta. Mientras ese momento llega, Enrique Pérez custodia con mimo el universo de Alberti, ahora dormido en un palacete de El Puerto. “Alberti tiene una calidad que trasciende todo esto. Él solo quería vivir media hora más, para poder seguir escribiendo y pintando”, zanja el experto con resignación.
Babelia
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