La turbia historia de la Fundación Alberti
El poeta, entristecido, afirma: "Me han tratado como si no fuera nadie"
"Hay diarios, tanto de Rafael Alberti como de María Teresa León, que da pudor leerlos. Tenemos que ser muy escrupulosos porque el poeta está vivo y la intimidad es muy delicada". Esta declaración del director de la Fundación Alberti, Manuel González Piñero, a EL PAÍS en septiembre de 1990, hizo comprender a Rafael Alberti que algo no marchaba bien en la fundación que lleva su nombre. Han pasado casi 10 meses durante los cuales el poeta ha guardado un discreto silencio, silencio que ahora rompe ante la ceremonia de confusión que la Diputación de Cádiz ha organizado en torno a la donación que Alberti y María Teresa León hicieron al Ayuntamiento del Puerto de Santa María.
"Tengo ya muchos años y ya me queda poco tiempo. No quisiera dedicar ni un minuto de esta vida tan maravillosa a este asunto, pero las cosas deben quedar claras", afirma Rafael Alberti, de 88 años. En su opinión, la Fundación Alberti, que depende de la Diputación de Cádiz, ha confundido la donación realizada en el año 1979 con el resto de los objetos llevados desde la casa del poeta en Roma a Cádiz. El propio poeta explica la historia. El y María Teresa León donaron, en 1979, al Ayuntamiento del Puerto de Santa María, mediante escritura, una serie de obras de arte acumuladas durante su exilio en Roma. La colección debía instalarse en la casa museo dedicada al poeta en esa localidad. En la escritura se especifican las piezas donadas -obras del propio Alberti, de otros artistas, recuerdos personales, etcétera-. Todo ello, dice Alberti, permaneció en Roma, en la casa del poeta en el Trastévere, hasta el verano de 1990.
"En estos años la Diputación de Cádiz decidió crear, con mi consentimiento, la Fundación Rafael Alberti, que se constituyó finalmente en 1989". Se decidió entonces que la donación efectuada en 1979 se depositaría provisionalmente en la fundación hasta que las obras de la casa museo Alberti del Puerto de Santa María estuvieran acabadas. Alberti dio poderes a cuatro personas -dos representantes de la fundación, una abogada y una familiar suya- para que recogieran en la casa de Roma las piezas incluidas en la donación y todas sus pertenencias. Todo fue embalado en más de 300 cajas de cartón y trasladado a Cádiz en julio de 1990.
Entonces empezaron los problemas. Se mezclaron las piezas de la donación con los pertenencias de Alberti, recuerdos íntimos familiares que tienen para el poeta gran valor histórico y sentimental. "Se expuso a la vista de todos, sin mi permiso, tanto las obras de la donación como las mías particulares e incluso dejaron que se tocasen de cualquier manera". La fundación, mera depositaria de la donación, empezó a catalogarlo todo como Legado Alberti. "Incluso las cosas de mi propiedad fueron marcadas con un rotulador indeleble. Dijeron que así era más fácil separar la donación de lo otro", dice el poeta. Los representantes de la Fundación Alberti empezaron a hablar de Legado Alberti "incluyéndolo todo": los recuerdos y documentos particulares del poeta y las piezas especificadas en la escritura de donación.
Las declaraciones del director de la fundación, Manuel González Piñero, sobre los diarios de Alberti y de María Teresa León preocuparon gravemente a Alberti. "Le llamé por teléfono para pedirle que se me devolviera urgentemente todo lo que no constara en la escritura de la donación. González hablaba de textos tan íntimos 'que daba pudor leerlos'. Aunque yo sé que ni María Teresa ni yo guardamos jamás nada que no pudiera hacerse público, me horroricé porque estaban hablando públicamente de cosas mías particulares que no constan en la donación".
Todos esos documentos se guardan en dos archivadores en las dependencias de la fundación, que retiene también otros objetos particulares de Alberti, como una maquinilla de afeitar, por ejemplo. "Reclamé también a la fundación que me entragara tres fotos dedicadas, de Falla, de Pau Casals y de Maiakovski y nada, no me lo entregaron, como si yo no fuera nadie".
"Me entristecí tanto", continúa Alberti, "que envié una carta manuscrita al vicepresidente de la fundación, José Manuel García Candón, pidiéndole que me devolvieran las fotografías dedicadas y los documentos. Tampoco me contestaron. Dijeron después que esa carta no tenía valor alguno, que estaba escrita en una hoja de cuaderno, de esos que utilizo yo. Fue terrible".
Puntos confusos
Alberti se buscó entonces un abogado, Guillermo Giménez de la Cuadra, para que le ayudase, "siempre en plan amistoso, porque esa es mi voluntad". El poeta viajó a Cádiz y pudo recuperar algunas de sus pertenencias, las fotos, por ejemplo, entre otros objetos. Y revisó la escritura de donación, aclarando algunos puntos confusos, y, como prueba de buena voluntad, insiste, la ratificó ante notario.
Pese a ese gesto, los representantes de la fundación continuaron negándose a entregar a Alberti sus objetos y documentos que no constan en la escritura.
El representante del poeta en Cádiz, Carmelo Ciria, entregó, el pasado 30 de mayo a la Fundación Alberti, un acta notarial en la que le exigía que mañana lunes, como fecha tope, le entregara todo el material reclamado. El viernes supo Alberti que la fundación ha pedido una ampliación de plazo hasta el 17 de junio y el poeta, una vez más como muestra de buena voluntad, ha aceptado. La única explicación posible a este viacrucis que Alberti está pasando para recuperar sus objetos es, según el poeta, que la fundación no quiere quedarse sin nada cuando entregue todas las piezas de la donación al Ayuntamiento del Puerto de Santa María.
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