Borat acude al rescate de EE UU
Sacha Baron Cohen estrena la secuela de su obra más icónica para denunciar los excesos de Trump y los riesgos para el país antes de las elecciones
Con Sacha Baron Cohen (Londres, 49 años) la polémica está asegurada. Capaz de hacer reír con sus gracias o desgracias, es el primero en llamarse bufón, un término que el actor y cómico utiliza para describir su trabajo ya sea disfrazado de Ali G, Bruno o el célebre Borat. Rudy Giuliani, el abogado de Donald Trump, es el último en quejarse del ingenio de Baron Cohen, al ser grabado en una situación más que comprometedora en la habitación de un hotel con una supuesta periodista en Borat Subsequent Moviefilm: Delivery of Prodigious Bribe to American Regime for Make Benefit Once Glorious Nation of Kazakhstan. Es decir, la secuela de Borat, ya disponible en Amazon Prime Video. Por tanto, lo que sorprende es la seriedad con la que conversa alguien que siempre suele hablar como su personaje, en el caso de Borat, un falso periodista homófobo, machista y racista procedente de Kazajistán.
Baron Cohen incluso hace una pausa para aclarar algo sobre su obra: “Las próximas semanas determinarán si Estados Unidos sigue siendo una democracia o cae en la autocracia. Es el momento de hacerse oír. No hay otra opción. Como cómico, mi filme es mi voz. Por eso estreno ahora, antes de las elecciones. He rodado la película más divertida desde Borat pero también una llamada de atención”.
El intérprete habla desde un hotel en San Francisco donde no para de sonar el teléfono. Y dentro de la seriedad no puede evitar el humor, imitando acentos como si fuera su ídolo, Peter Sellers. Su nueva película sigue las claves de la que hace 14 años se convirtió en un taquillazo narrando en tono documental las desventuras de un personaje ficticio salido del programa Da Ali G Show. Borat es solo un poco más ultra que Trump, según su creador: “Los dos son misóginos, racistas, apoyan el antisemitismo y les importa una mierda la democracia. Ambos son risibles”.
El presidente de EE UU tampoco parece tenerle mucho aprecio a Baron Cohen. Afirmó que es “un farsante”, que no lo encuentra divertido y que lo “único” que sabe de él es que hace años intentó engañarle, según relató este sábado en Twitter el jefe de personal de la Casa Blanca, Steve Herman. A lo que el actor contestó en la misma red social que a él tampoco le hace gracia Trump. “Y aun así el mundo entero se ríe de ti”, le espetó.
Donald—I appreciate the free publicity for Borat! I admit, I don’t find you funny either. But yet the whole world laughs at you.
— Sacha Baron Cohen (@SachaBaronCohen) October 24, 2020
I’m always looking for people to play racist buffoons, and you’ll need a job after Jan. 20. Let’s talk!https://t.co/itWnhJ8TQF
Borat regresa en medio de una profunda crisis en Estados Unidos. “Si la primera película sacó a la luz lo peor del país, ahora todo está a la vista gracias a Trump”, compara. De ahí que haya querido ahondar metiéndose en la cueva del oso y, entre otros momentos del filme, asistiendo disfrazado de Trump a un discurso del vicepresidente Mike Pence; confinándose en medio de la pandemia con dos conspiranoicos de la derecha más extrema, y casi metiéndose en la bragueta de Giuliani. Según el que fue alcalde de Nueva York, “existe una explicación perfectamente inocente” para esas imágenes de la película en las que está tumbado en la cama con las manos dentro del pantalón, en la zona de la entrepierna, en una habitación adonde llega acompañado por una joven que le acaba de entrevistar y que es la actriz que interpreta a la hija de Borat (Maria Bakalova).
“Me estaba metiendo la camisa tras quitarme el micrófono. Ni antes, ni entonces ni después de la entrevista ocurrió nada inapropiado”, afirmó el político en un comunicado. Baron Cohen prefiere que el público decida. “No quiero reventar el clímax”, calla, malicioso, pero dejando claro que nunca puso a su actriz en peligro. “El único responsable de las acciones de Giuliani es Giuliani”, añade subrayando que la preocupación del republicano quedó clara con el brutal registro del hotel que solicitó a la policía tras la grabación.
No fue el único momento en el que Baron Cohen / Borat se vio respirando con fuerza por la nariz, su técnica antiestrés, durante el rodaje. El ganador del Globo de Oro a mejor actor de comedia o musical y candidato al Oscar con Borat vistió por primera vez un chaleco antibalas al asistir a una manifestación a favor del derecho a llevar armas con una camiseta contraria a la Asociación Nacional del Rifle. Y sudó la gota gorda cuando se vio escoltado por el servicio secreto y otras fuerzas del orden de Pence, “alguien que tiene el mismo nivel de seguridad que el presidente”, todavía vestido de Trump y logró salir de allí sin dar a conocer su identidad o la de Borat. Y siempre con las cámaras rodando. “Claro que paso miedo. Como cualquiera. Ensayamos las situaciones, pero cuando llega el día estoy aterrorizado. Además, este rodaje fue el más difícil porque muchos ya conocen a Borat. Pero tenía que arriesgarme o me avergonzaría para siempre de no haberlo hecho”, se sincera.
Baron Cohen culpa a las redes sociales, a la revolución de Internet, por la intoxicación que ha llevado a EE UU y al mundo a esta crisis de la sociedad democrática. “Un puñado de personas controla la información que reciben miles de millones. Las mentiras y las teorías conspiratorias siempre se diseminan con mayor rapidez y son más entretenidas que la verdad”, explica.
El nuevo Borat llega tras el estreno de su último trabajo dramático como actor en el filme dirigido por Aaron Sorkin El juicio de los siete de Chicago, donde interpreta al activista Abbie Hoffman, alguien a quien no duda también en describir como un bufón, pero en este caso de los años sesenta. “Un gran orador y activista político que utilizó el humor para hacer llegar ideas complicadas a una audiencia que no estaba motivada”. ¿Lo mismo que ahora? “Los actores, los humoristas que conozco en EE UU son muy conscientes de la transformación que está sufriendo su sociedad. No soy solo yo por ser británico. Estamos en un precipicio desde el que podemos ver el fin de la democracia antes de caer. Y solo vamos a peor con más gente muriendo por la covid y más políticos desoyendo a la comunidad científica. Encima, todo puede empeorar dependiendo de las elecciones. Por eso me es difícil estar más optimista”.
Babelia
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