El arte como una lupa sensible ante la crisis del agua
La exposición 'Fair Water', en Washington, busca remover las conciencias a través de propuestas artísticas inspiradas en la polución
Las emociones estremecen las conciencias más que las estadísticas. Bajo ese supuesto, la Consejeria de Cultura de la Embajada de España en Estados Unidos invitó a la comisaria española Blanca de la Torre a realizar Fair Water, un proyecto en torno a los desafíos a los que se enfrenta la sociedad respecto al agua. Durante una semana, cinco artistas trabajaron con profesionales de diferentes disciplinas para materializar, musicalizar, poetizar, sobre cómo la contaminación se ha convertido en la gran amenaza para el acceso al agua. La exposición, abierta hasta el 27 de septiembre en la antigua residencia del embajador español en Washington, está montada en torno a un patio andaluz, cuyo centro suele ser una fuente de agua.
Un manto cubre del techo al suelo la entrada a una de las salas de la muestra. El paño está conformado por cuadrados que se van degradando desde un azul intenso hasta un amarillo palideciente. Es una obra de Juanli Carrión. El experimento del artista visual de Murcia consiste en mezclar lombarda con el Ph del agua de diferentes zonas de Washington, para determinar los grados de contaminación según el color que arrojara. Carrión y sus colaboradores recolectaron cuatro muestras del sistema de agua. Después, hirvieron lombarda en cada una de ellas durante cuatro horas, creando un tinte en el que sumergían una tela de algodón hasta teñirla y revelar el grado de contaminación del agua. En la escala del 0 al 13, la polución promedio es de 6 y 7, que debería producir colores como el verde limón y el turquesa. El paño los muestra, pero también van más allá de la media e incluso aparecen puntos fucsia, lo que delata el nivel de contaminación más alto de la escala.
La mexicana Tania Candiani invitó a sus colaboradores a ver el río Potomac con los ojos —y los sentidos— de Alexander von Humboldt. Desde escritores hasta diplomáticos emprendieron una excursión por el sendero Billy, la cabra, hasta llegar al torrente. El resultado es un vídeo de 15 minutos con las miradas particulares de cada colaborador que participó del recorrido. En un principio solo hay verdor, el recibimiento del parque, después el espectador se sumerge dentro del agua, la tercera parte está dedicada a los seres vivos que habitan el entorno natural y el final es la destrucción de la naturaleza cuando el ser humano irrumpe. Las imágenes fluyen acompañadas de poemas que nacieron en el camino. “La idea era describir el río a través de la emoción y lo que salió fue producto del romanticismo con el que Von Humboldt apreciaba las cosas”, explica Candiani.
En la exposición también se pueden apreciar objetos que los exploradores encontraron durante el paseo, así como una obra que representa el tajo del río formado por piedras extraídas de su cauce y un sabroso compilado de archivos e imágenes sobre la relación de Washington con el agua desde 1858, cuando se estaba construyendo el acueducto. El reconocido colectivo Basurama, dedicado entre otras cosas a transformar la basura en proyectos educativos, también está presente en Fair Water. Mónica Gutiérrez, española, acudió a un colegio, un hogar de ancianos y un festival en Washington para conversar con la gente sobre su relación con el agua. “Sus recuerdos están idealizados: son el baño, el descanso, la paz…”, cuenta.
En una sala se escuchan las narraciones de quienes compartieron sus experiencias, mientras se proyectan las imágenes del vertedero de Maryland. El suelo y las paredes están “decoradas” con al menos mil botellas plásticas de agua. “Solo el 4% del precio que se paga al comprar una botella plástica corresponde al agua. Hay que entender que estamos comprando basura”, alerta Gutiérrez. La intención de la obra es concientizar de que el plástico que utilizamos no desaparece cuando lo dejamos de ver, solo se traslada a otro sitio. Una anécdota de las que se escucha es la de una niña de cinco años que jugaba en un patio separado por una reja del que se encontraba su hermana pequeña. En uno había una fuente, y en el otro no. Para darle de beber a la menor, la narradora le llevaba el agua con sus manos en forma de cuenco. “Si los niños son capaces de buscar soluciones para el problema del acceso al agua, nosotros también podemos”, plantea la artista.
Cada sala ofrece una aproximación distinta a la problemática del agua desde una perspectiva emocional. ¿A qué suena la contaminación sobre una partitura de música? ¿Qué diría un manifiesto sobre la relación hombre con el agua? ¿Cuándo se convirtió en un negocio? Estas son algunas de las preguntas que los artistas, con la ayuda de colaboradores, responden en Fair Water, usando el arte como herramienta de concientización.
Babelia
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