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“Fue un embajador italiano del cine”

El mundo de la cultura y la política de Italia llora la pérdida del director de cine y escenógrafo Franco Zeffirelli

Franco Zeffirelli, en Roma, en una imagen de 2004.
Franco Zeffirelli, en Roma, en una imagen de 2004. Tony Gentile (REUTERS)

El director de cine y escenógrafo italiano Franco Zeffirelli ha muerto este sábado en su casa de Roma a los 96 años. Sus más de 60 años de prolífica trayectoria en el cine, el teatro, la ópera y la televisión son historia viva del espectáculo en Italia, donde se le recuerda como el Miguel Ángel de las artes escénicas, un artista poliédrico que triunfó en sus múltiples facetas.

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El autor, que se definía como “un artesano”, nació en Florencia en 1923, llegó al cine como discípulo de Luchino Visconti y debutó en la ópera como escenógrafo en 1954 en el Teatro de la Scala de Milán con La Cenerentola, de Rossini, y en el cine con la comedia Camping en 1957. El éxito le llegó en la década de los sesenta, con dos adaptaciones cinematográficas de obras de Shakespeare: La fierecilla domada (1967), con Elizabeth Taylor y Richard Burton como protagonistas, y Romeo y Julieta (1968), por la que fue nominado al Oscar.

Su amor por la ópera marcó también su obra cinematográfica. Llevó a la pantalla clásicos de la lírica y el teatro como La boheme (escenificación de la ópera de Puccini), en 1965; Carmen (1978), La traviata (1982) o Hamlet (1990), con Mel Gibson, Glenn Close y Helena Bonham Carter.

El Teatro milanés de la Scala se ha despedido del autor recordándolo como un maestro que “ha dejado una señal inconfundible y personal en la historia del teatro musical, del cine y de la prosa”. El Teatro de la Ópera de Roma lo ha rememorado como “una figura poliédrica, un creador de belleza en la mejor tradición del arte italiano”. Y el Teatro Máximo de Palermo lo ha evocado como “un coloso que ha marcado el arte de nuestra época que deja una lección de elegancia y de estilo”.

Otros títulos como Hermano Sol, hermana Luna (1972), una biografía de San Francisco de Asís, Amor sin fin, con Broke Shields (1981) y Té con Mussolini (1999), en parte autobiográfica, acabaron de forjarlo como uno de los directores más valorados dentro y fuera del país. Sus espectáculos teatrales, su estética refinada, su perfección estilística, sus puestas en escena, su búsqueda casi obsesiva de la belleza conquistaron al mundo internacional del arte.

Para la televisión, Zeffirelli rodó, entre otras, Jesús de Nazaret (1977), con varios episodios en Marruecos y Túnez, coproducida por la RAI y que contó con la aprobación de la Iglesia y el rechazo del Partido Comunista italiano. El presidente de la RAI, la televisión pública italiana, Marcello Foa, señaló que esta obra “marcó la historia del servicio público”, en un momento particular en el que “toda Italia se sintió unida al admirar el gran trabajo de uno de sus grandes maestros”.

El mundo de la cultura y la política llora su pérdida. En su mensaje de pésame, el presidente de la Asociación Nacional de la Industria Cinematográfica (ANICA), Francesco Rutelli, ha definido al director como “un espíritu libre” que “ha transmitido un culto por la belleza inseparable de la identidad italiana”. El ministro de Cultura, Alberto Bonisoli, lo ha recordado como “un genio de nuestros tiempos” y el primer ministro, Giuseppe Conte, lo ha definido como “un embajador italiano del cine, del arte y de la belleza”.

Zeffirelli mantuvo una gran amistad con la soprano Maria Callas, a quien dedicó la cinta Callas Forever (2002) y que, según confesó, fue la única mujer de la que estuvo enamorado. Fue uno de los últimos supervivientes de la dolce vita italiana. Contó en su autobiografía, publicada en Italia en 2006, que nunca sintió atracción física por las mujeres, aunque las idolatraba. Una de sus grandes pasiones, en lo profesional y en lo personal, fue su maestro Luchino Visconti, con quien mantuvo una larga y complicada relación que terminó de forma abrupta cuando Visconti hizo que detuvieran a Zeffirelli y lo interrogaran tras un robo en el edificio en el que convivían. Detestaba la palabra ‘gay’ , que para él era “una manera estúpida de llamar a los homosexuales, como si fuesen payasitos inocuos y divertidos”.

Se declaraba conservador, católico y de derechas “por desesperación anticomunista”. Fue aprendiz de Giorgio La Pira, popular alcalde de Florencia y uno de los grandes exponentes de la Democracia Cristiana. En 1994 inició una una breve experiencia política como senador de Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi, a quien le unía una estrecha amistad. La presidenta de los senadores de esa formación, Anna Maria Bernini, ha recordado al cineasta como “el último gran protagonista de una época irrepetible de la cultura italiana y un maestro insustituible”.

Franco Zeffirelli, cuyo nombre real era Gianfranco Corsi, no dejó de trabajar hasta el final. Su último proyecto y en el que había estado trabajando desde hacía diez años es una nueva Traviata, que abrirá la próxima semana la estación del Festival lírico del Arena de Verona. En el horizonte tenía previsto llevar Rigoletto, de Verdi, en 2020 a Omán. Se instalará una capilla ardiente en el Palazzo Vecchio de Florencia para despedir y rendir homenaje al artista.

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