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Así se forjó el primer cuchillo de hierro de la Península

Expertos alemanes y españoles hallan en Los Castillejos de Alcorrín (Málaga) la escoria férrica que permitió el paso de la Edad del Bronce a la del Hierro

Vicente G. Olaya
Un arqueólogo trabaja en las excavaciones de Castillejos de Alcorrín (Málaga).
Un arqueólogo trabaja en las excavaciones de Castillejos de Alcorrín (Málaga).Instituto Arqueológico Alemán

A principios del primer milenio antes de Cristo, la flotilla fenicia de grandes velas rojas navegaba cautelosa hacia la desembocadura del río Guadiaro, en el término de San Roque (Cádiz), lo que entonces era un frondoso y verde abrigo próximo al estrecho de Gibraltar. En este lugar (hoy colmatado y ubicado varios kilómetros tierra adentro), los fenicios entraron en contacto con las poblaciones autóctonas, cuyo asentamiento principal era el actual Los Castillejos de Alcorrín (Manilva, Málaga).

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Allí habitaba una comunidad de finales de la Edad del Bronce que se mostraba dispuesta a entablar relaciones con aquellos recién llegados que portaban un valioso secreto: la forja del hierro. Los lazos entre ambos grupos —que se alargaron casi medio siglo— permitieron la creación de la primera metalurgia férrica de la península Ibérica. Entre los objetos que elaboraron con la nueva tecnología se encontraban pequeños cuchillos ceremoniales, antecesores de lo que, varios siglos más tarde, serían las famosas falcatas íberas que provocaban el terror entre las tropas romanas. Los especialistas del Instituto Arqueológico Alemán (IAA) han encontrado ahora en el impresionante yacimiento de Alcorrín, —una ciudad fortificada de 11,3 hectáreas— las escorias que dejó aquella inicial metalurgia.

Cerro sobre el que se levantaba la ciudad de la Edad del Bronce de Castillejos de Alcorrín.
Cerro sobre el que se levantaba la ciudad de la Edad del Bronce de Castillejos de Alcorrín.Instituto Arqueológico Alemán

Los Castillejos de Alcorrín fue descubierto a finales de los ochenta del siglo pasado por el arqueólogo Fernando Villaseca. En 2004, José Suárez Padilla, profesor de Prehistoria de la Universidad de Málaga, llevó a cabo nuevas excavaciones que permitieron comenzar a desentrañar el pasado de una población que con el paso del tiempo llegó a levantar dos murallas defensivas (una exterior y otra interior rodeada por un foso) de hasta cinco metros de ancho.

Entre 2006 y 2019, el IAA, el Centro de Estudios Fenicios y Púnicos, la Junta de Andalucía y un equipo de geofísicos, topógrafos, arquitectos, restauradores, químicos y dibujantes realizaron dos proyectos de investigación que permiten afirmar que el asentamiento destacaba por sus enormes dimensiones comparado con los otros coetáneos fenicios del Mediterráneo y las costas de Marruecos y Portugal.

Dirce Marzoli, directora del IAA y coordinadora de las excavaciones, explica que las intervenciones “atestiguan el potencial del sitio para estudiar dinámicas sociales, políticas, económicas y tecnológicas de la primera presencia fenicia en el sur peninsular”. “La fortificación”, indica, “no tiene paralelo en su entorno”, al tiempo que recuerda que el asentamiento se ha estudiado “mediante una excavación sistemática, lo que no ocurre en la mayoría de los de la época”. Este hecho permite adquirir más datos, más precisos y en menor tiempo.

Conchas protectoras contra el mal colocadas frente a una de las viviendas del yacimiento de Castillejos de Alcorrín.
Conchas protectoras contra el mal colocadas frente a una de las viviendas del yacimiento de Castillejos de Alcorrín.Instituto Arqueológico Alemán

El prehistoriador José Suárez Padilla añade, por ejemplo, que los dos trozos de escoria de hierro hallados “evidencian” la extracción y reducción del material férrico arrancado de las montañas próximas y su posterior forja, lo que supuso una auténtica revolución tecnológica para pueblos de finales de la Edad del Bronce. Se ha descubierto, además, una minúscula cuenta azul de dos milímetros que deja claro que las conexiones comerciales alcanzaban hasta Egipto.

La llegada de los fenicios modificó también el urbanismo local, cuyo resultado fue la asunción de nuevas tradiciones arquitectónicas siguiendo los modelos traídos de Oriente Próximo: casas de planta rectangular y pavimentadas con conchas a su alrededor. “Las colocaban para protegerse de lo maligno. Su valor apotropaico [de defensa del mal] es muy claro en determinados edificios de gran valor hallados en la zona alta o acrópolis”, dice Suárez.

El IAA se enorgullece, además, de la “exitosa cooperación con la Junta de la Andalucía”, lo que ha permitido “analizar un caso de contacto entre unas poblaciones autóctonas y la primera generación de fenicios occidentales en el estrecho de Gibraltar”. Y eso que solo se ha excavado el 1% de un yacimiento que fusionó dos pueblos y permitió el cambio de era: del Bronce al Hierro. Y un puñal.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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