Los ángeles son mexicanos y amigos de Ida Vitale
La poeta convierte la inauguración de la FIL de Guadalajara en un homenaje a la generosidad de México con los exiliados
Ida Vitale representa como pocos la figura del escritor latinoamericano del siglo XX, o del latinoamericano a secas: nieta de un emigrante italiano al Uruguay, poeta inspirada por una chilena (Gabriela Mistral), alumna de un exiliado republicano español (José Bergamín), exiliada ella misma en México durante la dictadura militar de su país y emigrante luego en los Estados Unidos. Hace unos meses volvió a instalarse en Montevideo, la ciudad en la que nació hace 95 años. Todavía anda buscando tiempo para ordenar sus libros y los premios que no para de recibir, incluido el último Cervantes. Lo recogerá en abril en Alcalá de Henares, no lejos de la Guadalajara de España. Este sábado, por lo pronto, recibió en la Guadalajara de México el premio FIL en Lenguas Romances, dotado con 150.000 dólares. Es la cuarta escritora que lo recibe en 28 ediciones. Le precedieron Nélida Piñon, Olga Orozco y Margo Glantz.
Tampoco había muchas más —5 mujeres, 14 hombres— en la gigantesca mesa que presidió la inauguración de la feria del libro más importante de la lengua española, una librería que se extiende sobre una superficie equivalente a cuatro campos de fútbol y recibe cada noviembre 800.000 visitantes. Este año abre sus puertas hasta el domingo 2 de diciembre. Un día antes se habrá producido en la capital federal un acontecimiento que ya ocupa las conversaciones —y parte del programa— de la FIL: la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como nuevo presidente de la república. Raúl Padilla, presidente de la FIL, aprovechó su discurso para prevenir al nuevo Gobierno de la tentación de multiplicar la burocracia y fortalecer la centralización. Toda una novedad en una ceremonia que, por el lado institucional y político, suele alternar el guante blanco con el diccionario de tópicos sobre las virtudes de la literatura.
Alérgica a los lugares comunes, Ida Vitale cuenta siempre que cuando se exilió en México —pasaría 11 años— fue recibida por “una cooperativa de ángeles de la guarda” que se empeñaron en encontrarle solución a un problema al que ella no se la veía cuando dejó la orilla del Río de la Plata: llegar a un país nuevo y que te den no solo la posibilidad de trabajar sino que todos conspiren para “integrarte”. En 1974, a los 15 días de llegar al DF, ya estaba haciendo traducciones para el Fondo de Cultura Económica. Más tarde, daría clases en El Colegio de México y formaría parte de proyectos periodísticos y culturales como el semanario Unomasuno o la revista Vuelta, fundada por Octavio Paz, contra el que le habían prevenido sus amigos izquierdistas de Montevideo pero que se convirtió en uno de sus grandes valedores en el destierro. “Él era México”, dijo ayer la premio FIL para cerrar un discurso improvisado a partir de un “borrador” escrito a mano. Lo sacó del bolso junto al volumen de su poesía reunida. “Un aplauso para el Fondo [de Cultura Económica]”, pidió como homenaje a la editorial que antes de convertirse en la casa que la empleó como traductora, se había convertido en algo decisivo para ella como lectora: “La base de la biblioteca que necesitábamos”.
“Gratitud” fue la palabra más repetida por una mujer que ayer recordó cómo su primer contacto mexicano fue una pareja de exiliados españoles acogidos tras la Guerra Civil por el Gobierno de Lázaro Cárdenas. “Con ellos empezó una cadena de relaciones entre los que habíamos padecido una misma situación”, añadió la escritora en una alocución en la que los temas se le sobreponían como en los versos de su poema Suma: “una monja y un acantilado, un canto y una máscara, la esperanza de alguien más el sueño de otro”. Otro de sus textos avisa: las palabras son nómadas y la mala poesía las vuelve sedentarias. Así fue su discurso: nómada en un acto sedentario hasta la hipotensión.
Antes de lanzar su "mensaje" en una ceremonia en la que se habían pronunciado sintagmas como “marco inigualable”, “merecido galardón” o “selecto público”, la poeta recordó que ya en la entrega del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana tuvo que pedir disculpas por saltarse el protocolo. También recordó la respuesta de la “reina madre” que da nombre al galardón: “Los protocolos están hechos para romperse”. Como dijo Aurelio Major durante la semblanza literaria de Ida Vitale, la suya es “una inteligencia que se toma en serio la escritura pero no a la escritora”. Mucha gente en la feria, acaso para disgusto de sus ancestros italianos, se come la e de su apellido y se refiere a ella como Ida Vital.
Puede que dentro de nueve días, cuando se cierre la FIL, no se hable más que de Andrés Manuel López Obrador —AMLO en los titulares de prensa—, pero la reina de las fiestas fue ayer Ida Vitale, poeta sigilosa e intelectual bienhumorada, latinoamericana de pies a cabeza. O de norte a sur. En su caso, tal vez, viceversa.
Portugal no es solo Pessoa
La ministra de Cultura de Portugal, Graça Fonseca, inauguró ayer la participación de su país como invitado de honor en la FIL recordando que la lectura acostumbra a viajar con billete de ida y vuelta.
Si Juan Rulfo, dijo Fonseca, es una influencia decisiva en las letras portuguesas de hoy, Fernando Pessoa fue clave para Octavio Paz, que tradujo pronto al creador de los heterónimos. También le dedicó un ensayo clave para la difusión de su obra en el ámbito de la lengua española y lo hizo en los años sesenta, mucho antes de que se convirtiera en un clásico, un cliché, la sombra que todo lo tapa: El desconocido de sí mismo.
Para demostrar que hay vida más allá de Pessoa, la expedición portuguesa ha desembarcado en la feria de Guadalajara con nombres señeros de la literatura europea como António Lobo Antunes, Nuno Júdice, Lídia Jorge, Dulce Maria Cardoso o Gonçalo Tavares.
Si el primero obtuvo el premio FIL cuando se abrió a todas las lenguas romances, el último dedicó uno de sus libros, Viaje a la India (Seix Barral), al país invitado de la feria de Guadalajara en 2019.
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