“Ya no hay tiempo para lo superfluo”
La cineasta catalana Isabel Coixet habla en Oviedo de cine y de fe con Martin Scorsese, con motivo del Premio Princesa de Asturias de las Artes que el neoyorquino recibe este viernes
Me siento como el pintor de un oscuro pueblo de Umbría yendo ver a Leonardo da Vinci. O como un arquitecto de bungalows, a punto de entrar en un edifico Le Corbusier. Las películas de Martin Scorsese me han acompañado en todos los momentos de mi vida desde que en un oscuro cine de barrio vi dos veces seguidas Malas calles (1973) y la cámara vibrante que acompañaba a Robert de Niro entrando en el bar donde le espera Harvey Keitel de muy mal humor, mientras suena Jumpin’ Jack Flash, de The Rolling Stones, cambió mi manera de ver el cine. Y la vida.
Martin Scorsese. Me alegro de que por fin podamos hablar, estas últimas semanas han sido muy accidentadas para mí...
Isabel Coixet. Sí. Pero por fin estamos hablando, así que... Bueno, felicidades por el premio...
M. S. Ha sido una gran alegría... Adoro España y cualquier cosa que me traiga aquí... ¡es un sitio genial!
I. C. ¿No estás cansado? Me refiero a tantos premios, homenajes, entrevistas...
M. S. Bueno... ¡de las entrevistas, sí! [risas].
I. C. Me lo imagino. No te tomes esto como una entrevista entonces, sino como un consultorio. Como si un director en crisis va a ver a su oráculo para consultarle...
M. S. ¡Me gusta! ¡Un oráculo! Un consultorio amoroso. Dispara.
I. C.¿Alguna vez en tu vida te has planteado “de acuerdo, ya está, no voy a hacer más películas, se acabó”?
M. S. Sí. Después de rodar La invención de Hugo [un homenaje al pionero del cine Georges Méliès rodada en 3D y estrenada en 2010]. Hugo satisfizo una parte de mí, una parte enamorada de la imagen, del cine, también del cariño a la imagen y al pasado. Cuando la terminé, me dije: “Es mi última película”. Me planteo la manera en que se hacen las películas ahora, las dificultades financieras, técnicas, las presiones desde el punto de vista de la producción, de presupuestos... Me pregunto sobre el sentido de poner en marcha un mecanismo tan complejo para poner en escena algo que para mí es fundamental y relevante, pero que en el fondo te preguntas si lo es también para los demás. ¿Qué significa ser un profesional del cine en esos términos? Una expresión que siempre he detestado. Cuando terminé Hugo pensé que la única película que quería hacer verdaderamente era Silencio, pero no veía que eso fuera ser posible. Y no pensé que la industria que estaba y está cambiando a una velocidad increíble estuviera interesada en Silencio.
I. C. ¿Y cómo conseguiste convencerlos de producir Silencio?
M. S. Me dije que si hacía otra película, otra película interesante, comercial, con Leo DiCaprio, igual entonces estaría otra vez en posición de hacer Silencio. Y así fue. Hicimos El lobo de Wall Street y esa película me dio la energía y el crédito en la industria para poder hacer Silencio.
I. C. Silencio es una película impresionante. Y hay algo que pensé viéndola: “Es como una versión católica de Goodfellas [Uno de los nuestros, 1990]”.
M. S. [Risas] ¡De una cierta manera, sí!
I. C. Si hasta terminan igual: [en Goodfellas] Ray Liotta en protección de testigos hablando de lo banal que es su vida ahora y Andrew Garfield [Silencio] con su mujer y los niños...
M. S. Pero el personaje de Garfield no ha perdido la fe, guarda la cruz en su puño...
I. C. ¿Es eso fe? ¿Qué es la fe si no se manifiesta?
M. S. Él en realidad descubre su fe cuando esta ha sido cuestionada por los otros a su alrededor, los que quieren destruirla.
Aquí entramos en una complicada discusión en bucle sobre la fe, que no viene al caso.
I. C. Sé que eres el máximo impulsor del fondo para recuperar el patrimonio cinematográfico africano, que has contribuido con tu dinero y tu ayuda a restaurar y dar a conocer películas que de otro modo se hubieran perdido.
M. S. Estas películas cuentan historias desde un punto de vista absolutamente puro, incontaminado. Y las cuentan desde la mirada de cineastas africanos, no desde un punto de vista europeo o americano. Son fascinantes. Hace 20 años, vi una película maravillosa Yeelen, de Souleymane Cissé, en televisión, de madrugada. Me impresionó. Le contacté. Fui a Malí, conocí a otros directores, descubrí más películas y así empezó el World Cinema Project. Restauramos y preservamos películas que a veces se daban ya por perdidas, en países sin laboratorios ni maneras ni dinero para conservarlas. Películas de las que apenas se conserva el negativo. Cuando presentamos el proyecto en Cannes, Sissé dijo. “Si no conservamos las películas de los sesenta y los setenta de países como Malí, Uganda, Senegal, Chad... la gente, los ciudadanos no sabrán quienes son ni de donde vienen, la historia se perderá”.
I. C. ¿Hay alguna película que tengas en la recámara, qué hayas intentado hacer repetidas veces sin conseguirlo?
M. S. Sí. Pero después de haber conseguido hacer Silencio, pensé que ya no habría tantas oportunidades para mí, que quizás no tendría la energía. Tengo 75 años y todo se vuelve más lento, uno se vuelve más lento y...
I. C. Hablas tan rápido como la primera vez que te vi hace 30 años.
M. S. Puede ser. Pero ya sabes a lo que me refiero... La energía física que se necesita... Tú debes saberlo, tú cargas la cámara todo el rato... lo cual me llena de envidia...
I. C. Todo lo que he conseguido es ser un poco jorobada del lado derecho... [risas] Volvamos a tus proyectos. Yo te veo dirigiendo hasta en silla de ruedas y bombona de oxígeno como John Huston.
M. S. Ahora también estoy ilusionado con muchas otras ideas, como producir a nuevos directores, restaurar películas. El tiempo se acaba. Y hay que escoger realmente las cosas que merecen la pena. Estoy montando una película con nuestra amiga Thelma [Schoonmaker], The Irishman. Es una oportunidad de volver a trabajar con Bobby de Niro. Y claro, es sobre un asesino a sueldo, pero desde otro punto de vista, mas desnudo, más sobrio. Estoy intentando encontrar un acercamiento más natural... no, natural no es la palabra. Estoy intentando encontrar la esencia de lo que quiero decir. Incluso en los primeros planos de una persona hablando. Eso me ha llevado a recordar el documental que hice sobre mis padres Italianamerican. Mover la cámara es maravilloso, claro, pero... no sé si hay algo más que se pueda decir con el movimiento, con una grúa o con un dron o con cien drones... Ahora cualquiera puede hacerlo. Cualquiera puede hacer cualquier cosa. Por eso, hacer películas es un desafío mucho mayor que nunca en la historia.
I. C. Sí. Tienes que ser muy valiente, muy libre y muy cuidadoso... todo eso al mismo tiempo.
M. S. Exacto. Porque ya no hay tiempo para lo... superfluo. Lo innecesario. Y preguntarte constantemente: ¿qué es lo necesario? ¿Qué historia está ahí agazapada, escondida, qué historia merece la pena, y el esfuerzo y el coraje que hace falta, para hacer una película? Eso es lo que los directores tenemos que plantearnos todos los días.
I. C. Estoy contigo. Y tengo fe en ti.
M. S. [ríe] Otro día hablaremos más sobre la fe.
I. C. Otro día.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.