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Martin Scorsese: “Rodar en 3D es idea de mi hija de 12 años”

'La invención de Hugo', la última película del cineasta neoyorquino, opta a 11 Oscars

Martin Scorsese muestra una de las ilustraciones del libro de Brian Selznick a Asa Butterfield (izquierda) y Chloë Grace Moertz en el rodaje del filme.
Martin Scorsese muestra una de las ilustraciones del libro de Brian Selznick a Asa Butterfield (izquierda) y Chloë Grace Moertz en el rodaje del filme.

El hombre acostumbrado a reflejar los bajos fondos, desde Taxi driver a Casino, Uno de los nuestros o Infiltrados, finalmente se ha dulcificado. Al neoyorquino le ha llevado 70 años, tres hijas, cinco matrimonios y una de las carreras más reverenciadas en Hollywood. Pero Martin Scorsese ya ha realizado su primera película para toda la familia: La invención de Hugo. Se trata también de la primera vez que rueda en digital y en 3D, aunque lo que importa, como asegura este director bajito, nervioso y con una verborrea tan imparable como la de su coetáneo y paisano Woody Allen, es la historia. Y la de La invención de Hugo, inspirada en el cuento infantil homónimo de Brian Selznick, está muy cerca de su corazón: es un canto a los orígenes del cine y a su preservación visto a través de los ojos de un niño que, como el propio Scorsese, busca refugio en la magia de las imágenes en movimiento.

Pregunta. Qué vino primero, ¿su interés por el 3D o por el libro?

Respuesta. Siembre fui un entusiasta del 3D. De niño coleccionaba postales fotográficas estereoscópicas de la época victoriana. Luego vi Los crímenes del museo de cera y Crimen perfecto. A lo largo de los años coleccioné películas en tres dimensiones. ¡David Cronenberg me regaló un tebeo en 3D! James Cameron, con Avatar, me mostró que era posible hacer lo que quería. Finalmente, cuando Graham [King, productor] me presentó Hugo y yo le mencioné el proyecto a mi hija, lo primero que Francesca, de 12 años, me dijo fue: “Será en 3D, ¿no?”.

P. ¿El maestro de Hollywood pone sus decisiones artísticas en manos de su hija?

R. La idea nos encantó a todos. Y redefinió todo el rodaje. La composición de cada plano, su iluminación. Todo cambia. La gran sorpresa fue la nueva perspectiva que me dio sobre los rostros de los actores. ¡Sacha Baron Cohen tiene una estructura perfecta para 3D! No ha sido ninguna imposición aunque sí es cierto que el público ha cambiado. Yo he cambiado. Tuve mis dos primeras hijas de joven. Hoy, estar con Francesca y sus amigos me muestra otros espectadores... y yo siempre pienso en el público.

P. ¿Esa es su intención con La invención de Hugo: acercar al público de hoy al cine de ayer?

R. Francesca debía de tener unos dos años cuando vio su primera película en cine, un clásico de Disney, y desde entonces le proyecto de todo. A ella y a sus amigos. Musicales, películas clásicas. Alguna de vaqueros, aunque poco a poco y explicándoles el contexto: La caravana, Raíces profundas... Entre musical y musical les cuelo El ladrón de bicicletas o Las uvas de la ira. Su madre dice que son muy jóvenes. ¡Yo las vi cuando tenía cinco años! Su reacción es buena. No conocen a Clark Gable o a Claudette Colbert, ni quién es Howard Hawks, pero les agrada la química, la atracción de clásicos como Sucedió una noche, La fiera de mi niña y Caballero sin espada. No les importa que sean en blanco y negro. Por lo que no pasan es por el cine mudo [risas]. Pero conocer los clásicos no está reñido con la tecnología. Estoy abierto a todo lo que me siga conectando con la audiencia.

P. ¿Quién le inculcó su amor por el cine?

R. Cuando tenía tres años me diagnosticaron asma. No podía practicar deportes, ni correr, ni reírme como se ríen los niños. Tampoco podía pelearme. No podía hacer nada y eso me forzó a juntarme con otros niños que eran tan raros como yo y a buscar otras formas de expresión. Mi padre me llevaba al médico y nuestro único lazo emocional era ir al cine los fines de semana a ver La ventana indiscreta, La heredera, Raíces profundas...

P. ¿Cuál fue la película que más le impactó?

R. La ley del silencio, porque es la primera que me dejó claro que podía hacer una película. Por la gente que mostraba, porque tenía ese realismo en el que podía reconocer a mis amigos, a mi familia, a la gente de mi barrio. Luego John Cassavettes filmó Faces en 16 milímetros y me enseñó que podía dirigir cine en Nueva York sin ser Elia Kazan o Sam Spiegel e irme a California. Que podía trabajar fuera de la industria.

P. Y de sus películas, ¿cuál rescataría?

R. El documental Italianamerican que hice sobre mi padre y mi madre. O Malas calles. Lo digo en plan egoísta porque otros dirían Toro salvaje, pero las dos que cito son familia, mi tipo de familia [risas]. Sigo enfrascado en la labor de conservar el cine y aquí sí que tengo un problema con la tecnología digital. Restaurar el celuloide es aún la mejor forma de preservar las películas. Sabemos que dura entre 60 y 100 años; con los ceros y los unos todavía no sabemos cuánto aguantan.

P. Su filme tiene 11 candidaturas a los Oscar. ¿Pasa nervios?

R. ¡Dios! ¿Nervios? ¿Lo dudas [risas]? En el caso de los Oscar, lo que recuerdo con más cariño fue la noche que le entregué el Cecil B. DeMille a Steven Spielberg. Fue muy especial para mí.

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